Capítulo 13 "Acepto"- Amor por accidente

ACEPTO


El resto de la semana pasó lentamente.
Me dediqué exclusivamente a asistir a las juntas de inversionistas que se suscitaron en la empresa, lo cual molestó demasiado a mi padre, pues asistía como “inversionista” y no como la vicepresidenta, cargo que yo había abandonado.
En mi lugar dentro de la vicepresidencia se quedó Christopher, le sugerí a mi padre que lo contratara, pues es muy capaz para esas grandes responsabilidades, y hasta la fecha lo ha desarrollado bien.
Comencé a entenderme mejor con Kail, el mayordomo y chofer de Ferdinand, quien inició una semana llena de bromas y no dejaba de llamarme “Señorita de Cordier”, cosa que me agradó de inmediato.
Pauline aún no lo sabía y tenía que ir a verla para avisarle todo, para mantenerla al tanto de mi avance con Ferdinand.
Salí por uno de los autos de Ferdinand para ir a casa de Pau, después de todo este drama ya había superado lo de mi accidente y podía manejar bien, aún con un poco de precaución extra, pues según el médico el accidente me dejaría secuelas.
—Pau, soy Serene—llamé a su puerta.
—Pasa—abrió y me recibió con un abrazo.
— ¿Dónde te habías metido?, tus padres casi destruyeron mi departamento diciendo que estabas aquí—contó muy molesta.
—Lo siento, estaba en Italia.
— ¿Italia?, ¿Qué no se supone que estarías en Alemania estudiando? —frunció el ceño
—Algo así, sí me fui a estudiar y te extrañé demasiado.
—Pensé que ya me habías cambiado—bromeó.
—No, jamás haría eso, pero en fin, fui a Italia sólo por una razón—levanté mi mano frente a mi rostro para mostrarle el anillo.
Las dos soltamos gritos de euforia y emoción, nos abrazábamos y Pauline sólo jalaba mi mano de un lado a otro para observar detenidamente el anillo.
— ¿Quién fue el valiente y afortunado? —preguntó a punto de entrar en lágrimas.
— ¿En verdad quieres saber? —musité.
—Sí, por eso pregunto, ahora dime, dime, dime—exigió.
—Ferdinand, Ferdinand me propuso matrimonio—y me solté a llorar de emoción, por fin me permití abrirle paso a mis emociones, con Pauline siempre podía ser así.
Después de secarme las lágrimas vi el rostro de mi amiga con una mirada perdida, como si no expresara absolutamente nada.
— ¿Pasa algo? —interrogué preocupada.
— ¿Ferdinand?, ¿Ferdinand Cordier?, ¿El Ferdinand que conocemos? —preguntó aún sin darle créditos a mi aviso.
—Sí, él mismo.
— ¿No que no te gustaba? —por fin sonrió.
—“Aba”, ahora es completamente diferente—suspiré.
—Amiga, eso es amor—me dio unas palmaditas en la espalda.
— ¡Lo sé! —grité emocionada.
— ¿Por qué no me avisaste antes?
—Porque me estaba mudando.
— ¿Ya vives en su casa?
—Algo así, pero es que tuve una pequeña pelea con mis padres y me hicieron elegir entre ellos o mi boda. Obviamente elegí mi felicidad, la boda.
—Buena elección, pero pudiste venir aquí—recriminó.
—Lo sé, pero quiero estar para Ferdinand en canto vuelva.
Nos quedamos un largo rato sentadas en el sillón y comiendo una pizza que ordenamos.
La película trataba de una chica que había escapado de varias bodas por miedo al compromiso.
—Gracias por el apoyo—bufé y Pau rió.
—Es lo que hay en la TV. Bien Serene, me temo que en unos momentos tendré visitas, espero que la pases bien.
— ¿Me estás corriendo?
—No, pero esto es muy importante, así que mañana te veré para terminar de charlar.

Me sacó de su casa y cerró la puerta. Algo importante tenía que hacer como para tratarme así.

*********************************************************************************************

Pasaron por fin los tres días que restaban para que Ferdinand regresara y yo estaba impaciente en la casa.
Le había preparado un pastel de fresas con chocolate, que si bien no era el más exquisito, tenía buen aspecto y por lo menos mostraba indicios de ser comestible.
Pasaron las horas y estaba muy nerviosa hablando rápidamente con Kail, quien trataba de calmarme.
— ¿Y si vamos por él al aeropuerto? —sugerí.
—Si quieres darle una sorpresa, creo que debemos esperar—sí, ya teníamos tanta confianza que nos hablábamos de “tu”.
—Bien Kail—rodé los ojos—esperaremos al señor Boucher en su casa.
Pasaron más horas de agonía.
— ¿Entonces le dirás que si? —interrumpió Kail.
—No lo sé, eso será sorpresa para los dos.
—Eres una tramposa, deberías decirme para evitar mis gritos—rió—no sabes el escándalo que se armaría.
—Ya cálmate, te dije que fuéramos al aeropuerto.
Alguien tocó el timbre y me apresuré a abrir, ganándole así en la carrera a Kail. Le mostré la lengua y abrí rápidamente.
—Ferdinand—grité al verlo y me lancé a sus brazos.
—Serene, te extrañé demasiado—murmuró contra mi cabello.
—Pasa.
Dejó las maletas en la sala y reaccionó al verme ahí.
— ¿Qué haces aquí?
—Mi padre me hizo elegir entre ellos o tú, creo que has ganado—sonreí.
—Pero debo pedir tu mano…
—Ya tomé mi elección—interrumpí y él se puso pálido.
—Ferdinand, yo no puedo…
— ¿Es un no?
—Déjame hablar—espeté torciendo la boca—yo no puedo…no puedo…negarme a esto, tú eres maravilloso y me alegra que me hayas encontrado en la banqueta, uhm…eso no sonó muy bien.
—Bueno, no sé de alguien más que haya dicho tan conmovedoras palabras—reímos—pero continúa.
—Bien, como te decía, eres maravilloso, omitamos la parte del encuentro, pero sí.
— ¿Sí qué?
—Acepto Ferdinand Cordier, quiero ser tu esposa.
Corrí hacia sus brazos para después fundirme en su boca, extrañaba eso. Sentir sus labios contra los míos y su lengua intrusa en mi boca, extrañaba ese sabor mentolado de su boca y su perfume delicado que despertaba mis sentidos.
—Te amo—musitó recargando su frente contra la mía.
—Yo te amo más—respondí con un casto beso.
Salimos a comer a un restaurant y en el camino le conté sobre el problema de la familia Boucher.
—No te preocupes, no pueden estar molestos para siempre.
—Se ve que aún no conoces a mi familia—sonreí amargamente.
—Pero lo haré por ti, enfrentaré a tu padre—le dio mi dirección a Kail y de inmediato se dirigió hacia allá.
—No Ferdinand, detente, esto no es necesario.
—Quiero hacerlo de la manera correcta, de todas formas ya me diste el sí—rió.
—No quiero que lo hagas, no es por hacer lo correcto, mi padre te odia y no creo que seas muy bien visto en mi casa, no lo hagas por favor—rogué abrazando su cintura.
—Perdona, pero debo hacerlo, eso se llama educación.
Y listo, ese era un argumento muy válido para mí y pensándolo bien, si lo intentaba tal vez podría convencerlo de que él era perfecto para mí.
Llegamos a mi casa y toqué tímidamente la puerta y la sirvienta abrió.
—Señorita Serene, pase—musitó.
Se hizo a un lado para dejarnos pasar a mi antigua casa.
—Señor, señora Boucher—saludó Ferdinand y yo no dije ninguna palabra.
Creo que no estaba ayudando de mucho aquí.
—Padre, madre—decidí saludar tras un incómodo silencio.
—Señor Cordier—saludó mi padre ignorándome y mi madre se introdujo de inmediato subiendo las escaleras hacia mi habitación.
—Perdona que venga así a su casa pero tengo un asunto muy importante que hablar con usted.
—Sé a qué te refieres—musitó tranquilo mi padre.
Esa actitud no era propia de él, esperaba que se abalanzara a golpearlo o que lo amenazara o quizá que me dejara en casa y lo sacara para mantenerme ahí con ellos.
—Entonces será más fácil—suspiró mi prometido.
Mi padre nos dijo que tomáramos asiento en los sillones de la sala, cosa que nos puso más nerviosos. Ferdinand me tomó de la mano para que pudiera tranquilizarme o al menos para que me sintiera segura. Y lo logró.
—Vengo a pedirle la mano de su hija, me quiero casar con Serene…yo…yo la amo—musitó tiernamente y con sinceridad.
—Lo sé, se lo que ambos sienten y los comprendo, pero ¿no creen que es muy pronto?
—No papá, no lo creemos—respondí interrumpiendo.
—Joven Cordier, debe estar enterado ya del problema que tuve con mi hija, ¿me permitiría un momento a solas con ella? —musitó cortésmente y Ferdinand sólo asintió dejándome en la sala con mi padre.
Tragué con dificultad y me puse de pie para tomar valor ante lo que viniera y poder afrontarlo.
—Lo lamento Serene, no debí reaccionar así. Debí darme cuenta desde el principio de lo que sentías por ese joven, perdóname por favor—musitó con la voz partida.
—Padre, estás perdonado, no era necesario esto.
—Para mí sí—me abrazó y así terminó una satisfactoria reconciliación con mi familia—ahora ve por el chico, debo decirle algunas cosas.
Fui hacia la cocina a ver a Ferdinand, quien estaba caminando nerviosamente de un lado a otro.
— ¿Qué te dijo? —indagó aún nervioso.
—No es muy importante, no pasó nada, ya puedes ir, de hecho quiere verte—sonreí.
Caminamos lentamente con nuestras manos entrelazadas hacia la sala.
—Joven Cordier, he pensado en su petición—prosiguió mi padre—y creo que tus intenciones son buenas.
—Gracias—tragó Ferdinand con dificultad.
—Y sí, supongo que puedes casarte con mi hija, aunque supongo que mi opinión no es muy necesaria, pues ella ya aceptó—solté una risita nerviosa—espero que sean felices juntos, cuida bien de mi hija.
—Lo haré señor Boucher, eso téngalo por seguro.
—Entonces disfruten de su día.
Avanzó a abrirnos la puerta y así nos dispusimos a salir.
—Amor, quiero hacer los preparativos—musité en el camino de regreso a casa.
— ¿Preparativos para qué?
—Para la boda.
—Podríamos esperar si quieres.
—Y yo que pensé que nos casaríamos pronto—suspiré dramáticamente.
—Como quieras preciosa…—se detuvo— ¿ya puedo llamarte así?
—Mi opinión al respecto jamás te detuvo—respondí.
—Muy bien preciosa, cómo y cuando tú quieras haremos los preparativos de la boda.
Al llegar a casa llamé a Pauline para que me diera “la lista”. No faltó mucho tiempo para escuchar el rugir del motor de su transporte tan peligroso.
—Felicidades Ser, aquí está—me tendió la tan preciada lista que ya teníamos enmicada.
—Siempre pensé que tú serías la primera en usarla—musité.
—Yo también, aunque ya decía yo que te traías algo con Ferdinand.
—Ya basta, ahora sólo debemos marcar los números.
—Ve por tu teléfono Ser, tendremos demasiadas horas de trabajo.
“La lista” consistía en una serie de números de diferentes tiendas para nuestras bodas, teníamos ya la florería, la casa diseñadora, la iglesia, los regalos, los adornos, todo estaba perfectamente planeado.
Iniciamos la lista desde hace cuatro años, cuando recién salíamos de la preparatoria. Las dos teníamos una cierta obsesión con algo que su madre algún día nos dijo: “Si quieren una hermosa boda, deben planearla lo más pronto posible, aún si faltan años para eso”.
Su madre tuvo una boda desastrosa, dice Pau que hasta el pastel llegó al día después de la boda y por nada del mundo queríamos que eso nos sucediera.
Llamé a la tienda en la que hice una cita para ver invitaciones. Había visto en su sitio web un modelo de una especie de conejos de Chanel hermosos.
Después de eso iría a recoger un vestido que había encargado desde el momento en el que puse un pié en Francia cuando me propuso matrimonio.
Por último visitaría el servicio de banquete para obtener alguno que fuera delicioso, pues el dinero jamás sería problema.
Asistí con Ferdinand a ver las invitaciones, y eran magníficas, tenían una textura muy delicada y las letras estaban impresas con una fina capa de tinta.
Después fuimos por el vestido, un hermoso vestido rosa pálido de Versace.
Era de forma princesa, escote asimétrico, la tela claramente era organza y tafetán, sin mangas y con una cola corta. El vestido perfecto para mí.
— ¿Por qué de ese color?, pensé que debía ser blanco—musitó Ferdinand mientras cargaba el enorme vestido para meterlo en el auto.
—Me gusta el rosa y se ve casi blanco, supongo que de lejos nadie lo notará—me encogí de hombros.
— ¿Qué otro lugar nos falta?
—Mmm…—revisé mi agenda para la boda—sólo hoy debemos ir al servicio de banquetes para poder elegir lo que queremos que se sirva.
Esbozó una sonrisa, pues sabía que nos darían una pequeña muestra del menú para elegir, cosa que supongo lo volvía loco y alegre.
Llegamos casi derrapando frente al establecimiento y entramos por unos elegantes canceles de vidrio.
—Supongo que deben cocinar esquicito—murmuró mi acompañante.
Inhalé el aroma que provenía de lo que supongo era la cocina, era una mezcla de especias que me abrió enormemente el apetito.
—Adelante, enseguida les traeremos la carta y las muestras de lo que deseen—informó la señorita como una especie de “protocolo”.
—Gracias—respondimos al mismo tiempo y nos sonreímos mutuamente.
— ¿Qué es lo que deseas?
—No lo sé, supongo que algo sencillo.
—Pero es nuestra boda, así que date el gusto de pedir, si así lo deseas, lo más caro del menú.
—Ese no es mi estilo Fer, sólo quiero cosas simples.
Revisamos varias veces la carta que nos dio la señorita castaña con falda corta que no apartaba la vista de mi prometido.
— ¿Se le ofrece algo? —preguntó Ferdinand y aquella castaña se ruborizó.
—Ehm…no, no pasa nada, continúen con lo suyo—tartamudeó torpemente la castaña.
— ¿Tienes que causar eso a cada lugar al que vayamos?, porque te advierto que soy muy celosa—hice un puchero infantil.
—No las culpo—bromeó.
Continuamos eligiendo y probando los platillos, al final nos convenció como entrada una crema de tomate y zanahorias, como plato fuerte unos ravioles de queso y espinaca y como postre una pequeña compota de fresas.
Lo más complicado fue el pastel. Yo lo quería cuadrado y de un solo piso, mientras que Ferdinand lo quería de tres pisos y circular. Después de una ardua discusión sobre el pastel dejé que él eligiera.
El resultado fue un pastel cuadrado de tres pisos con betún de quesocrema y mantequilla; el relleno de fresas del primer piso, luego uno de blueberrys y el último de zarzamora. Lo único con lo que estaba yo de acuerdo.
—Por fin terminamos—inició Ferdinand mientras guardaba las notas y tickets en su bolsillo.
Manejó a casa muy lento, mientras con una mano sostenía el volante y con la otra tomaba mi mano y la estrujaba de vez en cuando.
—Te amo Serene Cordier—musitó suavemente, haciendo hincapié en su apellido.
—Suena bien—sonreí.
—O si gustas puedo quedarme como Ferdinand Boucher.
—Créelo o no, me encantó tu nombre en cuanto lo escuché, suena bien.
— ¿De verdad?, yo amaba tus marcas, Yves—tocó mi nariz con su dedo índice.
Continuamos en silencio hasta casa para hablar a la iglesia. Según las invitaciones nuestra boda sería dentro de tres semanas.

*********************************************************************************************

Las semanas pasaron muy rápidas, y con éstas se fueron mis ganas de comprar, de salir, de hacer cosas al aire libre. Comencé a vivir cas enclaustrada mientras Ferdinand salía sin mí a trabajar o simplemente a distraerse, pero es que los nervios de que estábamos a un día de la boda no me dejaban en paz. Ya hasta estaba soñando que yo interpretaba aquella película que vi con Pauline sobre la chica que escapaba de sus bodas.
— ¿Estás bien?, tienes ojeras Ser y luces pálida, si sigues así mañana te verás horrible.
—Eso no me ayuda mucho.
Llevaba dos días seguidos sin dormir y eso ya había causad estragos en mi piel.
—Es muy en serio Serene, debes ir a dormir.}
—No tengo sueño.
—No me importa.
Se acercó rápidamente al sofá y me cogió por las piernas y la cintura para que me acomodara en sus protectores brazos.
— ¡Bájame! —exigí.
—Duérmete—respondió.
—No tengo sueño.
—Que mal porque yo sí, y tengo ganas de dormir junto a mi amada—besó de frente y me dejé consentir.
Subimos lentamente las escaleras y sentí cómo mis párpados se cerraban involuntariamente hasta que quedé profundamente dormida.
Desperté a las cuatro de la mañana , cuando las asistentes entraron a mi habitación gritando.
Me ordenaron que tomara un baño en la tina con “sales de no sé qué cosa” para que mi piel se repusiera de las horas de sueño que jamás tomé.
AL finalizar procedieron a ponerme el vestido, maquillaje, uñas, peinado. Todas estaban sobre mí y no había señales de Ferdinand.
— ¿Saben algo sobre el novio? —interrogué a una de las personas que me estaban arreglando.
—Es de mala suerte ver al novio antes de la boda—susurró como si la hubiera amenazado de muerte.
—Está bien—bufé.
Después de un arduo y complicado arreglo de imagen salí para recibir la limusina con mi padre dentro.
—Te ves maravillosa hija, no puedo creer que te vayas a casar, sólo tienes veinte, se supone que disfrutarías tu juventud—sonrió amargamente.
—Esta es mi forma de disfrutarla papá, y qué mejor que con una nueva familia.
—Pero para ser una familia necesitan tener hijos.
—Lo sé, pero ya pronto lo seremos.
— ¿Estás embarazada? —gritó sorprendido y yo solté una carcajada.
—No, aún no, pero supongo que no faltará mucho.
—No sigas Serene o me arrepentiré de esto.
—Pero no eres tú el que va a aceptar.
Me sonrió y abrió la puerta para que saliera frente a la iglesia.
Me acerqué hasta la entrada y me recibió Pauline, sí, ella era mi dama de honor y Christopher, a pesar de todo, fue elegido por Ferdinand como padrino.
Comenzó a sonar la marcha nupcial y cogí el brazo de mi padre lista para la entrada, sólo un par de pasos me separaban del altar, donde esperaba mi futuro esposo.
Con cada paso recordaba cada imagen de nosotros discutiendo, cada beso, cada cumplido, cada sonrisa y sobre todo, cada momento en el que lo encontré como un accidente y agradecí que así fuera, que el destino eligiera un solo camino para nosotros, para compartirlo por el resto de nuestras vidas.
—Queridos hermanos y hermanas—inició el padre—nos encontramos aquí, en la casa del señor para unir en sagrado matrimonio a esta afortunada pareja, a Serene Boucher y a Ferdinand Cordier, quien al aceptar ante Dios, jurarán permanecer juntos pase lo que pase.
Las lágrimas comenzaron a nublar mi vista mientras mi perfecto maquillaje se deslizaba con ellas. Ferdinand tomó fuertemente mi mano mientras hacíamos caso omiso a las palabras del padre.
—Pueden proseguir con sus votos—susurró el padre esperando que habláramos, y fue Ferdinand quien tomó la iniciativa.
—Serene Boucher—tragó con dificultad mientras yo sofocaba mis sollozos—yo, Ferdinand Cordier, me entrego a ti, sabiendo que la magia de nuestro amor es caminar juntos, en la prosperidad y en la adversidad. Quiero ser tu compañero, y  que tú seas mi compañera todos los días de mi vida—terminó.
—Yo Serene Boucher me entrego a ti este día, para compartir mi vida contigo. Puedes confiar en mi amor por que es real. Prometo serte una esposa fiel, compartir y apoyarte en tus sueños, esperanzas y metas. Mi voto estará contigo para siempre. Cuando caigas, te levantar; cuando llores te reconfortaré, cuando rías compartiré tu gozo. Todo lo que tengo y todo lo que soy es tuyo, desde este momento hasta la…—mi voz comenzaba a ser inaudible a estas alturas, pero estoy segura de que al menos Ferdinand si podía hacerlo—…hasta la eternidad.
—Serene Boucher, ¿aceptas a Ferdinand Cordier como tu legítimo esposo?
—Sí, acepto.
—Ferdinand Cordier, ¿aceptas a Serene Boucher como tu legítima esposa?
—Sí, acepto.
—Por el poder que me concede Dios, yo los nombro marido y mujer.
Pasó Chris con los anillos y Ferdinand lo deslizó en mi dedo. Imitando sus movimientos puse la sortija en su dedo.
—Ferdinand Cordier, puede besa a la novia.
Tomó mis manos y me dio un casto beso, todos tomaron fotografías, videos, todo o que podían por recordar ese momento. Incluso vi a mi padre llorando, de verdad le era difícil dejarme ir, pero supongo que fue muy tierno de su parte aceptar la realidad y dejarme vivir mi vida a mí gusto.

*********************************************************************************************

Probablemente la vida en los cuentos de hadas no pueda ser posible, eso no sucede a diario, pero tuve la suerte de conocerlo y de que mis sentimientos fueran correspondidos.
Parecerá el final de una linda historia.
Pero para nosotros apenas y es el inicio.

~FIN~

No hay comentarios:

Publicar un comentario