Capítulo 6 "En tu casa sí"- Amor por accidente

EN TU CASA SÍ

El transcurso de las clases fue muy pesado debido a mi anterior encuentro con Ferdinand, esta vez no estaba en el salón, supongo que es porque debía recoger sus resultados del examen, sin embargo al apartar mi mirada de su lugar observé los asientos de Chris y Eve vacíos.
No pasa nada ¿cierto?, es lo suficientemente maduro como para cuidarse solo y para poder hacer la elección correcta, si les habla a ellas que se olvide de mí, yo no estoy dispuesta a cruzar palabra con ellas.
— ¿No que no te importa? —susurró Pau en mi oído.
—No me importa él, me preocupo por dónde estarán Chris y Eve.
—Escuché que hace un rato tuvieron un altercado.
—Escuchaste bien—asentí con la cabeza—nos dijimos ciertas cosas…
—Entre ellas lo de Ferdinand ¿no es así?
—Siempre vas un paso adelante.
— ¿Es cierto que ustedes…tu sabes están juntos? —titubeó Pauline al preguntar.
—No Pauline, fue solo una mentira.
—Ya veo, entonces hasta dónde la van a llevar.
—No lo sé y no quiero hablar de esto ¿si?
—Perdóname por lo de ayer, fui una tonta.
—Es historia antigua—respondí.
—Gracias, eres una gran amiga—me tomó la mano rápidamente para que no nos viera el profesor y me regaló una sonrisa.
La clase continuó sin la aparición de Ferdinand. Alguien tocó mi hombro y giré para observar quién fue, vi a Pauline con una cara de angustia detrás de mí.
—Ferdinand me habló y dijo que estaba muy mal y que por eso no se pudo quedar a clases ah, y te manda saludos—murmuró en medio del pasillo.
—Está bien ¿y no te dijo algo más? —pregunté mordiéndome el labio inferior preocupada.
—No, solo eso, nos vemos Ser debo ir a mi casa—me dio un beso en la mejilla y se alejó en la motocicleta aparcada al lado de mi auto.
Saqué mi celular dirigiéndome a mi auto, me introduje en el asiento del conductor, marqué unos números que me sabía de memoria y esperé a que contestaran.
— ¿Bueno? —habló una mujer del otro lado.
—Con el señor Boucher por favor—se escucharon unas voces e inmediatamente regresó su boca a la bocina.
—Enseguida la conecto con él—sonó la música de espera.
— Está hablando con el señor Boucher, dueño de la empresa Meilleur Mode ¿Con quién hablo?
—Papá llegaré tarde a casa, debo hacer un trabajo en equipo, me quedo en la casa de Pauline hasta mañana—advertí aun en pánico por mi mentira.
—Seguro, te hablaré más tarde Serene para ver cómo van las cosas, recuerda el castigo.
—Lo sé pa—suspiré—te regresaré la llamada más tarde—colgué y posé mi cabeza en el volante.
Introduje las llaves en el lugar indicado y salí rumbo a la casa de Ferdinand.
No sabía qué estaba haciendo ni siquiera el porqué, pero ya había tomado mi decisión, mi teléfono  sonó y esta vez era Ferdinand.
—Hola Ferdinand ¿te encuentras bien?, Pauline me comentó todo voy enseguida a verte—dije más preocupada de lo que creí y el solo rió al otro lado—no es gracioso—espeté.
—Veo que te preocupo—sonrió.
—No, es solo que debo fingir ¿recuerdas? —me escudé aunque si estaba algo preocupada por él.
—Ajá, como digas—dijo con ironía—bueno, de todas formas gracias por venir.
—Espera, estoy estacionando en tu casa—colgó—oye no cuelgues—grité al celular.
Bajé del auto lista para entrar por segunda vez en la vida a la casa de Ferdinand. Giré la perilla y esta se trabó como si estuviera cerrada con llave, decidí tocar la puerta pero nadie abría, intenté con el timbre y unos pasos se acercaron lentamente a la puerta, abrieron y vi a Ferdinand en perfecto estado y muy arreglado sosteniéndome la puerta abierta.
—Pensé que tardarías más—comentó mientras cerraba.
—Pues heme aquí—giré para verlo—y por lo que veo vas mejorando.
—Bueno, no del todo, necesito que me pases mi medicina, está en la sala del cuarto a la izquierda de las escaleras—señaló el lugar donde estaba.
—Pero veo que puedes caminar—musité—y no veo el porqué debo ayudarte en eso.
—Solo hazlo por favor, no puedo permanecer mucho tiempo de pie—cayó de sentón en el suelo y corrí a ayudarlo.
—Ponte…de…pie—dije mientras lo echaba en mi espalda.
—No puedo, me siento débil—susurró con poco aire, la frase fue casi inaudible para mí.
—Está bien, si te lastimo perdona—lo dejé caer frente a su televisor en un sillón.
—La medicina—bufó.
—Ya voy.
Me dirigí a aquel lugar en su departamento y al entrar la música llegó a mis oídos, rodeé un sillón y al ver su comedor quedé anonadada admirándolo.
— ¡No debiste! —chillé.
— Es demasiado tarde para advertirlo—jugó y lo golpeé juguetonamente en el brazo.
Me condujo hasta una de las sillas en la pequeña mesa y me obligó a tomar asiento, todo lucía espectacular; había preparado comida para dos personas, había carne, ensalada, postre, pan, bebida, todo estaba a la perfección.
—Mírate, tus ojos están tan brillosos—comentó Ferdinand sacándome así de mis pensamientos.
—Eso es mentira, mis ojos no tienen brillo.
—Claro que sí, los he visto brillar ya antes—bajé la cabeza para ocultar mi sonrojo—no es que estuviera observando, pero los chicos de la universidad dicen que es lo más encantador de ti, además de tu loco cabello anaranjado.
Inconscientemente acaricié mi cabello y le sonreí con gratitud.
—Eso no es cierto, los chicos no dicen nada de eso—reí.
—Eso dices porque no hablas muy seguido con ellos, pero es verdad y ahora soy la envidia de media facultad—sonrió ante su comentario.
—Solo parte de la mentira—musité y el dejó de sonreír y bajó la mirada, se le veía dolido, pero esa era la verdad ¿no?, todo esto era parte de una farsa.
—Cierto, solo tomemos unas fotos de nosotros juntos para darles de qué hablar—se levantó y salió del comedor.
Me hirió el saber que todo este drama era sólo para continuar la mentira, en verdad deseaba que fuera por simple desinterés de pasar el momento conmigo.
Al poco rato llegó con una cámara profesional y me enfocó con ella; yo seguía fingiendo una sonrisa como si todo esto fuera de lo más divertido y la tomó, después de una ardua sesión de fotografía para mantener la mentira decidí que era mejor retirarme.
—Disculpa, pero debo ir a mi casa—musité algo triste por la situación.
—Pero aún no has comido nada.
—No tengo hambre.
—Vamos, te saqué de tu casa para que vinieras y supongo que no di tiempo a que tomaras un refrigerio.
—Eso no importa—susurré al borde de las lágrimas.
—Se que si, ahora siéntate a comer.
—Dije que no—chillé en forma de “berrinche pos llanto”.
—Siéntate, cociné todo esto ¿piensas dejarme aquí comiendo algo para dos personas?
— ¡Dije que no! —espeté y corrí por su casa hacia la salida.
— ¿Qué demonios te pasa? —interrogó mientras me seguía.
Tomé la perilla de la puerta y logré abrirla, pero él la cerró impidiendo mi salida.
—Déjame salir—exigí.
—No hasta que me digas qué te sucede.
—No es nada, ahora abre la jodida puerta y déjame salir.
—No lo haré—se abalanzó hacia mí y me besó, esta vez de una manera desesperada, me cogió por la cintura y me alzó hacia él posando sus labios sobre los míos una y otra vez en un apasionado beso, su lengua pidió permiso para entrar en mi boca y ésta inmediatamente se abrió paso para hacer un eterno juego con la mía, no sé cuánto tiempo había pasado, pero fue la sensación más embriagante y tentadora en toda mi vida.
Me costaba respirar y mantenerme de pie después de aquel beso.
— ¿Qué fue eso? —jadeé.
—Un beso, creí que lo sabías.
—No seas tonto—sonreí—me refiero a por qué lo hiciste.
—Y por qué no hacerlo, tengo la oportunidad de estar en mi departamento sólo con la chica de mis sueños.
—Pero hace un momento dijiste que era parte de la mentira.
— ¿Ese beso te pareció una mentira?, porque a mí no—levantó las cejas sorprendido.
—No lo sé, debo probar nuevamente para corroborar que no fue una simple mentira.
Volvió a depositar sus labios con los míos en un tierno beso, como aquellos de los cuentos de hadas en el que todo se resume en un “y vivieron felices para siempre”.
— ¿Sigue pareciéndote una mentira? —interrogó tomando mi rostro entre sus suaves y cálidas manos, obligándome a mirarlo de frente.
—No, pero no estoy segura de querer seguir con esto—me aparté de su lado y abrí la puerta.
— ¿Por qué?, ¿por qué no puedes continuar con esto? —gritó ofendido mientras avanzaba hacia mi auto.
—Porque todo esto es una mentira Ferdinand, por que Eve y Chris nos han orillado a esto—musité sin poder verlo de frente para no derrumbarme junto con mi mundo frente a él.
—Ellas no tuvieron nada que ver con esto Serene—comentó dando un paso hacia mí—yo siempre quise estar así, contigo.
—Deja de decir esas tonterías, tu no me quieres ni yo a ti, sólo fuimos presas de la situación—mi estómago se oprimió mandándome un intenso dolor.
—Tienes toda la razón, ahora vete, no quiero que pongas un pie de nuevo en mi departamento—se metió y cerró la puerta de un golpe.
—No te preocupes, no lo volveré a hacer—susurré segura de que no me escucharía haciendo así una promesa conmigo misma “no poner un pié de nuevo en la casa de Ferdinand Cordier”.
Regresé cabizbaja y agotada a mi auto, dispuesta a abandonar su propiedad inmediatamente, introduje mi mano a la bolsa de mi abrigo buscando mi llavero.
—Joder, están en mi bolsa y la bolsa está…—entorné mis ojos hacia la casa de Ferdinand—no, no, no, ahora no por favor, no puede suceder esto—recargué mi cabeza en el volante dándome por vencida—no puedo regresar a esa casa, me lo he prometido—me dije—mejor llamaré a Pauline para que venga por mi y poder ir a su casa a pasar la noche tal y como se los dije a mis padres—hurgué nuevamente en la bolsa del abrigo y —maldición, maldición, maldición, ya no más, de verdad esto me terminará matando.
Bajé del auto para regresar por mis pertenencias a la casa de Ferdinand, pero mi orgullo y la poca dignidad que me quedaba me impedían tocar el timbre; así que resignada, regresé al auto a esperar que un milagro sucediera y el saliera a devolverme mis cosas.
Me quedé dormida en el asiento del conductor durante bastante tiempo, pues cuando abrí los ojos el sol ya estaba puesto e iluminaba todas las calles. Bajé de mi asiento tratando de recordar lo sucedido la noche anterior o al menos saber por qué me quede en el asiento.
Me froté los ojos, pues la luz no me dejaba ver del todo bien y las imágenes retornaron a mí.
Ferdinand me besó, nos peleamos y yo salí hacia mi auto, olvidé mis pertenencias dentro y…demonios, no regresé por ellas.
Me dirijo esta vez hacia la puerta y antes de arrepentirme toco el timbre, nadie abre, vuelvo a intentar y sigo sin conseguir respuesta.
Miro a mi alrededor para saber si su coche sigue en el garage y así es, el sigue dentro de su casa.
— ¡Esto no es gracioso Ferdinand, déjame tomar mis cosas! —Reclamé—se que estas ahí, no me obligues a derribar tu puerta—volví a decir.
— ¿Y si no quiero qué?, ¿soplarás, soplarás y la casa derribarás? —se burló dentro de su departamento.
—No es divertido Ferdinand, quiero mis pertenencias ahora—comencé a patear su puerta para ver si así me abría pero todo fue inútil.
—Me debes una puerta—advirtió Ferdinand.
—Me debes mis pertenencias—farfullé.
—Pues pasa.
—Pues abre—rodé los ojos ante su tonta respuesta.
—Se que lo haces
— ¿Hacer qué? —recriminé.
—Ese movimiento con los ojos, es irritante.
—No es cierto…yo…no estaba haciendo eso—volví a rodar los ojos.
— ¿Ves?, ahí está de nuevo.
— ¿Cómo puedes saberlo? —Interrogué y no respondió— ¿Ferdinand, sigues ahí?
—Si—la voz sonó cerca. Giré sobre mis talones y lo vi tras de mí, provocando que soltara un grito. Me tapó la boca con sus manos y me llevó al interior de su casa.
— ¡¿mmmmmmm?! —dije contra su mano.
—Me estás llenando de baba la mano—se quejó y enseguida la aparto limpiándose con mi vestido.
— ¿Qué rayos te sucede?, eso parecía un secuestro—corrió hacia el interior de su casa y yo fui tras de él.
—Toma—extendió mi bolso hacia mí—esto te pertenece, ahora largo de mi departamento.
—Pero fuiste tú quien me trajo—repelé.
—No, yo te dejé en la entrada, tú viniste hasta aquí.
—Pero yo…—se me acabaron las excusas, esta vez él había ganado.
—Si no te callas y te vas te besaré nuevamente—amenazó con una pícara sonrisa.
Me sonrojé por el argumento de su amenaza y di la vuelta dispuesta a marcharme, abrí la puerta y salí hacia mi auto.
—Hoy hay clases, ¿piensas ir así? —Gritó recargado de una manera sexy en el marco de su puerta— ¿puedes dejar de mirarme así?, eso asusta—me guiñó un ojo y se adentró a su casa— ¡¿no piensas entrar?! —gritó desde el interior.
—Dijiste que no pusiera un pie en tu casa ¿recuerdas? —reclamé aun fuera.
—Te estoy invitando, ¿vas a pasar o no?
—No, estoy mejor aquí afuera—musité cruzándome de brazos.
—Entonces te cambiarás acá afuera de ropa—cerró de un portazo y corrí a detenerlo pero fue inútil, arrojó la ropa por la ventana y se quedó observándome mientras sonreía—apúrate o se te hará tarde.
—Abre la puerta, déjame cambiarme y me largo—bajó y abrió la puerta dejándome pasar.
—Toma una ducha y te espero para irnos—cerró la puerta tras de él y yo subí a su habitación a prepararme, mi celular vibró y contesté.
— ¿Bueno? —pregunté
—Serene Boucher dónde estás, te he estado marcando toda la noche—espetó mi padre del otro lado de la línea.
<<Demonios, debí haber pedido mi teléfono antes>>
—Uh…yo estaba durmiendo y no lo escuché—mentí y Ferdinand comenzó a reírse tras de mí. No me di cuenta de cuándo subió a verme.
—Te quiero aquí enseguida—ordenó irritado.
—Debo ir a la escuela, adiós—colgué y dejé caer el teléfono en la cama de Ferdinand.
—Eres una mentirosa—rió Ferdinand
—Pero una de las buenas—me di la vuelta y caminé hacia el cuarto de baño.
— ¿Necesitas algo? —logré oír a Ferdinand tras el sonido del agua cayendo al suelo desde la regadera.
—Privacidad—bufé y continué con mi ducha.
Salí con la toalla envuelta sobre mi delgado cuerpo y recogí la ropa que me había dado Ferdinand.
—Se hace tarde—se quejó girando la perilla.
Entró y me vio frente a él, salté sobre la cama y me cubrí con las sábanas.
—  ¡Largo de aquí!, me estoy vistiendo—recriminé mientras el reía.
—Enseguida me voy, solo toma—se agachó y recogió la toalla que abandonó mi cuerpo una vez que estuve en la seguridad de las sábanas—póntela—la lanzó a mi rostro y se marchó.
Eso estuvo cerca.
Salí y Ferdinand me esperaba sentado en un sofá de su sala.
— ¿Lista? —interrogó alzando una ceja.
—Sí, solo tengo una duda.
— ¿Qué sucede?, si crees que te vi desnuda la respuesta es no, no vi nada.
—No es sobre eso—me sonrojé ante su suposición—sólo quería saber por qué tienes ropa de mujer.
—No es lo que estás pensando—se levantó de un salto del sofá y caminó hacia mí.
—Tú eres la única mujer además de mi madre que ha estado en este departamento y la ropa es de una pasarela, la obsequiaron y la llevo cada que me mudo de casa por si acaso y pues ahora…es toda tuya, te ves increíble—frotó su nuca con la mano y bajó la mirada.
—Pues en ese caso gracias—nos quedamos en silencio.
—Yo no debí…—dijimos al mismo tiempo.
—Dilo tú—sonreí y el suspiró.
—No debí hacer lo que hice ¿sí?, espero que lo entiendas y que me disculpes, perdones o lo que sea que hagas para saber que no hay rencores—desplegó una sonrisa de “de verdad espero que me perdones” y no pude evitar devolvérsela.
—Fuimos los dos, así que no hay nada que perdonar, todo está disculpado.
—Y qué dices de un beso de reconciliación—musitó.
—Ferdinand—rodé los ojos divertida.
— ¡Lo volviste a hacer! —imitó el movimiento de mis ojos.
—Es algo como un tic, no puedo evitarlo—reí.
—Pues por cada vez que hagas eso buscaré la forma de darte un beso.
— Eso es una… ¿amenaza?
—Algo así—me dio una última sonrisa y me abrazó por los hombros con un brazo para dirigirme a su automóvil—tu conduces—me dio las llaves de su auto.
— ¿Yo? Pero este es tu auto ¿recuerdas?, tu auto, tu conduces—le devolví las llaves.
—Bueno, quizá es mi auto, pero me gusta cómo conduces, así puedo estar más tiempo contigo—se subió del otro lado rápidamente.
—Deja de molestar—lo golpeé en el brazo.
—Eres divertida—se le formo aquel hoyuelo en la mejilla y comencé a conducir.

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