Capítulo 5 Jinohra- Sangre Real

JINOHRA

que te confiese que realmente te quiere como prometida en una caverna no es nada romántico, me lo tendrá que compensar en algún momento.
Ya se estaba acercando la puesta de sol  nosotros no dormimos en toda la noche, nos dedicamos a tocar temas variados para distraernos, lo cual me sirvió demasiado, pues estuve a punto de llorar en variadas ocasiones y Aivan trataba de hacerme conversar para evitarlo.
—Oye Jinohra, vallamos a caminar a ver si encontramos algo nuevo.
—Está bien—me levanté con dificultad y Aivan me cargó nuevamente para evitar que me pasara algo.
— ¿Por qué ahora me cuidas? —interrogué con una gran curiosidad creciente.
—Porque no te puedo dejar así, tus padres confiaron en mí como para comprometernos y no quiero arruinar eso—musitó y sólo suspiré.
Sólo era por eso, por mis padres, aunque cierta parte de mí quería que se tratara de algo más, no de simples tratados con mi reino.
—Entonces no te preocupes por mí, no tienes por qué cuidarme—como pude me retorcí en sus brazos hasta que pude estar de pie por mi propia cuenta.
—Eres una testaruda—se limitó a decir y avanzó a un paso rápido.
No podía seguirlo, así que me quité los estorbosos zapatos y caminé descalza por el bosque, de vez en cuando se me enterraban piedrecillas o pequeñas astillas de las ramas, troncos y raíces de los arboles.
—Ya basta Jinohra, no tienes que demostrar que puedes salir sin ayuda—reclamó con vehemencia.
—No estoy demostrando nada, sólo que me haces sentir una completa inútil tratándome como a tu hermanita.
—No te trato así, pero no me perdonaría si te pasa algo cuando sé que podía evitarlo, me sentiría mal—dio una estudiada media sonrisa y me tomó por las piernas para cargarme de nuevo. Esta vez me dejé hacer.
Caminó conmigo en sus brazos en busca de la salida, cuando escuchamos cómo caía un árbol a nuestras espaldas, giramos y unos guardias estaban ahí, talando árboles para rescatarnos.
No eran de Newry, pues no tenían los clásicos uniformes vino con blanco.
—Gracias señores—musitó Aivan mientras me aferraba más a su brazo.
—Majestades, ¿se encuentran bien? —preguntó uno de los guardias.
—Sí—me limité a responder, por alguna razón no me daban tanta confianza como los de mi reino.
Nos guiaron hasta donde estaba una camioneta estacionada lista para llevarnos a casa—un auto, seguramente la guardia de Lisburn—me dije.
Estaba agradecida de que no fuera de nuevo un carruaje ¿qué habrá pasado con el caballo?, espero que esté bien, mi familia amaba a ese caballo.
Nos introdujimos al vehículo, pero Aivan aún me cargaba sobre sus piernas, empezaban a reconfortarme, sin embargo me bajé de éstas para evitar que escuchara los ruidos provenientes de mi estómago vacío.
—Sé que tienes hambre, ya llegaremos a mi palacio, es momento de que tú me visites—apretó mi mano un poco para relajarme, y me sorprendió el efecto que este gesto tenía en mí.
Al llegar a su castillo, me lo imaginaba más…grande, y en especial lujoso, sin embargo me encontré con lo que se podría llamar una torre, así, simple y sin más ornato que unas flores y árboles, el campo se extendía gloriosamente a su alrededor pero relativamente pequeño a comparación de mi casa.
—Gracias por la ayuda, pueden retirarse—ordenó Aivan mientras descendíamos del auto—enseguida te traerán nuevos zapatos.
— ¿De qué número calzas? —interrogó Aivan.
—No te lo diré, eso es personal.
—Apuesto a que es tan grande el número que por eso no quieres decírmelo.
—No, no es eso…sólo es algo personal, ya déjame, no tienes que cuidar de mí—farfullé alejando de un manotazo su brazo.
—Pero es que este no es el castillo Jinohra, no estamos en el palacio de mi familia, estas en mi casa, ya te lo dije.
¿En su casa?, esperaba que bromeara, que hiciera algo que me indicara que esto era sólo una mala broma.
—No es cierto—musité con esperanza.
—De verdad, aquí no están ni mi madre ni mi hermanita, estamos aislados de todo esto, por eso necesito tu número de calzado para mandar a una zapatería cercana, ¿o mejor lo ordenamos por teléfono? —sugirió.
—Me parece excelente—me estiré para quitarle el celular que mantenía aferrado a su mano y él se hizo para atrás impidiendo que llegara hasta él.
—Si no me dices el número te obligaré a que lo hagas, no me importa el medio, de una u otra forma me lo dirás.
—Del cinco—susurré poniendo mala cara.
—No tienes el pie tan grande—soltó una carcajada.
Era obvio que tenía un pie enorme para ser una princesa, las demás chicas tenían pies de geisha, eran perfectas y yo tenía un pie enorme, ese había sido un defecto que me atormentaría por el resto de mi existencia.
Enseguida tomó el móvil y marcó el número de la zapatería, un sistema de entrega a domicilio sería eficiente en Newry y facilitaría la llegada de artículos nuevos a las zonas marginadas. Pero mi padre jamás aceptaría la idea.
—Listo, en unos minutos llegarán un par de hermosos zapatos para mi princesa—se sonrojó al notar lo mismo que a mí me había dejado boquiabierta—quiero decir para mi prometida, la princesa—compuso, pero mi mirada estaba perdida y tratando de olvidar su ridículo accidente— ¿Por qué estás triste?
—No es nada—sacudí mi mano frente a él para restarle importancia al asunto.
Pero le estaba ocultando algo, probablemente él ya se había dado cuenta de todo esto y no podía fingir más tiempo.
—Aivan ya no puedo con esto
— ¿Con qué?
—No me enamoraré de ti jamás y sé que tu tampoco de mí—callé por unos segundos para después continuar— y yo no quiero casarme, quiero vivir mi libertad, quiero saber que viviré a mi gusto por el resto de mi vida.
—Vivirás feliz, yo tampoco quiero casarme, pero las cosas ya están hechas, no podemos llegar y anular el matrimonio de un momento a otro.
—Pero podríamos hacer algo, no lo sé, una pelea entre los reinos, Huge me dijo…
—Yo no quiero nada de Huge, prefiero casarme contigo antes que tratar con ese idiota—espetó iracundo.
¿Tan malo era casarse conmigo?, que insensible, está bien que queramos evitar la boda, pero era imposible que me comparara con hablarle a Huge algo que a él le costaría un triunfo, eso pasaba sus propios límites de estupidez.
Sin dar respuesta ni mostrar reacción alguna me puse de pié y salí descalza de aquel lugar. Subí las escaleras esperando que me dejara en paz, pero no fue así, me siguió por todo el estrecho pasillo.
—Jinohra, detente por favor ¿Ahora qué dije?
No respondí, me limité a abrir mi habitación, o al menos la que suponía sería mi habitación, pero no era un cuarto de huéspedes, era una habitación normal, como la que tenía en mi palacio.
—Jinohra, esa es mi habitación—indicó el chico molesto que me seguía.
— ¿Y dónde crees que dormiré?
— ¿Quieres dormir en mi habitación?, es mi casa y no tengo otra habitación, nunca recibo visitas.
Traté de pensar en algo, pero la única opción era el sillón y me resultaría incómodo dormirme ahí.
—No lo creo, regresaré a Newry.
—Pero mi chofer se ha ido y no sabes conducir
—Aprendo rápido
— ¿De verdad quieres aprender? —musitó sin tratar de reprimir la sorpresa que mostraba su rostro.
—No suena algo malo o por lo menos no parece difícil, así que sí, quiero aprender a conducir.
Sin decir algo me condujo a la cocina para mostrarme algo. Sacó de la alacena que estaba sobre su cabeza una serie de frasquitos con especias y comenzó a formarlas en una hilera en la mesa de trabajo abrió el refrigerador y sacó una bolsita con carne, desabrochó los botones de los puños de la camisa y se la arremangó; se asomó en las gavetas de a un lado y sacó un delantal, se lo ató por el cuello y la espalda y comenzó a preparar la carne.
Comimos tranquilamente una especie de carne a la plancha que él mismo preparó.
—No sabía que cocinabas, ¿dónde lo aprendiste?—murmuré con un poco de comida en la boca.
