Capítulo 6 Aivan- Sangre Real

AIVAN

Salimos en el auto a visitar a los medios más importantes, teníamos que organizar una rueda de prensa para poder dar a conocer nuestro compromiso ante el resto del reino, pues los únicos que estaban enterados eran nuestras familias y las casas reales de los reinos con los que estábamos teniendo tratados, entonces la noticia sólo era a un nivel elevado de la sociedad.

Corrí con el auto aún pensando la cantidad de cosas que habíamos pasado juntos. Le robé su primer beso, golpeé a un tipo por ella, enfrenté a su padre y pronto le pediría matrimonio frente a todos.
—Aivan, ¿seguro que quieres hacerlo oficial?—interrogó Jin sacándome de mis pensamientos
No sé qué parte de TE AMO no le había quedado clara.
—Claro que sí, sólo…—me quedé contemplando las calles recordando que algo me hacía falta para ese momento—debo ir a un lugar antes, ¿puedes llevar el auto a tu castillo Jin?, sé que podrás manejar mejor esta vez.
— ¡¿Sola?! —espetó sorprendida—no Aivan, no manejaré sola, ni siquiera logré avanzar un metro cuando tú me enseñabas, menos lo podré hacer sola.
—Claro que sí lo harás mi amor—besé su frene mientras salía del auto—o por lo menos estaciónalo cerca, enseguida vengo.
No esperé a que ella contestara y salí corriendo hacia el puente de Lisburn y escuché el chillido de las llantas, estaba seguro de que la curiosidad de Jinohra no la dejaría desaprovechar la oportunidad de conducir mi auto.
Me dirigí hacia la joyería donde había conseguido el reloj rosado que le gustó, también me había gustado otra cosa que estuve a punto de comprar aquella vez, pero por alguna razón me pareció estúpido y prefería el reloj.
Al entrar el señor me miró de una manera sorprendida, por lo visto de camisa, pantalón de vestir y corbata impresionaba a los demás. Pero después me di cuenta gracias a los espejos, que mi cabello estaba alborotado por el viento que me rosaba al correr.
Observé detalladamente todo lo que tenía en el aparador y seleccioné lo que estaba buscando desde que entré, eso luciría hermoso en ella.
El señor lo envolvió mientras me hablaba de cómo mejoraría, según él, el país y lo escuché atentamente. Después de todo, una ayuda no afectaba.
—Listo príncipe, puede llevárselo—musitó el señor mientras yo le pagaba.
Regresé al auto de la misma forma de la que me fui, corriendo. Sin embargo el auto ya no se encontraba en el mismo lugar, ¿A dónde habrá llegado? Decidí caminar a paso lento para repensar las cosas, estaba seguro de lo que le diría, pero no estaba seguro de la respuesta que recibiría.
El sonido de un claxon me hizo reaccionar y salté hacia la acera justo a tiempo para no ser arroyado por mi propio vehículo.
— ¡Aivan! —gritó Jin desde el auto.
Corrí tras ella y por fin pudo detenerse, jadeante abrí la puerta y ella descendió.
Me admiró durante un momento, estaba perpleja y comenzó a reír mientras señalaba mi cabello.
—Lo sé, ¿no tienes algún cepillo para mi cabello?
—Vanidoso—masculló y yo reí.
—Un poco—la besé de manera fugaz y retomamos nuestro camino.
La noche ya comenzaba a hacerse presente y en menos de media hora los medios darían por concluido todo.
Aceleré el auto hasta el límite hasta que por fin llegamos a una de las televisoras más importantes de ambos reinos.
—Disculpe—grité mientras salía del auto—le tenemos una exclusiva.
— ¿Qué sucede?
—Usted sólo diga que tenemos que decir algo los príncipes de Lisburn y Newry—masculló Jinohra a mis espaldas—por favor—agregó respetando sus “buenos modales”.
—Muy bien majestades, enseguida hago el anuncio—se introdujo en el foro el tipo con mala cara.
Esperamos hasta que un camarógrafo nos hizo unas señas para entrar y así lo hicimos. Con paso firme entré pero Jin estaba detrás, estaba temblando y casi pálida.
—Jin, todo estará bien—sentí el pequeño bulto de mi compra en la bolsa de mi pantalón.
—Muy bien—tomó una gran respiración y trató de no parecer nerviosa.
Al entrar todo estaba en silencio, el programa tenía público en vivo, sin embargo al vernos entrar pararon sus gritos y aplausos para ponernos atención.
—Démosle la bienvenida a los representantes de nuestros distinguidos reinos, Newry y Lisburn—presentó el conductor.
—Muchas gracias Mark—musito mientras me ceden un micrófono para hablar.
Respiro profundamente para poder mantenerme firme ante lo que voy a hacer, jamás me imaginé hacer una cosa tan descabellada por alguien, pero tampoco imaginé enamorarme de una persona tan terca como ella.
—Buenas noches Newry, buenas noches Lisburn—inicié mientras Jin se estremecía a mi costado—hemos venido a darles un aviso muy importante—continué—hace algunos días se le informó a toda la realeza de ambos reinos que la princesa Jinohra de Newry y yo, el príncipe Aivan de Lisburn, nos comprometeríamos, sin embargo hasta hace poco se corrió el rumor de que mi prometida—dirigí una mirada hacia Jin—se había comprometido con el príncipe Huge, eso es una mentira—tragué con dificultad, lo que venía a continuación sería impresionante—y por eso estamos aquí, aclarando las cosas.
Me arrodillé con torpes movimientos frente a Jinohra y saqué de mi bolsillo derecho la pequeña caja que había adquirido en la joyería. Jinohra estaba más que roja mientras temblaba y se apoyaba a una de las gradas que estaban a un costado.
—Princesa Jinohra—abrí el estuche mostrando un anillo color esmeralda, un verde hermoso que opacaría aquella simple sortija rosa de Huge—eres una persona maravillosa, una de las mejores personas que he conocido en mi vida—puso sus manos sobre su pecho y las lágrimas amenazaron en su rostro—eres la mejor chica que cualquier hombre podría tener y yo sería un tonto si te dejo ir de nuevo—le entregué la caja y se quedó admirando el anillo—Jin, ¿te casarías conmigo? —la voz estuvo a punto de partírseme en ese momento, sentía un gran nudo en la garganta mientras ella callaba y todo el público la imitaba.
El silencio se extendió por minutos y comencé a preocuparme sobre mi decisión, probablemente ella no estaba lista para el matrimonio y bueno ¿quién me aseguraba que yo si lo estaba?, hasta que Jinohra comenzó a llorar y a gemir nerviosa, le di el micrófono para que hablara.
—Aivan, sabes que sí, y aún si me lo pidieras dentro de mucho tiempo siempre sería sí—se lanzó a mis brazos y comenzó a llorar agitándose contra mi cuerpo.
—Gracias—fue lo último que pude articular antes de partirme en pocas lágrimas frente a ella.
Salimos del estudio tomados de la mano mientras ella se limpiaba el rostro con mi pañuelo.
— ¿Sabes? —musitó con la voz aún entrecortada—el verde me gusta más que el rosa.

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