Capítulo II- Rosa

Capítulo II

Ainara comenzó a temblar en los brazos de Roger, no tenía ni la menor idea de qué hacer. Pensaba que probablemente podría fingir que fue víctima de la situación y del fuerte frío que le azotó en la espalda, pero era obvio que nadie le creería. Se separó un par de pasos del cuerpo de Roger y se alisó unas arrugas inexistentes en la falda del vestido para quitar la tensión que se había cernido sobre aquel bello lugar.
—Yo lo siento—dijeron ambos al unísono pero sin mirarse a los ojos. Ainara no lo lamentaba para nada, de hecho estaba agradecida porque fuera él quien se atreviera a hacerlo y así ella no tendría que verse obligada a dar una explicación a su hermana, quien posiblemente le iría a llevar el chisme completo a su tía y a sus hermanas, «mi tía» se dijo recordando que esa noche ella llegaría de Finlandia para cuidar de ellas mientras arreglaban todos los papeles para sus respectivos negocios y demás cosas que dejaron pendientes antes de llegar a aquella isla.
—Perdona, pero debo de irme, mi tía vendrá de visita y bueno…—no sabía porque debía dar explicación alguna, pero sintió que era necesario—. Debo irme para recibirla, no tiene llaves y seguramente se quedará esperando fuera porque mis hermanas no están—se dirigió a la mesa donde estaban todos observándola boquiabiertos y tomó el bolso para después salir de ahí sin esperar a su hermana, quien se quedó discutiendo con los hombres sobre qué mierda le pasaba a su hermana al devolverle el beso a Roger y después huir de esa forma.
Nadie encontraba respuesta alguna, inclusive Kimberly dudaba de sus grandes dotes al tratar de analizar a las personas, pero sabía que el rostro de Ainara antes de irse carecía de expresión alguna, simplemente una hoja en blanco que no demostraba a nadie. Nuevamente había levantado los muros a su alrededor.
—Bueno, veo que soy la única aquí con posibilidades de sacarle la verdad a Ainara sin la necesidad de golpearla, ahora ustedes—señaló a Matías, Carlos y Brandon—. Más les vale sacarle la información enterita a su hermano, no importa el medio, debemos tener completo todo lo que pasó…bueno, me retiro, me encanto convivir con ustedes y lamento el espectáculo que vino a montarles mi hermanita, si se les ofrece algo más ya saben dónde encontrarnos, fue un gusto conocerlos a todos—se levantó de su asiento y se despidió dándole un beso en la mejilla a los cuatro hermanos, para al final detenerse frente a Roger.
—Cuídate, espero no haberla cagado con Ainara—murmuró mientras dirigía a Kim hacia la salida del restaurante.
—No hiciste nada malo, eso estaba destinado a que sucediera y espero saber pronto el porqué, pero te advierto que si le has hecho algo que no vimos tendrás mañana a las cuatro hermanas Bloom reunidas en el hotel—amenazó Kim a Roger antes de irse—. Y te recuerdo que todas somos igual o peor que Nara.
Roger cerró la puerta mientras veía alejarse a su única conexión con la mujer que lo traía desconcertado y giró para toparse con la desagradable imagen de sus hermanos cotilleando sobre qué era lo que le había hecho a aquella mujer como para hacerla huir tan ofuscada.
—La cagaste Roger, la has cagado hasta donde no tienes idea—soltó Brandon sin retraimiento. Él se consideraba un experto en el arte de la seducción, y ante él, Roger la había metido y hasta el fondo—. Lo digo en serio llévale a su casa un ramo de flores y una caja de chocolates, esas chorradas cursis siempre le sacan una sonrisa a alguna mujer, siempre lo he dicho—musitó mientras se hinchaba de orgullo masculino—si le das una de esas mierdas a una chica ella caerá rendida, eso es un clásico…nunca pasa de moda y bueno, creo que sensibilizar un poco a Ainara te ayudará a arreglar todas las cosas que han pasado.
—Me vale un bledo qué hagas tú, estamos hablando de Ainara ¿acaso no la viste? Es más que obvio que me tirará las flores a la cara y pisará los chocolates en la entrada de su casa—reprochó Roger cruzando de un lado a otro frente a sus hermanos y pensando en una alternativa, odiaba darle la razón a Brandon
—Hermanito, hermanito, hermanito, existe algo llamado “entrega a domicilio” —puntualizó Matías dándole así la razón a Bran, quien no dejaba de sonreír sintiendo que con ese consejo le salvaría la vida a su hermano.
Roger giró la cabeza en busca de Carlos para que lo apoyara, sin embargo él se encontraba más animado hablando con una de las tantas recepcionistas que querían la vacante del hotel y que por supuesto querían meterse en las bragas de él, cosa que obviamente estaba consintiendo.
Carlos platicaba anímicamente con una rubia platinada cuando un fuerte tirón logró sacarlo de aquella esquina para ir justo al medio del triángulo formado por sus hermanos, bajo una discusión que incluía el incidente de Roger y Ainara como tema principal, entre otros alaridos a los que ya estaba más que acostumbrado..
—A mi parecer Roger, también la cagaste pero eso ya lo debes saber, creo que basta con dos opiniones certeras y para eso tienes a Mat y a Bran, ahora si me disculpan debo entrevistar a todas esas chicas para el puesto de recepcionista, nos hace falta una y si no la conseguimos pronto este hotel se vendrá abajo lentamente—se excusó Carlos con la intención de salir de inmediato de ahí, no quería dejar a la rubia, quería llevarla directo a la cama para echar un polvo, pero si debía elegir entre ir por la rubia y soportar a sus hermanos o huir a tiempo, prefería dejar sus deseos por la rubia a un lado.
—Un momento Charly—se apresuró a intervenir Brandon—. Sabes que mi trabajo es entrevistar al personal, gracias por hacer tu buena acción del día tratando de ayudarme pero ya vasta y dile de una vez a Roger que las flores funcionan, por lo menos a mamá le gustaba eso…—comenzó con su discurso Bran.
—No, yo digo que vayas tras ella, ellas aman esas cursilerías de cuentos de princesas así que se su caballero por un día y podrás llevarla a la cama y si me sales con la sandez de que la amas de verdad, te sacaré esa mierda a golpes, sabemos que sólo quieres meterte en ella y punto—sentenció su sugerencia Carlos.
Si Roger no estuviera tan preocupado como para ignorar a sus tres hermanos le hubiera roto la nariz de un golpe al gilipollas de Carlos, en verdad quería meterse con ella, pero sabía que antes debía enamorarla para poder hacerlo. Dejó a los tres idiotas discutiendo mientras él salía del hotel para ir a ver a Ainara. De entre todas las tonterías que le habían dicho probablemente la de Carlos era la menos estúpida, así que ¿qué perdía con ir a verla?, sólo perdía energía caminando, pero ya se ocuparía de acomodar su tiempo para cuando tuviera “ese” tipo de emergencias y poder ayudar a los hermanos en el hotel, jamás había pasado ni un solo día sin trabajar.
Llegó hasta el enorme portón verdecino con una delgada alambrada que giraba de diversas formas haciendo que se formaran diversas figuras como si fuese filigrana, los barrotes ásperos y recién pintados brillaban tal y como eran requeridos sin embargo ese portón era aquel que separaba la calle de la enorme casa donde se encontraba aquella mujer que había vuelto todo un lío su vida. Tocó con los nudillos un par de veces en el portón verde pistache sin darse cuenta que  a un lado había una serie de botones para llamar a las distintas habitaciones. Nadie salía y él ya comenzaba a desesperar. Comenzaba a pensar que simplemente no quería verlo más, que desde ese pequeño instante de contacto entre sus bocas había puesto el principio y el fin de su relación o cualquier cosa  que pudieran tener hasta ese momento y qué él no estaba dispuesto a abandonar.
Dentro de la casa se encontraba Reyna acomodando las cajas en una pequeña bodega que estaba en su recámara para que no se viera desordenado todo ese bulto de cartón. Bajó las escaleras para iniciar a barrer la cocina y el comedor, ya después sus hermanas se encargarían del trapeado y la barrida del resto de la casa, ya ella tenía suficiente con acomodar las cajas y arreglar la cocina, demasiado trabajo físico para ella; aunque después debería ir a echarle un vistazo al negocio que se había quedado plantado ahí sin nadie que le atendiera y así poder hacer una lista de lo que necesitaban para darle un empujoncito y ponerlo a funcionar lo más pronto posible.
Concluyó la barrida del comedor y la cocina y salió con la enorme bolsa negra de desperdicios rumbo a la salida para depositarla en el contenedor ubicado en la contra esquina de su casa y al atravesar por el portón vio a un hombre sentado en la orilla de la acera esperando a alguien mientras rascaba con una vara el asfalto.
—Hey, ¿se te ofrece algo? —gritó Reyna mientras bajaba cuidadosamente la bolsa y se preparaba para golpear al tipo en caso de que fuese necesario, las clases de defensa personal que Tess la había obligado a tomar bajo el pretexto de: “Eres demasiado débil y muy fácil de derribar”, debían rendir frutos.
—Oh, qué bueno, al fin alguien me abre la maldita puerta, llevo horas tocando—externó Roger a modo de queja, creía que Ainara había dicho algo sobre su tía, pero la que le abrió obviamente era su hermana—. ¿No se supone que tu tía estaba por llegar? —interrogó Roger intrigado por la ausencia de Ainara y de Kim.
—Sí, mi tía vendrá hoy pero creo que llegará tarde ¿gustas dejarle algún recado?, si eres alguno de sus noviecillos te advierto que aquí no eres bienvenido pero…
— ¡No!, en realidad no venía a ver a tu tía por Dios ¿cómo puedes creer que yo…?, es decir no la conozco y en realidad vengo por Ainara, pero veo que no está—los grandes ojos color miel de Reyna se fijaron en los de Roger tratando de averiguar por qué quería ver a Ainara, había algo en él que la hacía dudar, pero seguramente su bohémico romanticismo era el que la obligaba a encontrarle siempre una explicación al corazón de los hombres. En ese instante se le ocurrió algo nuevo para otro poema más, pero antes de salir corriendo como acostumbraba quería terminar de analizar la mente del hombre que se había plantado valientemente frente a su casa en busca de la terca de Nara.
— ¿Se puede saber para qué la quieres? —advirtió el cambio de la mirada de Roger que delataba que se trataba de algo personal y que prefería no hablar de ello, quizá algo que tenga que ver con el ego masculino, había estado con los hombres suficientes como para reconocer ese gesto de “no te entrometas” y así lo hizo, prefirió pensar en cómo convertir ese momento en poesía pura, cosa que no le costó demasiado trabajo.
—Bueno, yo debo irme, un gusto hablar contigo— Roger dio la media vuelta y se alejó con un paso lento e indefinido.
El frío comenzó a caer sobre la delicada piel de Ainara, quien pensaba en no regresar a su casa hasta que Kim le dejara de insistir que le contara más sobre lo que pasó con Roger. Pensaba que ya había dado el espectáculo de su vida con aquel castaño, metió sus manos a las diminutas bolsas del vestido y decidió ir a la calle donde se suponía que estaba el negocio de la abuela a distraerse y a despejar un poco su tan aturdida mente.
—Es momento de ir a casa, ya hace mucho frio y no tenemos ningún abrigo…—musitó Kimberly mientras se abrazaba para darse calor y no quedarse pasmada detrás su hermana, así que no tuvo otra opción que seguir los pasos de su terca hermanita que ya se encontraba bien encaminada hacia lo que en unos días sería el negocio familiar de las Bloom.
Caminaron en dirección al negocio. Al llegar no vieron mas que un pequeño establecimiento con un toldo de líneas horizontales azules y amarillas, las paredes de fuera estaban descascaradas y con grafitis por todas partes, las ventanas estaban grises por tanto polvo de los transportes que circulaban por ahí y por las telarañas que no se habían quitado en años, pero no tenían ninguna llave para abrir y echarle un vistazo por dentro o no la tendrían a menos que su tía se las diera.
Kim comenzó a jalar la puerta para ver si el picaporte se aflojaba y así poder entrar, pero este jamás cedió. En cambio, Ainara sacó las llaves de la casa y apuñaló con ellas el vidrio de la ventana que estaba junto a la puerta, introdujo con cuidado la mano evitando rasgarse el brazo con el pico de algún vidrio resquebrajado y abrió sin problema alguno la puerta de un tirón.
—No debías de ser tan salvaje, la tía tiene la llave y podría abrirnos si queríamos—reclamó Kim, quien más que enojada estaba asustada por la reacción tan impulsiva de su hermana.
—Bueno, ¿ves a la tía por aquí? Porque yo no así que dudo que haya aprendido a tele transportarse o a usar la telekinesis sólo para abrir una mugrosa y añeja puerta que bien pude haber destrozado de una patada pero hubiese sido menos dramático.
Ainara se introdujo primero con una sonrisa que denotaba el éxtasis que le provocaba estar ahí y por qué no, el haber roto el vidrio para poder entrar. Escudriñó con la mirada todo alrededor de la tienda, el polvo ya había cubierto los pocos muebles que quedaban y las polillas habían dejado evidencia de su estadía en aquel lugar. El olor a pútrido era penetrante y qué decir del aroma a humedad, seguramente la tienda no fue abierta durante años o más bien, jamás la habían vuelto a abrir desde que la abuela Clara falleció.
Kimberly entró temerosa de que una tabla se rompiera y el techo las aplastara, el aroma que salía a madera podrida era una seria advertencia para que no estuviesen ahí y mucho menos se atreviesen a ir más allá de unos cuantos pasos del marco de la puerta. Entró con total sigilo esperando ver ratas y demás animalejos espantosos andar por el suelo, pero lo único que vio fue musgo y moho que se había acumulado con el tiempo justo en el zoclo de las paredes, el aserrín esparcido por el suelo y la madera mullida con la que alguna vez alguien construyó los estantes y algunos mostradores.
Ainara no pudo evitar suspirar, ella pensaba que quizá sólo le darían una buena pintada y listo, pero ahora se daban cuenta de que debían invertir demasiado en todo aquello, en muebles, mercancía, pintura, tapicería…y en sus gastos no encajaban artículos innecesarios y pertenecientes a otro negocio, sólo tenía contemplados los gastaos del restaurant que ella había fundado junto con las primeras cinc franquicias, de ahí en fuera ella no tenía más gastos en mente, se dio la media vuelta para salir de aquel lugar a inhalar aire puro y quitarse ese terrible aroma a humedad del organismo. Pero al girar el cuello sus ojos vacilaron y la hicieron ver una sombra, se volvió a girar y la sombra permanecía ahí, comenzó a acercarse lentamente mientras pensaba que se estaba volviendo loca, causado probablemente por la inhalación de moho y musgo a la que se había sometido.
La sombra se levantó de un taburete roído que estaba tirado en el suelo y caminó hacia ella, los rasgos se hicieron más reconocibles y pudo ver entre todo el polvo y la poca luz la cara de su abuela. De inmediato pegó un bote y sacudió la cabeza.
Eso no podía estar pasando, seguramente se estaba volviendo loca, pensaba, pero la verdad era que ese rostro se había notado tan real que pudo haber jurado que era ella, que ella estaba ahí y ni duda cabía que le estaba sonriendo…pero ella ya estaba muerta, sí, seguramente estaba alucinando por el musgo y el moho, tanta humedad ya se le había colado en el cerebro alterando su vista.
—Kim, ¿la has visto? —gritó Ainara con una risa nerviosa, de verdad quería que alguien le dijera que sí, que ella no estaba loca.
Kimberly entró tosiendo hasta donde se encontraba ella, y escuchaba claramente cómo la voz de su hermana estaba temblando, uno de sus tacones de aguja se atascó en la loza rota del suelo y luchó contra ésta para lograr sacar su pie. Dio unos traspiés hasta que se estabilizó y caminó hacia Ainara, probablemente ella sí había encontrado alguna rata o algún alacrán como para haber pegado semejante grito.
— ¿He visto qué? —dijo Kim mientras Ainara se quedaba petrificada dándole la espalda.
—A…a la abuela—tartamudeó y Kimberly comenzó a reír, no le daba crédito a lo que su hermana le estaba diciendo ¿su abuela?, vamos, todo el mundo sabía que los fantasmas no existen y mucho menos uno de más de siete años—. Yo la vi—insistió al ver el rostro de Kim lleno de incredulidad y burla—sé que estaba aquí.
—No te ofendas Nara, pero ya estás muy grandecita como para creer en esas cosas, es decir, ambas sabemos que eso es imposible—y así Kimberly dio por finalizada la discusión, no tenía caso seguir hablando sobre el tema, quizá si fuese Reyna quien se lo hubiera dicho lo vería como algo normal. La lírica y prosa de Reyna ya le estaba afectando tanto que a veces la veía hablar sola así que viniendo de ella podría ser algo común, pero no de Ainara, ella sabía muy bien que esas cosas no eran posibles y que por más que su cerebro se esforzarla en hacerle ver lo contrario la conciencia la haría ver la realidad.
Ainara salió disgustada de aquel local, su hermana no le había creído y bueno, si alguna otra de sus hermanas se lo decía probablemente ni ella les creía. O quizá sólo fue una mala jugada de su mente, Ainara quería que fuera una mala jugada de su mente o se volvería loca.
—Oye Kim, ve a casa, necesito despejar mi mente un momento y ya vuelvo después—ordenó Ainara arrojándole las llaves de la casa a Kim, quien no tuvo problemas en atraparlas en el aire y después asentir.
Ainara se alejó frotando sus brazos con las palmas de las manos para darse un poco de calor y para usar las manos en una cosa y calmar sus nervios. Ella la había visto, estaba segura de que era ella y que podría pasarle en cualquier momento. En el cuadro que había decidido colgar en el comedor como un recordatorio de que alguna vez, años atrás, todas las mujeres Bloom habían estado reunidas ahí, aunque ella estaba en el vientre de su madre, pero había sido parte de ese grato retrato de ellas; había reconocido el rostro de la abuela y no le había aterrado, pero el haberla visto tan clara le estaba comenzando a apanicar y a traer una oleada de temor y al mismo tiempo de éxtasis por lo sucedido.
Una lágrima se le escapó al recordar todo, quizá no había tenido la fortuna de conocer a su propia abuela, pero su madre le había platicado tanto sobre ella que parecía que siempre pudo estar ahí para apoyarla y para cuidar de ella. Recordaba las tantas veces que su madre presumía de los postres que la abuela preparaba para toda la familia, o de lo hospitalaria que era. «Tú te pareces mucho a ella cuando era joven, y no lo digo por tu físico Nara, lo digo por tu actitud, eres tan aguerrida y terca como ella, pero todos sabemos que tienes el corazón más grande que alguien pudiese conocer» solía decirle su madre mientas ella la visitaba algunos días mientras iba y venía de la universidad.
Las lágrimas cesaron y se sentó en la banca de metal que estaba justo al frente de un diminuto parque que ella recordaba como su “parque de los dinosaurios”, porque ahí hubo una exposición de pequeños dinosaurios tallados en madera del cual Reyna obtuvo un maravilloso segundo lugar a sus siete años. Suspiró, había pasado ya tanto tiempo desde que habían abandonado la isla que las acogió en sus primeros años de vida, que acogió a su madre cuando su padre las abandonó para huir y enlistarse para el ejército y que acogió a la familia Bloom de hace tantas generaciones, era increíble que ahora ella estuviese ahí, en el mismo lugar que la vio desde que era un bebé.
—No esperaba verte aquí—murmuró un hombre que pasó frente a ella haciendo que pegara un brinco en la banca, él tuvo que detenerse a observarla—. Te recomendaría que no estuvieras a estas horas aquí afuera, hay criminales sueltos por las calles, yo podría ser uno de ellos. —murmuró con una voz alegre.
Ainara sólo podía ver unos ojos azules que se asomaban como relámpagos de entre las sombras, la voz aterciopelada le parecía familiar, pero no recordaba de dónde lo conocía ni a alguien que tuviera ese tono tan intenso de ojos.
—Tú no eres ningún criminal—se tentó a decir Ainara, pensaba que si no mostraba miedo en su voz o inseguridad en sus movimientos el hombre simplemente se alejaría sin hacerle daño—.Estoy segura de que si te conozco de algún lugar no eres ningún criminal, no suelo juntarme con esa clase de personas.
El hombre que en ese momento traía una sudadera con capucha se la quitó y Ainara reconoció a uno de los hermanos de Roger ¿cuál de todos?, ella no podía saber, no había prestado mucha atención a los nombres.
— ¿Y tú eres…?
—Matías Cadzow, no puedo creer que no me recuerdes, sin duda soy el más apuesto de los cuatro y me olvidas, me haces sentir el energúmeno más antiestético del planeta—jugó, la había visto caminar hacia la banca con la cabeza gacha, realmente se le veía mal y pensó en seguirla para animarla un poco—. Perdona que me entrometa, ¿pero por qué no estás con tus hermanas?
—Por la misma razón por la que tú no estás con los tuyos—respondió sagaz.
—Lo dudo—sonrió de lado—. Yo no estoy con ellos porque son unos hijos de puta, hay veces que desearía ser hijo único—dijo con suficiente severidad en sus palabras como para lograr que Ainara le creyera.
— ¿De verdad?
—Pienso eso y después me doy cuenta de que amo a esos hijos de puta, de que probablemente sin ellos mi vida sería una mierda y que no hubiese tenido ninguna niñez como la que tuve, por eso vine al parque…así que espero que ese no sea el motivo por el que estés aquí, tus hermanas no se ven para nada como unas…—dudó en decir las palabras, probablemente ella se molestaría y huiría tal y como lo hizo con Roger—…no se ven como unas malas personas.
—No estoy aquí por ellas, es por mí—Ainara se dio cuenta demasiado tarde de que había revelado un poco de ella ante Matías y temía que él se diera cuenta—. ¿Y tú, viniste a lanzarte de la resbaladilla?, que maduro de tu parte.
—No estoy hablando de eso, no me digas que tú no viniste nunca al parque, porque créeme que me vería obligado a darte un tour por toda la isla incluyendo mis hoteles.
—Sí, sí venía a este parque con mis hermanas, unos momentos muy tiernos y muy emocionantes para mi infancia, solíamos traer nuestra cesta y hacer nuestro “pic nic” aunque sólo tuviéramos un sándwich y una botellita con agua, pero eso para mí era todo un festín…—y siguió hablando acerca de cómo pasaba sus días en la isla mientras Matías notaba aquel resplandor en los ojos de Ainara cargados de amor, que aunque por fuera viera a la misma mujer enojada e irreverente que les había azotado la puerta en la cara aquella tarde que habían ido a ver a todas, sabía que en el interior había una dama amorosa y cariñosa aguardando por ese alguien especial—…Bueno, eso ya no importa es el pasado—retuvo algunas lágrimas que se habían acumulado en sus ojos y tuvo que limpiarlas con el dorso de la mano tratando de evitar los penetrantes ojos de Matías.
—Te llevaría a tu casa si te viera con los ánimos suficientes de regresar a ese sitio, pero como veo que no tienes ganas de hacerlo te tengo una propuesta, vamos al hotel y pasas la noche en una de las habitaciones que están desocupadas—él no tenía ni la menor idea de si había alguna disponible, pero el hecho de levantarse de la suite e ir a dejarle el desayuno a la cama le parecía una ilusión un tanto estúpida pero de todas formas podía darse el gusto de hacerlo.
—Te lo agradezco y bueno, me has leído la mente, me encantó tu hotel no lo niego, pero…
—Tengo algo en contra de los “peros” de mujeres ¿sabes? —musitó Matías con diversión.
—Muy bien en ese caso acepto—se levantó de la banca y se dispuso a ir andando, volteó la mirada y observó que Matías había sacado el móvil de la bolsa de su pantalón y hablaba mientras fruncía los labios ¿acaso era tan malo lo que sea que le estaban diciendo? —. Bueno Matías, si no puedes será mejor que me vaya a casa, mis hermanas deben estar preocupadas y mi tía ya debe estar ahí y no la he visto—Ainara se percató de que empezaba a hablar rápido, cada vez que estaba nerviosa lo hacía y ese era un momento como aquellos e incluso inició a entrelazar sus manos y a jugar con ellas. Un signo de nerviosismo más que evidente.
—Bien, desocupen un cuarto, ya vamos para allá—sentenció colgando con furia—. Dormirás en la suite con nosotros, se que suena raro pero en la suite tenemos seis recámaras totalmente independientes, así que no te preocupes.
—No me preocupo, he estado acostumbrada a que los hombres me acosen, así que eso parece normal.
—Yo no te estoy acosando, tú eres la que está insinuando eso, yo no he hecho nada como para que te sientas acosada, además no todos los hombres están locos por ti, tal vez tengas a Roger comiendo de la palma de tu mano, pero en cuanto a Carlos, Brandon y yo no hay nada contigo ¡por Dios! Si mi hermano ya puso los ojos en ti es obvio que ninguno de los otros tres nos meteremos contigo—admitió Matías mientras se daba cuenta de la enorme confesión que le había hecho, si Roger se enteraba lo mataría o peor aún le diría a la pelirroja, de la cual no recordaba ni el nombre, sólo recordaba los enormes pechos que se acoplaban completamente en sus manos y del enorme trasero que poseía…en fin, demasiadas imágenes de ella desnuda pasaron en su cabeza. Le diría a ella lo que realmente estaba pasando entre ellos dos y eso Matías no lo permitiría.
—Como quieras, será mejor que vaya a casa, no quiero encontrarme con cuatro hombres que no han tenido relaciones sexuales con ninguna mujer en bastante tiempo y que seguramente están esperando carne fresca—dignamente Ainara siguió su camino con la cabeza en alto mientras Matías iba tras de ella un tanto confundido.
Comenzaba a darle sus condolencias a su hermano que se cargaba unos gustos medio extraños con las mujeres, pero esta vez mínimo Ainara si era una mujer en forma y actitud, nada más excitante que una mujer que rechaza los encantos de cuatro hombres. Eso ya era una meta personal.
Rendido decidió cruzar la calle y dirigir su camino hacia el hotel, probablemente Roger lo esperaría ahí dentro después de que se enteró de que Ainara iría.
—Mati, ¿dónde estás hermano favorito? —cantó Roger al escuchar la puerta de la suite abrirse—. Te he estado esperando desde hace media hora.
Ambos hermanos se encontraron mientras él caminaba a paso suave y lento para que su hermano no lo viera llegar sin ella. Quizá si le decía lo sucedido lo mataría, pero una mentira le salvaría el pellejo por esta vez.
—Matías, ¿dónde está ella?, creí que habías dicho que sacara todos los papeles de la habitación porque ella estaría aquí y bueno, yo no la veo aquí—masculló irritado mientras apartaba sus manos en puños.
—Perdona pero yo no soy intermediario de nadie y para tu información casi lo consigo, pero si no me hubieras hecho enojar por el teléfono seguramente estaría aquí, ¿sabes una cosa?
—No
—Se está volviendo una costumbre para ti cagarla con ella—murmuró mientras Roger se pasaba una mano por el cabello, necesitaba deshacerse de los nervios y de esas ansias de volver a poner sus manos en ella.
—Espero que no—dijo en un resoplido.
Quizá Matías tenía razón y él estaba echando todo a perder mientras ella trataba de llevase bien, o quizá la situación era al revés. Ella era la que estaba haciendo lo posible por alejarse mientras él sólo era amigable y vaya que estaba tratando de ser muy agradable si no en el momento en el que le dio la caja de la mudanza la habría dejado en el suelo y la habría llamado de una forma espantosa de la que seguramente se arrepentiría.
Caminó hacia su habitación, donde su librero estaba repleto de los papeles que había sacado de la habitación que debería estar ocupando Ainara. Tomó los papeles y comenzó a ordenarlos para matar el tiempo.
Un documento de color caoba llamó su atención, el papel estaba añejo y arrugado, intentó alisarlo pero sólo logró arrancarle un trozo de papel de la esquina superior derecha haciendo que algunas letras del título se fueran ahí.
“Dear Bloom”
Decía aquella carta. Bloom. Roger ya había escuchado ese apellido antes, y lo había visto en los registros de defunciones de la Isla Capri. Alargó el brazo tomando así su tableta electrónica, abrió el sitio web de la presidencia de la isla e introdujo el código que le fue asignado cuando se encargaba de la publicidad turística para Capri con la esperanza de que aun no renovaran el registro de cuentas. La página abrió y seleccionó la entrada que decía “datos” de ahí se fue navegando y navegando hasta que dio con el enlace que lo llevaba hasta las actas. El mensaje de “página no disponible” le puso los nervios de punta y lanzó la tableta hacia su cama. Lo habían bloqueado ya de esa parte de los registros, necesitaba saber a qué Bloom iba dirigida, y, si sus sospechas eran ciertas, era a algún ancestro de las Bloom que él apenas conoció.
—Más me vale que guarde esto en un sobre—decía mientras hurgaba en los documentos viejos en busca de algo grande para cuidar la carta. Pero tuvo una mejor idea, le tomó una foto con la tableta y después metió con cuidado la carta entre otros papeles de pagos y cuentas bancarias para que no llamara la atención y para poder leerla después con más paciencia junto a las hermanas Bloom. Probablemente esa carta era para la abuela de las mujeres Bloom, pero debería esperar hasta mañana para averiguarlo.

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