Capítulo 2 "La empresa de papá"- Amor por accidente

LA EMPRESA DE PAPÁ:


La casa se escuchaba deshabitada, ni mi madre ni mi padre respondían.
— ¿Hola?, ¿Hay alguien aquí? —pregunté mientras me dirigía al comedor.
—Hola hija, siéntate, hoy no vendrá tu padre a comer, está en una cena de negocios y me temo que no puede llegar, pero dime ¿a qué se debe tu llegada así el día de hoy? —preguntó molesta mi madre, <<oh no, ¡su ceño está fruncido!, ella no arruga la frente a menos que esté muy molesta, y hoy es uno de esos días>>—así que él no lo sabrá a menos que quieras decirlo frente a él…
—No hay nada que explicar, y me da igual si debo explicarle algo a papá, él ya me ha visto en ese estado— respondí esperando que no siguiera preguntando.
—Ya veo, no quieres decirme lo que sucedió.
—No es eso mamá, solo que…—suspiré—no fue un gran día y no tengo ganas de hablar de esto, no lo tomes a mal ¿Sí?
—Te comprendo, pero espero que haya una buena explicación para todo esto, ya sabes cómo es tu padre y no quiero que te castigue sólo por cómo te veías.
—Gracias ma—musité agachando la cabeza.
Subí las escaleras arrastrando los pies en cada escalón hasta llegar a mi habitación, giré el picaporte haciendo rechinar la puerta y me introduje en ella, me quité los zapatos y subí a mi cama. Acostada bocabajo tomé mi iPod y lo encendí esperando mis notificaciones de Facebook.
Más de quinientos me gusta a una foto mía con un enorme abrigo de Prada en rojo Valentino y tacones de no más de ocho centímetros en piel beige con la punta en charol negro, típicos de Chanel, mi padre me los compró hace una semana por una transacción con un empresario que logré concretar. Pero eso no importa, en cuanto me duerma y amanezca estaré muerta.
Mi padre me castigará y no creo soportar otras dos semanas sin ir de compras a ningún sitio.
La última vez que estuve castigada papá se encargó de cerrar mis cuentas y quitarme el acceso a mis tarjetas, es por eso que ahora no poseo ninguna, pero esta vez sí exageré, digamos que mis castigos siempre dependen de que tan grave es la situación.
Esta vez, como hija de un gran empresario, debo mantener mi imagen impecable, pues como él trabaja en una de las más prestigiadas empresas de moda no me puedo dar el lujo de lucir fuera de lugar ni nada por el estilo, siempre debo usar lo último en moda y hasta ahora lo he llevado todo a cabo. Pero hoy con mi error al introducirme en esas condiciones a su empresa estoy segura que lo irrité demasiado.
Mi único consuelo es que al menos pude disfrutar mi último día de compras con mi amiga, hubiera sido maravilloso si no fuera porque Ferdinand decidió traerme a casa.
Dormí como tronco el día de hoy. Mi alarma no sonó y acabo de despertarme porque mi teléfono estaba sonando con una llamada entrante.
—Bueno—contesté aun adormecida.
—Hola Ser, ¿vas a venir a la escuela? —preguntó Pau.
—Buenos días, que gusto que estés bien.
—Perdona, pero es que estamos en clase y te estoy hablando debajo de mi mesa, así que ¿sí vienes o no? — demonios, había olvidado la escuela.
—Sí, enseguida voy para allá—contesté apresurada.
Busqué en mi armario algo que ponerme, el clima no era nada favorable para los vestidos, así que me decidí por unos jeans, una playera con cuello en “V” y unos tenis. Algo muy sport para mi propio gusto.
Al bajar mis padres ya no estaban, ambos se habían ido a trabajar y solo estaba la sirvienta recogiendo la mesa.
—Buenos días señorita, su padre me dijo que cuando salga del instituto una limusina pasará por usted para que asista a una reunión con uno de los nuevos accionistas de la empresa—ordenó.
—Gracias—dije dirigiéndome a la puerta.
—Espere señorita, un joven pasó por aquí esta mañana preguntando por usted, le dije que estaba dormida— ¿Un joven preguntando por mí?
—Y… ¿Cómo era ese chico? —indagué.
—Era alto, delgado, atractivo para las jóvenes de su edad, cabello castaño claro, ojos café muy claro tanto que parecían dorados, la tez blanca y venía con una camisa a cuadros y un pantalón de vestir—concluyó la descripción—y venía en un auto Peugeot si no me equivoco, de color negro.
—Gracias—dije molesta.
No puede ser, Ferdinand vino a verme.
Al llegar al instituto ya habían pasado la mitad de las clases y yo no había entrado a ninguna.
—Con que ahí estás, ¿Qué ha sucedido? —preguntó Pauline.
—Me quedé dormida y apenas me desperté.
—Todos los profesores pasaron lista y ya dejaron las tareas, por cierto…no sé cómo decirte esto…
—Escúpelo.
—Reprobaste de nuevo psicología empresarial.
—No puede ir peor mi día Pauline, ¿Cuándo son los exámenes de regularización? —pregunté agotada.
—El martes de la semana que viene Ser, ¿te encuentras bien?
—No, probablemente me castiguen hoy por lo del otro día.
— ¿Por regresar tarde? —rió.
—No te hagas—la regañé—por lo de mi imagen—confesé cabizbaja.
—Pero no fue tu culpa, si aquel chico no se hubiera tomado el camino a su casa no hubieras llegado tarde.
—Pauline, es mi culpa por completo, si no hubiera olvidado la salida a la empresa hubiera evitado todo esto—susurré evitando que las lágrimas que habían logrado nublar mi vista se derramaran.
—Ven aquí Ser—dijo abriéndome los brazos y estrujándome contra ella—ya no llores, todo irá bien.
—Es solo que no quiero que vuelvan a salirse de control las cosas Pau, no sé cuándo permití que todo esto me sucediera en un día.
—Pero no todo es tan malo, al menos conociste a un chico guapísimo.
—Eso no ayuda mucho para consolarme.
— ¿Vas a negar que estaba lindo? —recriminó.
—No estaba lindo, ya te dije que no es mi tipo y que me resulta de lo más arrogante su actitud.
—Lo que tu digas, solo te recuerdo que yo lo pedí primero.
—No me interesa—sentencié.
Entré a la siguiente y última clase lista para prestar la mayor atención posible, pues era la materia que había reprobado y de verdad necesitaba aprobar su materia o le daría más razones a mi padre para reforzar el castigo.
—Y es así jóvenes, como la psicología nos puede ayudar a contratar al mejor personal y más calificado para nuestras empresas—puntualizó el señor Baker
— ¿Nos vamos? —preguntó Pau del otro lado del salón mientras los demás alumnos salían corriendo hacia sus respectivos automóviles.
—Lo siento Pauline, hoy vendrán por mí.
— ¿Problemas con la empresa? —interrogó.
—No, sólo es un nuevo inversionista.
—Suerte Ser, ya me darás las buenas nuevas de tu adquisición.
Me dio dos besos y se retiró a su motocicleta.
Caminé hacia el estacionamiento esperando a ver a limusina, que en efecto, ya se encontraba esperándome.
—Buenas tardes señorita, su padre necesita de su presencia urgentemente en la empresa, espero que la señora Valois le haya informado.
—Sí, lo hizo y por cierto puede llamarme Serene, Ser o como guste, creo que llevamos demasiado tiempo conociéndonos como para seguir tratándonos de “usted”.
—Como guste…s Serene—sonreí ante su detalle.
—Gracias…
—Joseph—terminó mi frase.
—Ok, gracias Joseph—noté como su boca se curvaba en una leve sonrisa.
Mi chofer prácticamente era como mi abuelo, siempre hablaba conmigo cuando era pequeña, me consolaba cuando estaba triste, estuvo en todos los momentos buenos y malos desde mi infancia y yo no puedo seguirlo tratando como alguien ajeno a mi vida, realmente para mí es como alguien más de mi familia.
—Llegamos Serene, tu padre debe esperarte ahí dentro.
—Gracias Joseph.
—Suerte Serene, y estoy seguro de que podrás concretar la inversión—dijo con cierta esperanza en su rostro antes de retirarse y dejarme justo en la entrada del lujoso edificio.

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—Adelante señorita Boucher—invitó mi padre.
—Papá, sabes que puedes llamarme Serene ¿cierto?
—Lo sé hija, pero no debo mezclar la familia con los negocios.
—Bueno, dejemos estas tonterías para otro momento, ahora dime ¿dónde está el inversionista?
—En la sala de juntas esperando—resopló—ten cuidado, es algo “especial” —dijo acentuando esas palabras haciendo unas comillas con los dedos.
—Lo tendré, ahora si no hay más indicaciones, me iré a concretar este asunto.
Salí del despacho de mi padre hacia la sala de juntas repitiendo cada una de las cláusulas de los contratos, las respuestas a las preguntas más frecuentes, la misión, visión, etc. de la empresa hasta llegar a la puerta de la sala.
 —Buenas tardes señor, lamento y ofrezco mil disculpas ante mi tardanza—recité mientras cerraba la puerta de espaldas a la sala.
—No te preocupes preciosa—Maldición, maldición, maldición, esto no puede estar pasándome.
Giré para ver el rostro de Ferdinand observarme divertido por mi expresión. Estaba más que roja, esperaba encontrarme hasta a un perro sentado en ese lugar pero jamás me lo hubiera imaginado a él.
—Veo que te he sorprendido.
—Para nada señor Cordier, ahora bien, me han informado que quiere hacer una inversión en M&M.
—Está en lo correcto preciosa—ya no lo soporto más, si vuelve a llamarme así no podré contenerme.
—Ahora bien, creo que sabe en qué precio oscilan nuestras acciones—continué tratando de parecer lo más seria posible.
—El dinero no es problema si es lo que está insinuando señorita…
—Serene Boucher—complementé—ahora, debe firmar antes estos papeles para poder realizar las transacciones indicadas—tendí todos los papeles sobre la mesa tal y como había visto hacer a mi padre.
Ferdinand tomó el contrato y ni siquiera se tomó la molestia de leerlo, así sin más lo firmó.
— ¿No lo piensa leer? —pregunté notablemente sorprendida.
—No, confío plenamente en la empresa, ahora sólo tengo una duda ¿qué beneficios tengo con todo esto?
—Recibir un porcentaje de las ganancias de la empresa—respondí automáticamente.
— ¿Y qué pierdes si decido no firmar?
—A un inversionista, creí que era obvio—contesté algo molesta por el rumbo de la conversación.
—Sabes de lo que estoy hablando, ahora contesta o perderás a un inversionista—ordenó con esa horrible sonrisa sancarrona tatuada en su rostro.
—Muy bien, no pierdo nada—contesté tratando de disimular mi preocupación.
Estaba mintiendo, si perdía esta inversión mi padre no me dejaría hacer las prácticas del instituto aquí y qué decir del castigo que obviamente traería esto.
—Muy bien, en ese caso…—tomó los papeles a punto de partirlos a la mitad.
— ¡NO! —grité desesperada.
—Creo que ya nos estamos entendiendo.
—Está bien, está bien, ¿Qué quieres a cambio de firmar esos papeles? — mascullé con una cara de pocos amigos.
— ¿Te parece una cita? — respondió.
—Ni loca…—y volvió a tomar los papeles—…rechazaría tal oferta.
—Pero eso no es todo, estarás a mi disposición por una semana.
— ¿Se le ofrece algo más a su majestad?
—Nada más preciosa, ahora corre feliz a disfrutar de tu nuevo logro— musitó mientras se ponía de pie y me daba los documentos—solo no quiero que rompas la promesa.
—Idiota—susurré mientras el giraba el picaporte de la sala para salir.
Se detuvo frente a la puerta girando la cabeza para verme
—Pero por toda una semana seré tu idiota—enfatizó.
No pude mantenerle la mirada fija en sus ojos y me agaché para evitar nuevamente aquel contacto visual que me era tan incómodo.

Sentí el móvil vibrar en la bolsa trasera de mi pantalón y lo saqué para ver de quién se trataba.
“Mañana paso por ti a las 4 para ir a comer Atte: Tu idiota”

Volví a releer el mensaje sin darle crédito al texto que tenía ante mi ¿De verdad accedí a este trato por el negocio de mi papá?, ¿tanta era mi desesperación por conseguir la inversión? Me estaba volviendo loca.
Caminé saliendo de la sala de juntas dispuesta a entregarle los documentos a mi padre y retirarme del edificio para darme un respiro de todo lo vivido en estos dos últimos días.
—Felicidades—dijo mi padre esperándome en la recepción.
—Gracias, fue… sencillo.
—No seas tan modesta pequeña, estoy orgulloso de ti—dijo con una amplia sonrisa en su rostro.
—De verdad no fue nada—dije tratando de disminuir la atención que todos ponían en mí.
Papá jamás me llamaba “hija” en el trabajo, siempre era “señorita Boucher” o simplemente “joven Serene” pero esta vez se veía notablemente feliz.
—Bien Serene, ve a casa y ya hablaremos más tarde, ni creas que lo pasaré por alto—sentenció, esta vez no tenía escapatoria.
Joseph me recogió en la empresa y subí sin ánimo a la limusina.
— ¿Te encuentras bien? — cuestionó Jos.
—No, la noche será complicada para mi Jos, no sé qué haré si me vuelve a castigar—confesé.
Debía hablar con alguien sobre todo esto y tal vez Jos era la persona indicada y con la madurez suficiente para apoyarme.
— ¿Se puede saber esta vez por qué te castigará?
—Claro, por ir cual vaga a la empresa de papá— contesté frunciendo a boca.
—Ya veo, lo siento mucho, creo que no te puedo sacar de esta.
—No te preocupes, no es tu culpa—dije sacudiendo la mano para restarle importancia a mi situación.
Nadie más mencionó algo durante el recorrido a casa, simplemente necesitaba ahogarme en mis pensamientos y olvidar todo, tal vez después de todo esto mi cita con Ferdinand sería mi única forma de salir de casa.
Al llegar a casa mi madre ya me esperaba con una tarjeta en la mano, la hora de mi juicio final ha comenzado.
—Estoy lista— dije de manera cantarina.
—Espera jovencita, alguien te ha dado algo— se quitó de donde estaba para mostrarme un ramo de tulipanes—esto merece una explicación ¿no crees? — extendió la tarjetita que sostenía hace un momento.

“Espero que las recibas con gusto Atte: El idiota”

—Mentiría si te dijera que puedo explicarlo—murmuré viendo ante mi ese precioso arreglo.
— ¡Serene ha completado…—la voz de mi padre se fue apagando conforme se acercaba a ver el arreglo!— ¡¿se puede saber qué rayos hace eso en mi casa?!
—No tengo idea, no sé qué es esto ni quien lo ha dejado—grité molesta.
—Serene Boucher, le hablan en a puerta—avisó la sirvienta dejando toda la atención puesta en mí.
—Ve a ver quién es—dijo mi madre.
Abrí la puerta para ver quién era y… ¡maldición!, no esta vez.

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