Capítulo 4: "Canta conmigo"- Sing with me

CANTA CONMIGO

de nuevo debía asistir a clases después de su fin de semana lleno de trabajo en la biblioteca, y lo peor de todo era que al finalizar esta nueva semana debería ir a contarles cuentos a los niños, quizá debería leerles alguna historia de terror para que así dejaran de molestar y gritar por un momento. Detuvo el rumbo de sus pensamientos en cuanto se dio cuenta de todo lo malo que estaba planeando para unos inocentes infantes.
Dejó su pequeño bolso sobre su asiento y recargó la cabeza sobre la paleta de la butaca.
—Nahyra Venturi ¿cierto? —preguntó Katherine agachándose para observarla de frente.
—Sí, esa soy yo ¿y tú eres?
— Katherine, soy amiga del príncipe Cosustta y futura actriz juvenil de Hollywood—dijo con aire de grandeza.
—Muchas felicidades, yo supongo que me enfocaré en el canto…
—Pero no tendrás gran oportunidad cuando el príncipe de toda una nación tiene el mismo talento que tú.
— ¿Disculpa?
—Lo que quiero decir es que…
—Es que se va para dejarnos a solas ¿verdad Kate? —murmuró Antoni justo a tiempo para salvar la vida de la delicada Katherine.
Kate se fue enfadada para salir del salón con sus amigas, y como era de esperarse Nahyra era parte de su nuevo chismorreo.
—Discúlpala, suele ser muy celosa con Dariel. Y tú me debes una explicación por o de ayer, me abandonaste mientras hablaba por teléfono.
—Lo siento, debía asistir al trabajo en la biblioteca.
Ambos se quedaron en silencio mientras Antoni pensaba en la forma más amable de invitarla a salir y Nahyra imaginaba cómo sería su día leyendo con los niños.
—Nay, quiero compensarte por lo de ayer con una nueva comida.
—Lo siento Antoni, pero he quedado con Dariel para ir a bailar.
La respuesta tomó por sorpresa a Antoni. Por fin la había invitado para cumplir con el favor de su amigo y él se le adelanta con una cita romántica para bailar. Una parte de él estaba aliviado de que por fin Dariel se diera cuenta de sus sentimientos por Nahyra, pero por otro lado deseaba que la olvidara para poder así quedarse con ella.
Con esos pensamientos egoístas se retiró a su clase para dejar sola a Nahyra con las palabras de disculpas en la boca. Había perdido una gloriosa oportunidad para salir con Antoni y todo porque al rey se le ocurría darle una clase de baile que según él, le serviría durante la odiosa reunión.
Se fue con el grupo de Iris y sus otras amigas que ya la habían aceptado como una más en ese diminuto grupo conformado por todas las chicas y chicos inteligentes y cumplidos de varias clases, incluso ella estaba dentro del club de escritura del colegio.
—Mañana le presentaremos al profesor de teatro una propuesta para un musical, así tu podrás ser la protagonista—murmuró Amanda entusiasmada mientras aplaudía de felicidad—, ¿qué te parece la idea?, así quizá podríamos explotar tu talento.
—Di rana y yo salto—murmuró Nay y enseguida se dio la vuelta para regresar a clases después de un merecido descanso.
—Rana—murmuró Dariel a sus espaldas.
— ¿Disculpa, has dicho algo?
—Dijiste que si decía rana tu saltabas, así que… rana—repitió esperando que Nahyra diera un enorme brinco.
—Es sólo un decir, no lo tomes tan literal Ariel—musitó con una sonrisa en su brillante rostro y pasó derecho a las clases dejando con una duda a Dariel, ¿para qué hacía una promesa tan tonta si no la iba a cumplir?
— ¡No me llames así!
Ambos fueron a su laboratorio de música para coger un nuevo instrumento y aprender algo nuevo, porque los dos ya dominaban el piano, Nay deseaba aprender con el violín pero Dariel quería el saxofón o la flauta.
Cuando entraron al salón de clases los instrumentos estaban dentro de sus respectivos estuches de colores llamativos y éstos a su vez estaban en cajas, tal y como se ponen las cosas cuando te mudas de casa, el problema era que no se trataba de una mudanza, sino de un reacomodo de clase.
—Separaré a los alumnos por sus habilidades y se formarán como yo lo indique. Esto es necesario para el recital que ofrece el Special Art College a todo el país sobre todo lo que se hace por aquí.
»Los instrumentos de viento a la esquina derecha, percusión a la izquierda y cuerdas al centro…Dariel Cosustta y Nahyra Venturi harán un dueto como representación de la música, los demás nos mantendremos practicando lo habitual hasta que quede bien. Nahyra, Dariel, los quiero en el piano ahora mismo—ordenó y ellos obedecieron de inmediato.
Todos estaban felices de que Nay y Dariel hicieran el cierre del evento con una canción que por el momento era desconocida para todos, incluso se tenían que quedar después de la escuela para poder practicar todo y así quedar en perfecta sincronía cuando llegara el día del evento —aunque faltaban semanas—, pero debían estar listos para no decepcionar al reino.
Nahyra llegaba cada vez más tarde a su trabajo en la biblioteca y aunque las ventas iban en aumento y debían abastecerse diario, eso no evitaba que recibiera regaños por parte de la jefa. O que de vez en cuando tuviera que usar la limusina de Dariel para llegar normal a su trabajo.
—Nay, de nuevo te toca el cuenta cuantos y me temo que Raquel no ha venido a entregar el libro desde que le dijiste a Gema que le darías a Blanca nieves—comentó Becka mientras se ponía su mandil de trabajo.
—Lo sé y de verdad tenía ganas de contarlo, pero está bien, ya cogeré otro libro más lindo.
— ¿Y las bolsas con comida?
—No tuve tiempo de comprar algo para esos niños, he estado ocupada con mis ensayos y me temo que se me olvidó el evento de hoy.
—Pero bueno…otra vez tienes compañía y a él no se le olvidó el aperitivo—le dio un guiño con complicidad y regresó a atender a algunos jóvenes que solicitaban su credencial.
Nahyra avanzó con miedo hacia la sala para niños, la verdad esperaba ver a Antoni sentado ahí para ayudarle con el evento, y como esa tarde Ariel ya se había ido a casa no podría ser él.
— ¡Ariel! —no pudo evitar sonreír al ver que el príncipe estaba listo con los aperitivos dentro de las cajas misteriosas—, me has salvado la vida.
—Si no lo hiciera, habría perdido a mi pareja en el evento de los reinos—sonrió y depositó el último panecillo dentro de las cajas forradas de papel.
— ¿Y qué has comprado? —preguntó curiosa, esas cajas del misterio se volvían más misteriosas cuando alguien más que no fuera ella agregaba algo dentro.
—Son cajas “misteriosas” si te lo digo perderán su cometido y decepcionarás a los niños.
—Está bien, sólo por eso abre las puertas y saca los muñecos…
—No, esta vez yo leo y tú sacas los muñecos—objetó el príncipe arrebatando el pequeño libro de colores que tenía Nay en las manos.
—No Ariel, es mi turno, además yo soy quien trabaja aquí.
—Pero el rey me ha mandado a trabajar con los niños porque quiere que comprenda lo que es ser padre—esto último lo dijo muy avergonzado, tanto por la  idea como por la persona a la que se lo estaba diciendo.
—Pero leer un cuento no tiene nada que ver con ser un padre.
— ¿Sabes acaso lo que es ser madre o padre?
—No, pero conozco lo suficiente de niños como para poder ejercer el puesto…está bien esta plática ha terminado y la actividad debe comenzar.
Dariel abrió las puertas y todos los niños cruzaron derecho para abrazar a Nay y sólo una niña e quedó aferrada a la pierna del príncipe.
Gema estaba sorprendida de ver a aquel apuesto hombre frente a ella, incluso ya le había platicado a su mamá sobre aquella vez que ayudó a Nay a hacer la actividad del cuenta cuentos por lo que esa acción ya era todo un rumor en ciertos rincones del reino.
—El príncipe nos acompaña hoy y él ser quien les lea el cuento así que cállense y escuchen, quien porque no ponga atención no tendrá bocadillos.
Aunque a decir verdad aun no sabía absolutamente nada acerca de lo que contenían las cajas y la espera la estaba matando, porque se imaginaba a toda clase debocados deliciosos ahí dentro, como podrían ser pequeños baguettes del palacio o quizá hamburguesas o pizza, todo dependía de la decisión de él.
Dariel leyó el cuento entretenido, esta vez era el turno de “mi amiguito el cangurito”, un cuento hecho a base de rimas infantiles con palabras demasiado simples, incluso en alguna parte rimaban “casa” con “pasa”, así de simple era la lectura.
Cuando la actividad terminó Nahyra se encontraba tumbada sobre la alfombra haciéndoles cosquillas a los niños mientras que Dariel bailaba con las niñas como si fueran unas “princesas”.
—La actividad de hoy se ha alargado un poco, el príncipe les dará su refrigerio mientras yo voy con Becka para que pasen sus mamás por ustedes—indicó Nay haciéndole señas al príncipe para que la cubriera mientras ella se tomaba un descanso.
Los niños y niñas se formaron en una fila esperando con ansias la comida. Primero les fue entregado un jugo de naranja en pequeñas cajitas y después una rebanada de pastel de chocolate dentro de sus envases plásticos. Pero no todos los niños estaban comiendo alegremente, Gema estaba muy triste observando su rebanada de pastel con una cereza encima.
— ¿Qué te sucede princesa? —Quizá Dariel no poseía una experiencia con niños tan basta como la de Nahyra, pero el truco de llamar “princesa” a cualquier mujer nunca fallaba.
—Hoy Becka me ha dicho que Raque nunca devolverá mi libro porque se ha cambiado de casa a un lugar lejos de aquí—la pequeña hizo un puchero de advertencia porque ahí venía el llanto.
No faltaron mas que un par de segundos para que Gema se pusiera a llorar en los brazos de Dariel lamentando el robo de su libro favorito.
— ¿Cuál es el libro que se ha llevado?
—El de Blanca nieves
—Muy bien, mañana ven a visitarme en el palacio y te daré el libro.
— ¿Hablas en serio? —los ojos de Gema se iluminaron y observaron al príncipe con asombro y cariño.
—Es una promesa.
La pequeña se quedó observado su mano derecha y entonces alzó su meñique para cerrar su promesa.
—Hace años que no hacía esto—murmuró Dariel mientras engarzaba su meñique con el de la niña—, mañana te espero.
Ambos salieron de la sala y fueron a ver a su mamá.
Nahyra estaba viendo todo desde afuera y tuvo que esperar más tiempo ahí para asimilar todo lo que había pasado. Ahora Dariel estaba con una niña haciendo una promesa que desconocía y ella lo había presenciado y lo que era peor, había sentido esa hinchazón en el pecho, esa misma sensación que produciría el orgullo o quizás el cariño.
Fue a la puerta trasera para avisarle a Becka que el estómago le comenzaba a doler enviando arcadas a todo su cuerpo, odiaba cuando eso sucedía. Aunque casi nunca pasaba había comenzado el efecto en cuanto vio a Dariel en la biblioteca.
Dariel se había dado cuenta de su ausencia y comenzó a caminar a toda prisa por cada pasillo entre los estantes llamando la atención de las pocas personas que leían tranquilamente.
—Dariel cálmate, Nay se ha sentido mal y ha tenido que regresar a casa—dijo Becka con una sonrisa al darse cuenta de todo lo que estaba sucediendo justo en ese momento entre Nahyra y el estúpido príncipe—. Si gustas puedes ir a verla, yo me encargo de esperar hasta que se vaya cada niño.
Dariel esbozó una gran sonrisa y salió corriendo en busca de la dirección de Nahyra para poder saber cómo estaba en ese momento.
—Hey príncipe, debes tomar la ruta veinte que te deja cerca de tu colegio—Becka lanzó unas monedas para que Dariel pagara el transporte.
Se quedó en la parada esperando la ruta que tardó un milenio en pasar y se subió a ella. Los asientos estaban ocupados y habían muchas personas de pie en el pasillo sujetadas de la barra de metal sobre su cabeza.
—Por favor recórranse hacia atrás porque subirán más personas—ordenó el conductor y todos comenzaron a apretarse más hasta que por obra de los empujones llegó hasta en medio de todos.
Durante el recorrido tuvo que soportar los alaridos de una mujer que subía con una bolsa de mercado, un niño metido en un berrinche que podría escucharse en todo el transporte colectivo y para rematar el viaje una chica que no paraba de describirlo con la chica con la que estaba hablando por teléfono.
Llego hasta el colegio y bajó de inmediato para ir a la casa de Venturi y averiguar cómo se sentía. Llamó a la puerta y lo recibió la sirvienta, quien cargaba una bolsa con hielo picado.
— ¿Qué sucede príncipe?, ¿a qué debemos su isita?
—Necesito saber si Nahyra está bien— no podía ocultar la preocupación en su voz y entró de inmediato  la habitación de Nay, descubriendo así, a una chica envuelta en capas y capas de cobijas y con un termómetro en la boca—. Nahyra—murmuró y cerró la puerta a sus espaldas.
—Dariel, ven aquí.
Él se acercó poco a poco hasta llegar a la orilla de su cama y entonces ella pellizcó sus mejillas hasta dejarlas rojas.
—Te he estado extrañando, dame un besito de buenos días ¿sí? —murmuró adormilada.
—Pero…pero es muy tarde, no podría hacerlo…
—Ignórela joven príncipe, la fiebre es muy alta y ha tenido pequeños lapsos de alucinaje—advirtió la mujer del servicio y los dejó a solas mientras corría por la cocina para hacer un té que pudiera solucionar el problema.
—Mira Nahyra, he venido sólo para saber cómo estabas…
—Me abandonarás tu también—Nay comenzó a gimotear y a retorcerse bajo las sábanas mientras sujetaba la ropa de Dariel para que éste no escapara—, siempre me abandonas cuando te necesito—soltó un chillido y ocultó su rostro entre sus manos.
—Pero estoy aquí justo ahora—comenzó a alejarse nuevamente antes de que la situación empeorara.
—Yo te…te amo pero tú no a…a…a mi—soltó una serie de gritos mientras se sacudía sobre el colchón.
—No digas esas cosas Venturi.
Dariel no sabía qué hacer, estaba más nervioso que de costumbre y ahora temía por su vida, ¿Que lo amaba?, él no lo creía. Además de que ella tenía lapsos de delirio pero su “lapso” ya había durado bastante.
—Ya basta Nahyra, no te amo.
— ¡Lo sabía!, tu quieres a Katherine y me ignoras por ser pobre.
—Claro que no, ella es una amiga y no me gusta. No te ignoro por ser pobre porque eso no me importa, eres una chica genial y no te amo, pero al menos me haces dudar de mis sentimientos…por Dios—ocultó su rostro entre las manos y después se las pasó por el cabello—, estoy hablando con una enferma.
— ¿De verdad sientes eso por mi?
—Estás cuerda—temía decir más de lo debido y que ella realmente recordara todo.
— ¿Me amas, piensas besarme?
— ¡Deja de ser tan directa! —gritó y corrió hacia la puerta pero su escape fue impedido por una Nahyra mareada y a punto de caer al suelo en un vano intento de alcanzar primero la puerta—. Déjame escapar—tuvo que implorar mientras la detenía por los hombros para que no se cayera.
—Si quieres irte me debes dar un beso—juntó ambos labios y se dirigió decidida hacia Dariel para acorralarlo entre su cuerpo y la puerta.
—Ni hablar, no haré eso, aléjate Venturi o te denunciaré por acoso sexual.
—No es acoso, sólo le pido un beso al amor de mi vida.
Dariel volvió a sonrojarse y esta vez su rostro estaba frente al de Nay, por lo que no pudo ocultar su rostro.
—Está bien—se acercó poco a poco a ella y entonces a penas y rozó sus labios con los de Venturi—. He perdido—murmuró y sostuvo el rostro de Nahyra entre las manos para depositar otro beso de igual forma que el anterior—. Vete a dormir.
