Capítulo 7 "La cafetería"- Amor por accidente

LA CAFETERÍA

Al llegar a la universidad decidimos hacer nuestro recorrido por separado, pues en la entrada se escuchaba el rumor de que me había peleado con Ferdinand tras pasar la noche anterior en su casa ¿Acaso me estaban espiando?, hoy en día ya no se puede tener privacidad; no hay problema de que digan que pelamos, sino que insinúen que pasamos la noche juntos, técnicamente esa era mi intención, debo admitirlo, ¡Pero sólo pasar la noche EN SU CASA, no con él! Y peor aún, la pasé en mi auto; si van a contar un chisme, tan siquiera que sea algo factible. Pero al parecer nadie dudaba del hecho, era como si todos aceptaran la mentira y firmaran con sangre que me habían visto durmiendo con él.
Generalmente me molestaría e iría al inicio del escándalo, donde supongo que Eve, Chris y otro par de zorras más terminarían embarradas.
Esta vez no lo haré, no caeré en su juego para decir otra estupidez más como la de mi última discusión con ellas; sí, con la que se inició la mentira sobre su relación.
—Oye, ¿tú eres la tonta que dejó ir a Ferdinand Cordier? —dijo una chica que estaba observándome mientras caminaba.
—No soy ninguna tonta y no diré nada más sobre esto, ni siquiera te conozco—espeté.
—Lo siento, soy Kate Youth, de la clase de matemáticas, me siento a dos lugares detrás de ti—musitó sin parar de hablar.
—Mucho gusto, yo soy…
—Serene Boucher—es definitivo, esta chica si asusta.
— ¿Y tu cómo sabes mi nombre? —interrogué con cierta cautela, tal vez se convierta en una especie de ninja y me secuestre.
—Ya te dije que estoy en tu clase de matemáticas, pero no es por eso realmente, ¡tienes a media universidad hablando de ti! —chilló mientras daba saltitos y yo me quedaba estupefacta.
—Y… ¿Qué es lo que dicen?
—Que conquistaste al famoso Ferdinand Cordier y que…
—Alto alto alto, ¿famoso? —cuestioné.
—Sí, no te hagas la chistosita, te pescaste un buen partido—me guiñó un ojo y se fue.
¿De qué rayos estaba hablando?, ¿Con quién me vine a juntar? Inmediatamente debo ir a preguntarle qué sucede con todo esto. De famoso no tiene nada y si lo fuera yo estaría enterada de la procedencia de su fama.
Entré a mis clases y esta vez decidí sentarme hasta el rincón del salón de clases, estaba justo en la orilla de las ventanas, donde se veían a los chicos y chicas corriendo para entrar a sus respectivos salones o a aquellas parejas que tan amorosamente se besaban cerca de los barandales del cuarto piso del edificio. Todo era tan bello, jamás me había dado cuenta de la hermosa vista que tenía desde ahí.
La clase dio inicio y de inmediato me aburrí, el mismo tema de siempre en literatura, “el uso de los signos de puntuación”. Siempre lo mismo.
Decidí echar un vistazo por la ventana. Admirar los árboles meciéndose con el viento, cómo las nubes poco a poco se reunían formándose bloques grises que anunciaban que pronto llovería de una manera impresionante, los pajarillos volando como locos tratando de ocultarse bajo cualquier rama.
Y en cuestión de segundos, unas gotas comenzaron a pegarse al cristal que estaba frente a mí, y con esto mi señal para divagar mentalmente plasmando inconscientemente tonterías en mi libreta.
— ¡Señorita Boucher! —gritaba al frente la profesora a cargo del grupo en la hora.
— ¿Uh?…am… ¿le sucede algo? —<< ¿De verdad Serene?, “¿le sucede algo?”, es obvio que está molesta contigo>>me regañé al tiempo que sopesaba lo que estaba sucediendo.
—Sí, le estoy hablando, traiga su libreta y muéstreme sus ejercicios.
Me levanté mientras mi rostro enrojecía provocando risitas en mi salón y miradas estilo “de dónde salió ese bicho raro” sin tomar en cuenta todas las señas obscenas que algunas chicas me dedicaban. Llegué hasta el escritorio lista para mi regaño de la semana, no tenía nada escrito en mi libreta, salvo un pedacito de mi hoja que tenía unas iniciales en un cor… demonios.
Traté de arrancar aquel pedazo de hoja y la maestra me dio un manotazo en mi mano, le puse la mano encima del escrito para impedir su visión y comenzamos así una guerra infantil de “cubre la nota para que no te delaten”, hasta que logró arrancar el pedazo de hoja y llevarlo hacia sus ojos, parándose lista para leer el contenido. Hasta que hice lo más inesperado; le arrebaté el pedacito de hoja y me lo metí a la boca. Fue asqueroso, sabía a la crema humectante de la profesora y a monedas que habían estado entre las hojas de esa libreta.
Masqué y masqué el trozo de hoja hasta que pude pasarlo a través de mi garganta.
—Eso es repugnante en muchos sentidos—externó la profesora.
—Lo sé, pero fue necesario—chillé aun con ese peculiar sabor en mi boca.
— ¿Qué decía aquella nota? —sondeó.
—Nada importante—sonreí tiernamente para que dejara de prestar interés en la nota.
—No creo que haya sido algo tan insignificante como para que se lo tragara señorita Boucher, creo que me veré obligada a mandarla a suspensión  por una semana—recriminó—a menos que nos comparta lo que aquella hoja decía.
Puse mis palmas en puños a mis costados, apretando fuertemente mis ojos, como si al abrirlos todos desaparecieran y aquel momento jamás se hubiese suscitado. Tomé una gran respiración y solté lo que decía la estúpida nota.
—Efe ce y Ese be—susurré.
—Qué quiere decir con eso—continuó la profesora.
—Nada, solo unas iniciales.
— ¿Alguien en especial? —musitó con una pícara sonrisa en ese arrugado rostro.
—Mi…mi perro—mentí.
—Ama a sus mascotas—aseveró con aire de incredulidad.
—Si…ehm…mi perro…es como el hermano que nunca tuve—me llevé las manos hacia el corazón.
—Ya veo, siéntese, espero pronto nos deje ver al pequeño cachorrito—se sentó y continuó la clase.
Regresé a mi rincón a volver a admirar el paisaje.
—Cht, cht—hizo alguien a mi costado.
— ¿Uhm? —murmuré mientras me pasaba un papelito. Lo desdoblé cuidadosamente y en el interior de un corazón estaban unas iniciales.
F C & S B
Giré mi cuello hacia el lugar de quien me lo dio para averiguar quién lo había mandado.
—No lo sé, me lo pasó ella—señaló una silla a un lado de él y así fue sucesivamente hasta que los dedos apuntaron a Ferdinand.
—Tú estás muerto—gesticulé para que comprendiera y sólo puso cara de inocente.
—No sé de qué hablas—respondió.
Saqué una libretita de notas y escribí ahí un mensaje para él.
Serene: Ya deja de fastidiar ¬¬’
—Hey—llamé al chico que me pasó el papelito—a Ferdinand—y de inmediato el papelito voló por varias manos hasta llegar al destinatario.
Ferdinand: ¿Qué no son las iniciales de tu perro? :P
Serene: Sí y a él si lo AMO ;)
Ferdinand: Muy bien, iré a tu casa a verlo :D
Serene: No es necesario, podría morir al verte :3
Ferdinand: Lo sé, causo ese efecto cuando admiran mi belleza, aunque él sería el primer animal ¬u¬
Serene: De verdad ya basta con esto D:
Ferdinand: Dijiste que se trataba de tu mascota J
Serene: Sabes que eso fue una mentira >:O
Ferdinand: Así que una mentira ¿no? Y entonces qué decían las iniciales
Serene: Creo que sabes qué decían :/
Ferdinand: ¿Estas admitiendo que esas iniciales son MIS iniciales?
Serene: De verdad no quiero discutir en un papel -_-
Ferdinand: En la cafetería de la escuela después de la salida ¿si?
Serene: De todas formas te debo un trato, quiera o no debo estar ahí.
Comencé a doblar el papel para regresarlo y la profesora se acercó a mi lugar.
—Serene.
—Espera un momento, estoy intentando doblar esto…—gruñí molesta por la interrupción y el salón explotó en sonoras carcajadas, alcé la vista y la maestra me quitó el papel y esta vez se aseguró de estar lo suficientemente lejos como para que yo se lo arrebatara.
—Bien, veamos lo que la chica tiene que decir—se aclaró la garganta y comenzó a leer cada línea de los mensajes dejándome en mal plan ante todo el salón.
Me hacía cada vez más abajo en mi asiento hasta que casi llegaba al suelo, giré a ver a Ferdinand y el estaba como si nada ¿Por qué demonios sólo me afectaba a mí?, él parecía como si solo le estuvieran recitando las oraciones para un dictado mientras mantenía esa perfecta sonrisa en su rostro.
La clase terminó y no paraban las indirectas sobre el tema con cosas como “a mí también me gustaría tener un cachorrito así” y ese tipo de estupideces.
Las clases continuaron como siempre, aunque para mí era una hora más de tortura psicológica. Todo seguía tan normal como siempre para el resto del aula, aunque para mí, el mundo estaba colapsando lentamente a mi alrededor y yo era la única sobreviviente junto con Ferdinand y entonces nosotros…—¡Ya basta Serene! —Me reproché—deja de pensar en tonterías—decía una y otra vez alejando aquellos pensamientos tan cursis poco a poco.
Terminó otra clase y así de lento continuó todo. No podía salir a comer porque afuera estaba lloviendo a cántaros y nos podíamos resbalar, me vale un comino si me resbalo o no, yo sólo necesito un respiro y alejarme de todo esto.
Salí aunque las personas me advertían que el piso estaba totalmente mojado. Sin importarme, continué mi camino, bajé los primeros escalones sin ningún inconveniente, hasta que llegué a los escalones finales las cosas se complicaron, mis pies se deslizaban por sí solos en el escalón y cuando levanté un poco el pié para bajar por fin al suelo me resbalé y caí con mi trasero impactando en los mosaicos del escalón.
— ¿Te encuentras bien? —preguntó un chico frente a mí.
—Sí, sólo fue una caída—respondí.
Me tendió la mano para ayudarme a levantar y yo la tomé.
— ¿Qué haces Serene? —preguntó alguien a mis espaldas.
—Levantan…—paré para dar un respiro hondo—Ferdinand, por favor ahora no.
—Veo que conociste a un chico nuevo, los dejo solos para que continúen—murmuró irritado.
— ¿Celoso? —preguntó el chico que aún sostenía mi mano entre las suyas.
—No, para nada—dijo con ironía, lo cual me hizo sonreír—preciosa, te espero en la cafetería.
—Si—respondí con la mano aún cautiva por el chico.
— ¿Cómo te llamas? —preguntó por fin el chico.
—Serene Boucher ¿y tú?
—Christopher Onetto—musitó tendiéndome la mano.
—Mucho gusto—sacudí la mano que seguía bajo su agarre y él me soltó de inmediato poniendo se rojo.
Su cabello era de un tono rojizo y sus ojos azules, de un azul muy suave y claro, su cuerpo muy bien definido, tan perfecto como un actor de Hollywood y qué decir de su sonrisa, era de aquellas que te enamoran con el simple hecho de marcarse en su pálido rostro, cuando enrojeció porque no paraba de admirarlo sus mejillas se tiñeron de un leve rosa. Parecía un actor de verdad.
— ¿Tengo algo en la cara? —preguntó al notar que no apartaba la vista de él.
—No, para nada, es sólo que tus ojos son divinos—chillé dando saltitos y él se ruborizó un poco más.
—Bueno, a mi me encanta tu cabello—acaricié mi cabello y el posó un mechón rebelde tras mi oreja—eres muy bella Serene, lástima que Ferdinand sea tu acompañante, espero volver a verte pronto—besó mis nudillos de una manera gentil y se alejó sosteniendo su portafolio con el brazo.
—Tierra hablando a Serene Boucher ¿me copias? —gritó Pauline en mi oído.
—Deja de hacer eso—espeté—es muy irritante.
—Deja de babear a sí por ese chico lindo, es muy irritante.
— ¿Babear?, yo no estaba babeando por él.
—Sí, claro—rodó los ojos.
—De verdad, no estoy mintiendo—recriminé.
—Entonces por qué estas sonriendo de esa manera, exijo una respuesta creíble.
—Mi día ha sido de maravilla, sólo estoy feliz.
— ¿Acaso es por tu salida a la cafetería con Ferdinand? —alzó las cejas con insinuación.
—No, pero en parte sí.
—Con eso de que los corazones ahora son para las mascotas…
—Perdona ¿sí?, fue un momento de estupidez.
—De estupidez de enamorada—sentenció.
—No estoy enamorada—espeté.
—Claro, se nota en tus ojos que no lo estás.
—Deja tu ironía a un lado, de verdad te digo que no estoy enamorada.
—Bueno, entonces no te importará que vaya tras del pelirrojo sexy que te estaba hablando hace un rato.
—Ni se te ocurra acercarte a él—Pau soltó una sonora carcajada cogiéndose el estómago.
—Wow, Serene Boucher enamorada del sexy pelirrojo, ya era hora—chocó su palma contra la mía en señal de victoria.
—Pero cállate—susurré.
— ¿Por qué?, ¿porque Ferdinand nos podría escuchar?
— ¿Qué podría escuchar qué? —preguntó Ferdinand acercándose a nosotras.
—Que tienes competencia—Pauline nos dio dos besos a ambos en las mejillas y se retiró bamboleándose de un lado a otro.
— ¿Cómo que competencia? —preguntó Ferdinand.
—Ferdinand, por favor ahora no.
—Deja de llamarme Ferdinand, recuerda que estamos saliendo, puedes llamarme simplemente Fer.
—No te diré nada, detesto esta mentira, quiero ser libre de esta tortura lo más pronto posible.
— ¿Me estás terminando? —rió y no pude evitar sonreír ante la idea.
—No seas torpe—lo golpeé en el brazo—jamás te terminaría—continué con el juego.
—Entonces demos algo más de que hablar. Me tendió el brazo y lo tomé.
Caminé asida a su brazo hasta llegar a la cafetería, nos sentamos en un lugar apartado de todos los estudiantes, y antes de sentarnos me tomó por la cintura agarrándome desprevenida y plantó un exquisito beso en mis labios.
Nos movíamos rítmicamente con el beso hasta que nos fue difícil respirar y nos separamos. Dejándome así con todos los sentimientos a flor de piel y las miradas de todos los chicos de la cafetería sobre mí.

Mañana seguramente daremos de qué hablar a media universidad, nuevamente.

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