Otra pareja por favor- Corazón de hielo

OTRA PAREJA POR FAVOR

Unos tenis color negro se asomaron por la puerta y la figura de un hombre se develó ante todos los presentes…«Matthew Conors» fue lo que articulé antes de venirme abajo en un colapso nervioso.
Desperté en las gradas del recinto mientras el aire me recorría el rostro. Fui abriendo pausadamente los ojos y observé una mancha negra que batía un trozo de hoja frente a mí. Abrí bien los ojos y enfoqué la figura casi humana para, un tiempo después, descubrir a quién me estaba soplando con una hoja de cartón.
Empujé a un lado a Matt mientras trataba de ponerme de pie tras tambalearme en el proceso y casi caer desde la décima hilera en las gradas. Me sostuve como pude y traté nuevamente de ponerme de pie, la vista se me nublaba conforme pasaba más tiempo y sentía que el aire me faltaba.
Comencé a sentir algunas gotas frías caer en mi rostro, de pronto, toda el agua fría y algunos hielos impactaron contra mi cara obligándome a inhalar hasta por la boca y casi ahogarme mientras buscaba aire para mantenerme viva.
—Creí que morirías—comentó la entrenadora, quien sostenía un termo de donde había sacado el agua.
—Pues no, heme aquí y por cierto ¿qué sucedió? —pregunté mientras el resto de alumnos me observaba sentada en la gradas y sin la menor idea de lo que había acontecido hace más de media hora.
—Gracias al cielo estas bien, me marcó la instructora y vine por ti mi niña, sabía que estabas estresada y que no debías venir aquí el día de hoy…—comentaba mi madre sentada junto a mí.
—Espera un momento, esto no tiene nada que ver con el estrés mamá y puedes irte, sólo me dieron una noticia para nada grata, pero en fin no te preocupes y regresa a trabajar que esto es asunto mío—la interrumpí mientras ella insistía en llevarme a casa y yo luchaba porque eso no sucediera además de evitar por todos los medios posibles el hecho de que Matthew Conors fuera mi pareja.
—Como quieras, entonces me voy que tengo demasiado trabajo que hacer—espetó furiosa mi mamá mientras apretaba las manos en puños y se dirigía directo a la salida diciendo algunas palabras entre dientes que nadie escuchó.
El recinto se llenó de un silencio espantoso en el que sólo me di la libertad de pensar en el argumento perfecto para que él no pudiera ser el afortunado en patinar conmigo, debían haber cientos de chicos mejores que él, incluso sin patinar, apuesto a que cualquier otro chico estaría encantado de hacerlo por mí.
La mirada de la instructora viajaba de mi rostro hacia el rostro de Matt quien no había comentado nada al respecto, yo sabía que él también estaba en desacuerdo, ¿pero por qué no protesta o dice simplemente que no?
—No quiero más drama señorita Praxon, usted participará con él o si no me temo que tendré que convocar a un nuevo recital para que elijan a quien debería ir en lugar de usted, en vista que no quiere participar por el simple hecho de que su pareja inicial no fuese ese chiquillo.
—No es por eso—fruncí el seño, jamás sería por eso, era porque no quería estar con Matt y punto—es porque Matthew Conors es uno de los jueces y el hecho de que yo patine con él podría desencadenar chismes como que yo gané porque es mi pareja o cosas como esas, ya le ocurrió una vez a Diana en Michigan, no me permitiría cometer el mismo error—mentí, ni siquiera yo sabía de dónde había salido tan maravilloso pretexto, esto se merecía un Oscar.
—Yo ya no formo parte del jurado, sólo era parte del jurado en las locales, pero para las estatales lo siento, yo no tengo nada que ver con esto—dijo Matthew invalidando mi argumento y dejándome sin nada más que decir.
Se suponía que ambos debíamos renegarnos a hacer pareja, ni él ni yo queríamos y de esa forma nos estaríamos haciendo un favor… ¡claro!, él no quería que yo fuese feliz participando con otro, quería desdichar mi carrera con su inmunda presencia. Caminé de un lado a otro del pasillo mientras era observada por todos los presentes.