—Ni yo que tuvieras tan malos modales en la mesa—bromeó aún sin responderme de dónde había aprendido a cocinar, probablemente más tarde podría reintentar.
Continuamos el resto de la comida en silencio, esta vez sin las conversaciones de “pásame la sal” ni nada tonto como eso, todo estaba en silencio y sólo se escuchaban los pasos de la poca servidumbre que trabajaba ahí.
Al finalizar la comida esperamos un rato jugando videojuegos cuando por fin entregaron mis zapatos.
Unos hermosos tenis, él conocía mis gustos. De inmediato me los puse e hice un mal intento de modelaje que resultó demasiado vergonzoso para mí, pero no lo pareció para Aivan.
De inmediato puso su mano en mi espalda y me dirigió hasta la puerta, salimos y nos dirigimos a su patio, donde estaba el auto estacionado.
—Al menos no tiene un caballo que nos abandone—susurró en mi oído logrando que la piel se me erizara— ¿lista?
Caminamos poco a poco hacia aquel automóvil, un auto negro y descapotable, tal y como el auto con el que casi chocamos…
—Oye, tú y yo ya nos habíamos visto.
— ¿A sí? —preguntó notablemente sorprendido por mi aseveración.
—Sí, casi chocamos, recuerdo que le dijiste algunos improperios a Cassidy.
— ¿Improperios? —Soltó una sonora carcajada—perdona, pero la Jinohra que yo conocí diría tonterías, estupideces, jamás usaría una palabra como “improperios”.
No pude contenerme y su risa era tan contagiosa que comencé a reí un poco, sin hacer tanto ruido como Aivan.
—Bueno, está bien, probablemente yo no diría eso, pero estoy tratando de ser educada, recuerda la imagen.
—Pero ahora no estamos aquí como príncipe y futura princesa…
—Sobre eso—interrumpí—creo que necesitaremos de Cassy para que anulemos el compromiso.
—Ahora no hablemos de esto, es tu turno de aprender.
Abrió la puerta del auto y con una amabilidad impresionante me ayudó a acomodarme tras el volante, enseguida puso sus manos fuertemente sobre las mías, cubriéndolas por completo y calentándolas con cada segundo que pasaba.
— ¿Ves ese pedal grande de tu lado izquierdo?, es el freno—indicó Aivan—y el de la derecha—señaló—el chiquito es el acelerador.
— ¿Y esta palanca? —le di un golpe a la palanca de al lado.
—Es para las direcciones y para cambio de caja de transmisión—sonrió.
Creo que era muy paciente, le estuve haciendo preguntas sobre el auto y contestó a todas con amabilidad, supongo que era hora de que ya comenzáramos con la práctica.
Sacó la llave de su pantalón y la metió en un orificio.
—Pisa el freno—ordenó y lo realicé automáticamente—ahora gira la llave, ¿ves las letras que están en la palanca de cambios? —Giré a verla y asentí—ponla en la D.
— ¿Por qué en…
—Tú solo hazlo—espetó.
—Está bien—mascullé entre dientes y me dispuse a seguir su orden.
—Ahora liberemos el freno de mano—jaló una palanca que estaba a un lado del asiento—y suelta lentamente—recalcó—el freno.
Lo hice y el auto comenzó a moverse. Solté un grito de terror y estuve a punto de soltar el volante, pero las fuertes manos de Aivan tenían a las mías ajustadas al volante.
—Pisa un poco el acelerador para darnos velocidad—pisé demasiado el acelerador y dimos un tirón hacia adelante, haciendo que mi cabeza se sacudiera hacia varias direcciones—despacio te dije—riño y mi vista comenzó a nublarse por las lágrimas.
Me limpié sacando una mano del agarre de Aivan y él se percató de lo que sucedía, tomándome así de la barbilla para que lo volteara a ver.
—No esperaba que lo hicieras a la primera Jinohra, eso es muy complicado para cualquiera, no estoy molesto—suavizó sus facciones y se acercó peligrosamente a mí.
Me  sorprendió lo que hizo, ¡me besó!, pero esta vez yo estaba dispuesta a hacerlo, estaba segura de que en ese momento, teniéndolo tan cerca, si él no lo hacía yo lo haría.

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