Guió a Nahyra Venturi hasta su cama y la dejó descansar.
Dariel estaba a punto de retirarse de la casa de Nay cuando de pronto la encargada de la limpieza se presentó ante él para impedirle el paso.
—No le diré a nadie lo que he visto aunque si se enferma mañana, me temo que tendré que dar alguna explicación—sonrió y se pasó derecho a la recámara de Nahyra.
Y en efecto, al siguiente día Dariel tenía fiebre y aun así se levantó para ir al colegio porque debía presentarse a su clase de pintura para recibir la tarea y retirarse de inmediato de regreso al palacio.
Hasta ahora nadie había comentado algo al respecto. Al parecer la mujer del servicio había cumplido su promesa al respecto y lo peor era que Dariel no sabía cómo actuar en cuanto la viera; pero si actuaba extraño ella probablemente se acordaría de todo lo que había sucedido.
Salió del palacio con la intención de ir al colegio y afrontar a todos los estudiantes que ahí se encontraban sin importar si se habían enterado o no. Subió a la limusina con esa actitud arrolladora, pero en cuanto vio al grupo de amigas de Nahyra dentro del salón perdió el valor y fue a depositar sus cosas en una butaca que se encontraba en un rincón del salón.
Nahyra Venturi entró y de inmediato saludó a todas las personas que estaban en el salón. Pero detuvo su mirada sobre el príncipe. Se acercó poco a poco y le entregó una pequeña bolsa de regalo con unos caramelos dentro.
—Gracias por ir a verme y por cuidar de los niños y lamento el haberte contagiado, no era mi intención.
— ¡¿Que no era tu intención?! —estalló y tomó por sorpresa a Nahyra.
—Oh si, ahora recuerdo que te envié mis bacterias por correo directo al palacio—dijo con sarcasmo y agregó—: No comprendo para qué fuiste a verme—lanzó la bolsa hacia el suelo y todos se quedaron observando la escena.
Al menos había algo positivo en todo esto, Nahyra no recordaba el beso que le había dado Dariel, lo malo era que ahora solo él debía vivir con el remordimiento.
— ¡¿Cómo te imaginas que me contagié?! —gritó antes de que ella pudiera salir del salón. Ya no le importó que los estuvieran escuchando, sólo quería que ella también se enterara de cómo estaban las cosas entre ellos dos.
Nahyra regresó hasta su lugar con las manos apretadas en puños y los dientes rechinando. Si i9ban a iniciar una discusión más valía que lo hicieran en una parte donde no tuvieran tantos espectadores.
Tiró de la mano del príncipe y lo llevó corriendo hasta un par de salones que había visto vacíos en su primer día de clases, justo mientras buscaba el salón de música y fue ahí donde conoció a Antoni.
Se sentaron uno frente a otro en el sucio y frío suelo de mármol. Nahyra se llevó las rodillas hasta el pecho mientras que Dariel extendió las piernas para estar más cómodo para el momento.
— ¿Por qué dices que yo te he contagiado? —preguntó Nahyra aún molesta por la actitud del príncipe.
—Porque te besé—admitió quedamente esperando que Nahyra descargara su furia contra él—…Pero no fue intencional, tú me obligaste a hacerlo.
—Eso es ridículo Ariel, yo estaba enferma y en cama, es imposible que yo haya hecho eso—objetó y estuvo a punto de ponerse de pie.
—Claro que no, incluso tu sirvienta me dijo que tenías lapsos de delirio…si no crees en mi podrías preguntarle a ella—se encogió de hombros y le ayudó a ponerse de pie.
Ambos se fueron a su clase de baile sin dirigirse la palabra. Era la inconsciencia de Nahyra contra el temor de Dariel. Si ella se enteraba de que eso había sido verdad él estaría muerto y toda Kouba se quedaría sin heredero al trono.
Si Dariel mentía entonces ella podría continuar su vida feliz y sin remordimiento, ahora toda la responsabilidad estaba sobre la pobre sirvienta y ella ni siquiera sabía de lo que estaba a punto de formar parte.

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