—Bueno…yo no quiero que eso suceda, y si así están las cosas supongo que no me queda otra opción mas que aceptar, lo haré—refunfuñé mientras me alejaba a paso lento rumbo a los casilleros, mi santuario de reflexión.
La instructora entró dando órdenes para todos.
—Chelsea practica tus giros hacia la derecha, me parece que te inclinas demasiado y vas avanzando, lento y casi nada, pero deberías mantenerte fija y recuerda que necesito saber qué tipo de música sugieren para su presentación—Chels le propinó un puchero mientras salía disparada hacia la pista, por lo menos a mi no me remarcaría los errores en la cara—en cuanto a ti May prepárate porque haces todo muy bien, pero necesitamos que lo hagas perfecto, así que de inmediato te coges unos conos y los colocas ya sabes cómo—May salió rumbo a la oficina de la instructora para tomar los conos—el resto vaya a la pista de velocidad a practicar para la demostración en invierno, quiero que hagan que este centro de Austin recupere la cantidad de alumnos que se fueron en este año.
Todos se retiraron y nos abandonaron bajo la fría y molesta mirada de la instructora que me hacía sentir una miniatura cada vez que me observaba con expresión de “debemos hablar seriamente”. Dio un paso hacia el frente y nos rodeó con dos pasos grandes, exhaló con pesadez y comenzó a hablar.
—Por favor, no les estoy pidiendo que se lleven bien, pero podrían aparentar que no se matarían mutuamente cuando tengan oportunidad, el futuro del centro también está en ustedes—dijo a modo de súplica.
—Yo no estoy negándome a esto, es ella quien no deja de repelar por la decisión—puntualizó Matt mientras la instructora asentía con la cabeza.
—Muy bien, entonces mañana los veré aquí a las doce en punto para dar unas prácticas particulares con ustedes, en cuanto a ti Verónica, ya basta, eres lo suficientemente madura como para poder poner una barrera entre el profesionalismo y tus emociones, por favor no quiero escuchar más reclamos o me temo que tendré que buscarte a una sustituta que sí tenga ganas de hacerlo—culminó y se retiró a revisar lo que el resto del grupo se encontraba haciendo, dejándome así con unos minutos a solas con quien sería mi nueva pareja.
—La instructora tiene razón—admití mientras jugaba con mis dedos, que de la nada me habían parecido de lo más interesantes—debo hacer esto quiera o no, así que de una vez te advierto que si intentas hacerme daño o cualquier otra cosa que no tenga nada que ver con el patinaje considérate hombre muerto—farfullé mientras con mi índice picaba el fuerte pecho del chico que tenía enfrente.
—No te preocupes, jamás se me ocurriría hacer semejante atrocidad—se burló y soltó una carcajada—más vale que te relajes Praxon, que esto no puede ser peor para mí, yo ya no estoy como para andar con chiquillas de dieciocho, te llevo muchos años como para intentar hacer algo.
—Si eso fuera verdad, aquel beso en la oficina no habría tenido lugar—murmuré sin percatarme de qué había dicho, pero lo hice en cuanto él se quedó con los ojos más abiertos de lo normal y una media sonrisa se dibujaba en su rostro—es decir…bueno yo no quería decir eso…—tartamudeé tratando de explicar lo que de mi boca había salido sin pensar en lo que me traería encima al decirlo.
—Te entiendo y descuida, sólo he estado jugando, mañana espero verte a tiempo para el entrenamiento, no suelo esperar a las novatas—giró sobre sus talones y se dispuso a salir, pero el brazo blanquecino de Chelsea lo detuvo y lo hiso volverse.
— ¿Te vas sin despedir? —canturreó mientras se acercaba cada vez más a él.
En un breve momento los ojos azul claro que hacían que me quedara embobada mirándolo se fijaron en mí en busca de algo en mi rostro, pero de inmediato los apartó cuando nuestras miradas se encontraron. Tiró del brazo de Chels y le plantó un beso en los labios que ella no pudo resistir a continuar ¡y justo frente a mí! Puse las manos en puños y salí de aquel lugar molesta, furiosa parque eso sucediera.
«Le estás dando mucha importancia» me dije mientras metía de un empujón los patines en la maleta y tenía razón, él no significaba nada para mí, así como yo no era nada más que un estorbo en su prestigiosa carrera. Indignada me cuelgo la maleta al hombro y me dispongo a abandonar el lugar donde me han humillado, así que no me molesto en llamar a mi madre, seguramente no ha terminado su trabajo y sólo le quitaré las pocas horas de descanso que tiene en el día.
 Camino por la salida mientras siento el impacto del viento en la cara e inhalo para llenar mis pulmones de aire fresco para destenzarme y comencé a reír histéricamente, tenía ganas de sacar de alguna forma lo que estaba cargando desde hacía ya tiempo y en ese momento la risa me pareció la mejor opción.
Seguí con mi camino mientras las voces que rodeaban el ambiente se hacían cada vez más silenciosas para mí, no les estaba prestando atención y escuché el pitido agudo que emitió una bocina de una camioneta que se aproximaba de frente a mí, sabía lo que a continuación vendría, sería impactada por la defensa enorme que poseía el vehículo, así que lo único que pude hacer fue encogerme y rodearme con los brazos mientras soltaba un chillido con lo último de mi aliento, con apenas un hilo de voz.
Cerré completamente los ojos esperando el fuerte impacto del monstruo de acero y lo único que sentí fue el impacto de mi cuerpo contra el pavimento y de un peso ligero sobre mí costado estrujando mis costillas. El aire de alguien respirando resonando justo en mi oído y me muevo debajo de éste para poder salir y ponerme nuevamente de pie. Lo único que ronda por mi mente es agradecerle a quien me haya salvado la vida. Giro la vista hacia abajo y veo a Matthew sobándose los brazos mientras se sienta en la orilla de la acera.
— ¿No te enseñaron a mirar a ambos lados de la calle antes de cruzar? —intenta hacer una broma o algo que me alegre pero no lo consigue. Puedo notar que está lastimado y débil, pero intenta ocultarlo bajo su semblante engreído.
—Me lo han enseñado pero estaba distraída—comienzo a la defensiva nuevamente y me doy cuenta que estoy siendo una completa maleducada, enseguida reprimo los siguientes insultos que se me venían a la mente y por fin continúo—perdona, perdón por causar este alboroto…yo lo siento y gracias, gracias por salvarme, rescatarme…o como quieras decirle—le tiendo mi mano y espero a que la tome para ayudarlo a ponerse de pié.
Él no suelta mi mano, sigue apretándola como si supiera que estoy a punto de arrancar a correr. Se inclina y me acerca hacia él para darme un abrazo que hace que mis huesos truenen bajo sus brazos.
—Perdona—murmura—perdona por no advertirte del auto, perdona por dejar que te fueras así, sin más—murmuró contra mi cabello—y perdona por arrojarme de esa manera y hacer que te golpearas.
—No tienes por qué pedir perdón, puedo cuidar de mí y no tienes la culpa de nada, yo salí con prisa y no me fijé…soy yo la que debería estar pidiendo perdón—le sonreí y le mentí. No tenía ganas de decirle que me había ido por ira, por la ira que me invadía al ver lo que estaba haciendo con Chelsea.
—Bueno, será mejor que te lleve a casa, no quiero correr el mismo riesgo ni que tú lo corras—puntualizó mientras se agachaba un poco hasta estar a mi altura, se fue acercando y pude comprender lo que quería. Reuní todo el valor que pude y lo empujé hacia atrás haciendo que perdiera la compostura.
— ¡Vamos! —Repeló— sé que querías eso, no lo niegues te vi cuando lo hice con Chelsea.
No me pude contener y le solté una bofetada. ¡Me lo estaba restregando!, sabía que lo había visto y aun así tuvo el descaro de venir a hacer lo mismo conmigo. Pero no lo iba a obtener, no ahora y no nunca.
Me di la vuelta y caminé con profunda indignación apretando el paso y metiéndome entre diferentes calles por si se le ocurría seguirme. «La camioneta debió arrollarlo a él», el pensamiento iba creciendo en mediada que me acercaba al sano resguardo de un techo y cuatro paredes. Mi hogar.
Llego al fraccionamiento y corro hacia la casa, saco las llaves de mi maleta e introduzco una de ellas en el hueco de en medio de la perilla y me equivoco, intento con otra y vuelvo a fracasar. Estoy nerviosa y mis manos tiemblan, ¿qué pasa conmigo?, intento con la última llave y ésta se rompe en el cerrojo atrancando así la puerta.
¿Qué voy a hacer?, busco el celular mientras saco los patines y los coloco frente a la puerta, coloco encima el vestido de mi entrenamiento y el celular cae al suelo y se desarma. Trato de rearmarlo y lo logro, marco el número de un cerrajero para que me abran la puerta y me confirman con una voz ronca que en aproximadamente una hora se harán cargo, mientras yo debo esperar sentada frente a mi casa hasta que o bien encuentre algo que hacer o simplemente hasta que llegue el cerrajero.
Escucho la bocina de un auto y me subo de inmediato a la acera, es un Jetta amarillo canario con las calcomanías de unas llaves pegadas en la parte delantera. La cerrajería, comienzo a sonreír porque sé que se encargaran de hacer que entre a casa, pero me doy cuenta de que he dejado olvidada la cartera en mi casillero del centro de patinaje y no tengo con qué pagar.
El cerrajero saca un cofrecillo con herramientas y se pone en cuclillas para poder estar a la altura del cerrojo y repararlo.
—Espere un momento—digo—enseguida vuelvo, debo arreglar unos asuntos—y salgo disparada rumbo al recinto para recuperar mi billetera o por lo menos para encontrar a alguien conocido que me preste un poco de dinero y poder pagarle al señor.
Las mejillas se ponen rojas con el roce del aire frio que ha estado oscilando últimamente y mis dedos se entumen conforme pasa el tiempo y… ¡Oh no! Matthew se dirige hacia donde yo estoy y huyo, corro para evitar nuestro encuentro, pero escucho los tenis rechinar contra el cemento de la acera y sé que es él quien viene tras de mí, rendida y con la cara roja por el aire decido detenerme, es decir, no tiene caso que siga con esto si de todas formas él se empeña en arruinar las cosas cada vez que se le pone enfrente una oportunidad.
—No estoy de humor Matt, por favor ya déjame sola.
—No vine en sí por verte, Chelsea tenía esto—me doy la vuelta y veo que saca de la bolsa de su pantalón mi cartera—se la he quitado y venía a dártela.
—Oh, muchas gracias—la tomo y la guardo en mi bolsa.
Ambos yacemos aparados uno frente al otro mientras no se nos ocurre nada más que decir, sin embargo la manera en la que me mira me dice más que cualquier cosa que vendría a hablar conmigo.
—Bueno yo…ceo que me voy—titubea y comprendo que tiene la misma duda que yo, ¿debería despedirme sólo así, o con un beso en la mejilla como lo hago con todos mis amigos?, decido dar marcha atrás a lo acontecido y me despido de él como si nada hubiese pasado y lo dejo sorprendido.
—Cuídate—digo antes de darme la vuelta y continuar de mi camino, pero lo que me dice hace que me detenga de golpe.
—Wow, creí que eras de esas mujeres rencorosas y berrinchudas, pero ahora veo que no es así.
— ¿En verdad te di esa impresión?
—No solo me la diste, sino que actuaste así cuando sucedió lo de Chelsea.
—No entiendes nada Matthew Conors, lo acabas de echar a perder—salgo corriendo nuevamente rumbo a casa, ya sé que no debería afectarme pero lo hace. Las lágrimas se escapan de mis ojos y vuelan con el viento mientras corro, y corro para alejarme de él, porque ahora sé que pase lo que pase no tengo más opción que hacer esto durante un par de meses más que no creo poder soportar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario