Capítulo 11 "Alemania"- Amor por accidente

ALEMANIA

Me separé de él jadeando y sonriendo con satisfacción, esperando el momento de regresar mi boca a la suya.
Se me había ido volando el tiempo en aquel lugar, que cuando me di cuenta mi padre me observaba desde arriba, con una cara espantosa e ilegible.
—Serene Boucher, tenemos que hablar— llamó mi padre alzando la voz de una manera estrepitosa.
—Enseguida—musité con temor.
— ¿Estamos en problemas? —interrogó Ferdinand.
—Tú no, pero yo sí—pasé junto a él golpeándolo con mi hombro a modo de broma.
—Auch—se sobó fingiendo dolor y no pude evitar sonreír.
Subí detrás de mi padre todos los escalones, notando cómo cada vez que subíamos más, él se iba tensando y yo preparaba mi estrategia.
—Pasa—abrió la puerta de su oficina y la cerró una vez que los dos estuvimos dentro.
— ¿Para qué me llamas?, padre—pregunté tentativamente.
—Sabes perfectamente para qué te hablo, ¿cuándo pensabas decírmelo?
— ¿Decirte qué?
—No te hagas la estúpida, sabes perfectamente a qué me refiero.
—Pero nosotros no somos nada—repelé.
— ¿O sea que andas besando a cualquier hombre que se te pare enfrente?, porque eso es lo que me estás diciendo ahora.
—No, me refiero a que no es nada “oficial”, fue algo más…—dudé— espontáneo—sonreí.
—No Ser, perdóname pero no puedes continuar con esto—musitó evitando mi mirada.
— ¿A qué te refieres con esto?
—No dejaré que sigas así, debes dejarlo.
— ¿Hablas de Ferdinand? —susurré.
—Sí, ese chico te ha cambiado por completo—respondió con toda la sinceridad puesta en esas palabras.
—El no lo ha hecho—pronuncié esta vez sin aire.
— ¿Qué?
—No, él no ha hecho esto, fueron ustedes, cada vez que me prohibieron, que me hicieron mantener una apariencia, cada vez que me llamaban para reuniones, juntas, asambleas, contratos; todo eso fue por ustedes, ¡Ya déjenme ver por mí misma!, déjenme tomar mis decisiones por primera vez—externé desesperada y con lágrimas en mis ojos.
—Perdona Serene, pero debes irte.
— ¿De qué hablas?
—Debes retirarte de Francia por un tiempo, esto te está afectando.
— ¿Estás hablando en serio? —él sólo asintió— Padre, ¿el tratar de expresarme es estar mal? — dije con una risa de amargura.
—No, lo que estás haciendo, tu comportamiento, eso es lo que está mal.
— ¿Y qué piensas hacer?
—Te mandaré a un viaje de negocios, irás a ajustar detalles con nuestros inversionistas en Alemania, no muy lejos de aquí.
—No.
— ¿Qué?
—No, no iré a ninguna parte.
—Entonces ve buscando otro lugar para tus prácticas—musito muy molesto.
— ¿Es en serio? —pregunte contrariada.
—Sí—asintió secamente.
—No papá, no puedes hacerme esto—gemí entre sollozos.
—Perdona, pero ya está hecho, en tres horas sale el avión y te necesito en ese vuelo—me tendió el boleto y se retiró, dejándome sola en su oficina.
Bajé enjuagándome las lágrimas lo más rápido que pude, pero Ferdinand ya no estaba, chequé mis bolsillos para coger el móvil y marcarle, pero no estaba, mi bolso se había quedado en la oficina y ahí estaba el móvil.
Subí nuevamente para tomar mi bolso, pero la oficina ya estaba cerrada y en dos horas el vuelo debería estar despegando conmigo abordo.
Salí del edifico y cogí un taxi para el aeropuerto, esperaba que tal vez Ferdinand me buscara, que hiciera algo más por mí. Jamás creí que llegaría a quererlo, que estaría enamorada de él; y justo ahora, todo el mundo se pone entre nosotros.
Al llegar bajé por las escaleras automáticas mientras observaba por cada rincón del aeropuerto, con la esperanza de ver a Ferdinand ahí.
— ¿Usted es Serene Boucher? —preguntó una señorita que estaba frente a mí.
—Amm…sí, ¿Qué ocurre?
—Me han indicado que le dé esto y que le avise que lo encontró su padre en las escaleras, además de que su equipaje lo trajo un señor…amm… ¿Cómo se llamaba?
— ¿Joseph?
—Sí, él mismo, así que guarde asiento y por favor espere un momento—me entregó una hoja, tal vez la que mi padre encontró en las escaleras.

Serene, perdona pero me tuve que ir, me han llamado para hacer la portada de una revista y saldré por algunos días de Francia, perdóname por no avisarte antes, pero todo esto surgió de improvisto, recuerda que tenemos algo pendiente, espero verte cuando regrese
Te Ama
Ferdinand Cordier
PD: Recuerda que siempre te amaré

¿Por qué no me lo dijo antes?, ¿por qué no me entregó la maldita nota o me lo dijo de frente?, ni siquiera me ha dicho dónde estará.
Pero yo también lo he dejado, no puedo creer que mi padre me haya hecho esto, me siento traicionada y de hecho creo que así es.
Han anunciado el vuelo 234, mi vuelo, me dirijo hacia la entrada al avión y una aeromoza me indicó mi lugar, nos avisaron que el equipaje llegaría en otro avión con el mismo destino.
Las horas pasaron y se me hicieron eternas, en total 3 horas de vuelo y no pude ni siquiera dormir un mísero minuto, a pesar de que ya estaba todo obscuro.
Decidí cerrar las cortinas para ver si conseguía aunque sea por un momento, descansar. Pero fue inútil, cada vez que cerraba los ojos veía a mi padre gritando y las palabras de la carta de Ferdinand se venían a mi cabeza.
Anunciaron que todos nos abrocháramos los cinturones, pues el avión iba a aterrizar y, tras unos movimientos turbulentos, llegamos por fin a Berlín justo en la capital.
—Listo señorita, puede bajar por su equipaje y un taxi vendrá enseguida—ordenó la aeromoza
—Gracias—asentí y me fui hacia los asientos desocupados para esperar y con la nota aun arrugada en mi mano.
Un claxon sonó y giré para encontrar el taxi que me llevaría al hotel para que me hospedara, según las indicaciones de mi padre estaría aquí por una semana. Aunque mi madre habló para decir que me quedaría más, pues ella vendría de vacaciones conmigo y yo podría terminar mi carrera en Alemania. Pues la universidad tenía un convenio con la Universidad Witten-Herdecke, pero yo no quiero.
He llegado al fin al hotel y ya tenía un mensaje en el teléfono: “Hola hija, espero pronto asistas a esa importante reunión, te extrañamos en casa, aunque tu madre pronto te verá, te quiero y cuídate” repitió la voz robótica de la contestadora.
Me recosté en la suave cama a esperar que el sol saliera, en pocas horas, para poder levantarme e ir a las odiosas juntas que se vendrían en toda la semana, mientras mi padre disfruta plácidamente en la semana de la moda justo en París.

*********************************************************************************************

La primer junta fue a las doce de la mañana para terminar los contratos de exportación de telas para la empresa y sus maquiladoras, un contrato que concreté exitosamente y por el cual recibí nueva ropa como recompensa.
La segunda junta fue hasta en la noche, con un joven muy apuesto, no recuerdo el nombre, pero preparó una “cena de negocios” que terminaría en otro tipo de proposiciones para firmar el contrato, por lo que de inmediato le avisé a mi padre para que jamás volviera a hacer trato alguno con esa empresa.
Por fin, la tercer junta en la madrugada, con una anciana que nos vendería máquinas y demás tecnología para la empresa. Esta vez no hubo compensación.
Terminó mi semana entre juntas, conferencias, fotografías y contratos y mañana vendría mi madre para pasar unas “vacaciones” de una semana antes de comenzar mi último año de la carrera.
Llegué al hotel a descansar un poco antes de que llegara mamá e interrumpiera mi soledad.
No tardó mucho en presentarse y llevarme a recorrer las calles de Berlín hasta llegar a toda una calle llena de aparadores con las marcas que más me gustaban, sin embargo yo no estaba de ánimo como para comprar.
—Hija ¿qué ocurre? —preguntó deteniéndose justo a la entrada del hotel
—Nada ma, sólo quiero descansar, tengo mucho sueño—mentí
—Conozco esa mirada—dije entrecerrando los ojos
—Es la de siempre
—Claro que no, esta es…diferente—me examinó una y otra vez tratando de averiguar qué era lo que me ocurría
—Te he dicho que no ocurre nada
—Sí, sé lo que te pasa
— ¿A sí? —titubeé
—Sí, ¿quién es? —preguntó sonriendo, ¿de verdad se dio cuenta?
— ¿Quién es quién?, ¿de qué hablas?
—El afortunado—posó su mano en su cadera y comenzó a mover la punta del pie de arriba abajo
— ¿Cómo la sabes?
— ¡Por favor, eres mi hija!, ¿cómo no saberlo?, debería estar ciega para no notarlo—expresó
—Ferdinand Cordier
— ¡¿El inversionista que la otra vez fue a la casa?! —preguntó boquiabierta
—Sí, él mismo—respondí casi orgullosa y con una gran sonrisa
—Debe estar esperándote entonces
—No, él se fue por su trabajo y no sé a dónde—agaché la mirada
—No te preocupes, estoy segura de que esperarán ambos hasta entonces.
—Gracias—musité entre sus protectores brazos
Entremos al hotel a descansar.
Pasamos así casi medio año, solas ella y yo. En mi nueva escuela no le hablaba a nadie y me limitaba a ir y venir de mi escuela a mi casa y viceversa.
Toda mi estadía fue deprimente. Mientras que supongo que Ferdinand debe estar alegre de todo esto, divirtiéndose de sus momentos a solas.
No podía moverme de mi casa, esperaba el momento de recibir alguna llamada al hotel, pues mi celular ahora estaba en Francia. Esperé y esperé sin sentido, más de medio año y ni una sola llamada suya.
Pero tenía un plan, adelantar horas para poder salir antes que el resto y verlo lo más pronto posible.
Aunque mis calificaciones habían bajado considerablemente, seguí esforzándome para terminar a tiempo la carrera.

*********************************************************************************************

Por fin, terminé la carrera, pude hacerlo antes de lo previsto. Mi madre se había regresado a Francia por asuntos de la revista, mientras que yo pronto regresaría.
Ya había reservado el vuelo y ya había mandado todo lo necesario en las maletas rumbo a Francia. Todo estaba hecho, sólo faltaba que anunciaran el vuelo.
—Vuelo 427—anunció por el altavoz un hombre
—Mi vuelo—dije para mí.
No tardé en subir, es más, creo que era la única que ya se encontraba ahí. No podía esperar, no podía cerrar los ojos, estaba tan emocionada de por fin volver a verlo.
Después de un año mi cabello ya no era naranja, había vuelto a su tono castaño. Y mi apariencia, supongo que me veía más madura, a pesar de que seguía siendo tan infantil como siempre.
No puedo imaginarme a Ferdinand ¿Se habrá dejado el cabello un poquito largo?, o tal vez se lo habría teñido, probablemente la revista se vendió demasiado cuando él posó para eso.
Estaba tan ansiosa que por mi mente comencé a imaginar las diferentes circunstancias en las que lo encontraría.
Probablemente estaría esperándome en el aeropuerto, o quizá lo vería en mi casa.
Esperé lo suficiente como para llegar despierta al aeropuerto de Francia. Cogí un teléfono público y marqué a casa para avisar que me mandaran una limusina.
Esperé parada algunos minutos y Joseph llegó por mí.
—Qué bueno que has regresado—musitó mientras abordaba
—Gracias, también es un gusto volver a verte
—Señorita ¿la llevo a casa? —interrogó
—No—sonreí—iremos a la casa de Ferdinand
Joseph condujo por donde le indiqué hasta llegar a la puerta. Aun no se estacionaba y yo salté fuera del vehículo.
—Espero un momento—musité al tiempo que cerraba de un portazo.
Llegué por el caminito empedrado que tantas veces había recorrido, pero la luz estaba apagada. Llamé a la puerta y nadie salió, toqué el timbre y nada. No estaba nadie en ese momento.
—Joseph, vamos a casa, necesito estar ahí lo más rápido que puedas—ordené
—Como ordene
Salimos disparados hacia mi casa, pasando los edificios tan rápido que todo lo que pasaba a mí alrededor se hacía borroso, todo corrido y sin gracia alguna
— ¿Ya casi? —interrogué preocupada
—Sólo dos calles y llegamos—pisó el acelerador y caí contra mi asiento pegándome a él.
Avanzamos rápidamente que en cuestión de segundos ya estábamos frente a mi casa. Sin pensarlo más atravesé por el arco de la puerta al interior de mi casa.
— Hola a todos—dije pasándome derecho hacia mi cuarto
—Bienvenida…—escuché decir a mi madre.
Llegué a mi habitación y busqué el celular, marqué el número e inicié mi llamada. Timbró una, dos, y tres veces y me mandaba directo a mensajes de voz, pero él no contestaba. Lo intenté nuevamente obteniendo así el mismo resultado.
Me tire en la cama a llorar, ahora sí Ferdinand había desaparecido de mi vida, literalmente.
Pasaron lo que me parecieron unas horas y mi padre subió a verme
—Serene, ¿te encuentras bien?
—Se ha ido—sollocé contra mi almohada
— ¿Quién?
—Ferdinand, se ha ido y todo es tu culpa—grité empujándolo para abrirme paso hacia las escaleras
—Hija espera, él no quería irse—musitó detrás de mí—él no quería, yo estaba hablando con él—continuó y me detuve en seco para escucharlo, pero sin darle la cara—le hablaron por teléfono y no pudo rechazar la oferta
— ¿Dónde está? —interrogué al tiempo que giraba para verlo
—No lo sé, no dijo nada al respecto
—Gracias—bajé rápidamente hacia mi cocina y salí por mi auto
— ¡Serene!, aún no puedes hacerlo—gritó mi madre mientras yo me montaba en el vehículo
—Sí puedo, y debo hacerlo—introduje con todo el miedo del mundo la llave al acceso y arranqué el auto.
Tenía mucho miedo, estuve a punto de detenerme en medio de la calle que pasaba por mi casa, pero no lo hice, debía superar esto, y si esta era la única forma así lo haría.
Manejé hasta el aeropuerto sin importar que a fuera ya estuviera todo oscuro y el tránsito de vehículos ya no era tanto. Al llegar no dudé en preguntar si Ferdinand había comprado algún boleto.
—Señorita, necesito saber si Ferdinand Cordier ha hecho compra de un boleto fuera de Francia
—Espero unos minutos por favor, el sistema está muy lento y me temo que no se lo puedo informar.
—Por favor, necesito saberlo, el…se llevó unos documentos importantes de mi empresa y necesito saber dónde se encuentra
— ¿Levantó una denuncia? —interrogó
—No, no lo hice porque fue un…accidente—mentí
—Se encuentra en Italia, pagó un boleto de viaje circular y estará aquí en una semana aproximadamente ¿Necesita un boleto para ir a verlo?
—Sí, para mañana, el primer vuelo que tenga—musité decidida.
Mis padres no saben nada de esto y dudo que se enteren, tal vez investiguen, tal y como lo hice yo con Ferdinand.
Me quedé en los asientos esperando algún vuelo que anunciaran como el mío, pero sólo había algunos de llegada.
—Señorita su vuelo—me despertó una chica a mi lado
—Uh…sí, gracias—me levanté caminando hacia la puerta para entrar a la aeronave.
En cuestión de minutos ya estábamos sobrevolando París con rumbo a Venecia.
—Disculpe—llamé a la aeromoza— ¿Dentro de cuánto tiempo llegaremos?
—En dos horas aproximadamente estaremos sobrevolando las tierras italianas, pero no sé exactamente la hora del aterrizaje
—Gracias—suspiré.
Decidí descansar por un momento en lo que llegaba a Italia.
—Por favor desciendan lentamente y pasen a las bandas laterales por su equipaje—ordenaron por el altavoz
Por fin he llegado, sólo me falta encontrarlo, saber dónde está y por qué está aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario