Capítulo 7 Aivan- Sangre Real

AIVAN

Sentí cómo aquel metal caliente atravesaba por mi hombro y salía del otro lado pero ese dolor no se comparaba con el dolor que sentía en el pecho al ver a Jinohra asustada y aferrada al tronco del árbol mientras el miedo la consumía poco a poco.
Corrí para sostenerla y el dolor punzante en mi hombro me impedía recogerla del desmayo. Aun así pude soportar su peso, el dolor me impedía caminar erguido y la sangre me provocaba nauseas. Pero no podía dejarla caer, debía llegar al castillo cuanto antes, al menos a un lugar con un maldito teléfono para alertar a mi madre.
— ¡¿Joven, está sangrando?! —bramó sorprendida una señora que nos vio al salir del bosque.
Tuve que contener las ganas de responderle con sarcasmo un gran “¿No, en serio?” pero la señora probablemente nos serviría de ayuda.
—Sí, por favor…—solté un quejido desgarrador, la sangre no paraba de brotar y yo veía todo tan borroso—llévese a la princesa al castillo, deben cuidarla, dígale a la reina que estoy en el…—antes de terminar perdí la conciencia.
Desperté en la cama de un hospital con una especie de manguerillas conectadas a mi antebrazo, unos tubos más para poder respirar y miles de aparatitos en toda la estancia.
—Cálmese príncipe, está en buenas manos—musitó una señorita que se veía borrosa ante mí.
—Gracias—susurré con la garganta seca—quiero agua por favor.
—En un momento—la señorita borrosa salió de mi cuarto para regresar con el vaso y una jarra llena de agua con hielos que subían y bajaban seductoramente—trate de servirse para ver si puede efectuar movimientos simples.
Saqué mi brazo herido de la sábana y lo elevé en dirección a la jarra, pero el movimiento envió una punzada a mi hombro y de inmediato grité de dolor.
—Por Dios enfermera no lo soporto—bramé—haga algo, quiero la maldita jarra, sírvame agua se lo ordeno—usé mi tono de mandato, odiaba darle ordenes a los demás.
—Usted no puede ordenar nada aquí, está en Newry, sólo lo atiendo porque está débil—esbozó una cálida sonrisa y yo me dejé caer en la cama mientras bebía el agua.
— ¿La princesa se encuentra bien?, ¿ella está aquí? —pregunté en cuanto dejé que el líquido empapara mi garganta y humectara el camino para hacer mi voz audible.
—Ella está en el palacio y la familia real también, ahora tenga, creo que debe ver las noticias y enterarse de lo que sucede ahí afuera—me tendió el control remoto y enseguida presioné el botón de encendido.
—Un momento no se supone que las televisiones…
—Sí, pero somos un hospital, aquí necesitamos entretener a nuestros pacientes—me guiñó un ojo y se retiró.
Enseguida comenzaron a transmitir el noticiero y entre otras cosas de celebridades, anunciaron nuestro compromiso.
“El príncipe Aivan acudió al programa en vivo con su entonces amiga, la princesa Jinohra, para pedirle enfrente de todo el público que esa noche nos acompañaba que fuese su prometida…tras unos minutos de desconcierto por parte de la princesa por fin supimos la respuesta, sí, la princesa ha dicho que sí y con esto nos queda más que claro que ambos sabían lo que estaban haciendo”
Decía el hombre de las noticias mientras pasaban la grabación del momento. Me veía tan mal con el cabello alborotado y más nervioso de lo que he estado alguna vez en mi vida, incluso más que ahora que me encuentro en el hospital con una herida de bala en el hombro.
Pasé de canal y la señal llegaba borrosa, tomando en cuenta que era algo “ilegal” estaba agradecido de que tan siquiera captara algo.
“Después del tiroteo de ayer…la policía capturó…secuestradores que iban…princesa…presunto culpable…príncipe, su amigo”
Dijo el tipo del televisor.
—Huge—me dije sabiendo que nadie podía escuchar, él fue el bastardo que ordenó que fueran por ella, de lo contrario los que la tenían en el árbol hubieran actuado o la hubieran golpeado, él tenía que ser el “príncipe, su amigo”.
Traté de ponerme de pie, pero en cuanto apoyé mis codos para impulsarme y poder enderezarme mi hombro envió otra punzada, no podía estar aquí acostado sin hacer nada.
Llamaron a mi puerta y tuve que recostarme.
—Pasen—grité mientras la puerta rechinaba anunciando la entrada de alguien.
— ¡Hermano! —Gritó Emy— esos hombres malos ya pagaron por lo que les hicieron, y yo estoy cuidando de Jiny.
—Hey Emily, deja a tu hermano descansar—riñó mi madre—Aivan—bajó su mirada para poder observarme bien—que bueno que estés bien, creímos que morirías por la hemorragia.
—Pero no fue así, ¿Jin está bien? —una sonrisa se formó en sus labios reconfortándome, eso sólo podían significar buenas noticias.
—Sí, ella está aun aturdida por todo lo sucedido, pero está en perfectas condiciones.
Se calló por un instante, como si se debatiera en decirme algo o no, pero en su semblante se notaba la angustia, debía preguntarle qué estaba pasando ahora que yo he estado ausente del reino.
— ¿Qué sucede? —interrogue sin darle tiempo de ocultar su sombría mirada.
—Ya saben quién mando a hacerles daño.
— ¡¿Quién?!
—Es Huge, Aivan…—se quedó en silencio por uno minutos antes de continuar—él no ha sido castigado, el fuero de los príncipes y princesas lo protege, por lo que las autoridades no pudieron hacer algo, pero Jinohra no está enterada y espero que no se lo digas, esto podría afectarla demasiado—rogó, odiaba cuando usaba su maldito tono de súplica.
—No te preocupes, no lo sabrá por el momento, pero quiero verla, dile dónde estoy, necesito verla.
La reina sonrió y tomó mi mano entre las suyas.
—Mi niño—suspiró—sé que la amas, pero déjala sopesar todo, no creo que pueda afrontar todo este problema de un solo golpe.
—Por favor, necesito saber que se encuentra bien y quiero que no se preocupe por mí, no quiero hacerla sentir culpable por todo esto—musité sintiendo cómo el dolor me estaba consumiendo, mi hombro no paraba de punzar y mi brazo comenzaba a entumirse.
—Veré que puedo hacer al respecto, mientras debes descansar—besó mi frente y se retiró.
Me recosté bien por fin y traté de dormir, pero el sonido de las máquinas y del vaivén de personas por los pasillos me lo hacían imposible. Pero aun así pude dormir por momentos.
Entre sueños lograba revivir las escenas en el bosque, tratar de hacerme una imagen de Jinohra huyendo me era doloroso, pero no podía evitar soñar con eso cada vez que mis párpados caían cubriendo mis ojos. En uno de tantos sueños yo estaba corriendo de la mano con Jin y veíamos al bastardo de Huge apuntando un arma hacia nosotros hiriéndome el brazo.
Me desperté jadeando y con la herida del hombro ardiendo, el dolor era tan profundo que casi hace que una lágrima saliera sin embargo la fortuita entrada de la enfermera logró reprimirla.
—Príncipe, esta semana no tendrá visitas, debemos asegurarnos de que la herida no esté infectada y de hacerle los estudios necesarios para poder darlo de alta.
No respondí ni me quejé, esperaba que esta semana pudiera ver a Jinohra o algo mejor, que me dejaran salir. Si bien era cierto que el dolor era indescriptible, pero podría aguantarlo si me dejaban estar nuevamente con Jin, y todo esto por la culpa de Huge.
La enfermera me retiró el vendaje y descubrió los puntos que unían mi piel de ambos extremos cerrando por completo la herida de la bala. Se apresuró a anotar todo en una pequeña libreta y enseguida tomó una esponja de la cómoda donde estaba la lámpara y la metió en un líquido azulado.
— ¿Qué es eso?…¡Ah! —grité con dolor.
—Un suero para que la herida cierre más rápido, sabemos que tiene asuntos que atender y estamos tratando de hacer lo imposible para que salga en esta semana, pero si quiere que esto funcione debe quedarse quieto y recostado para que la piel de su hombro no se expanda ni se contraiga, eso podría debilitar los putos y provocar que la herida quede abierta.
—Gracias—mascullé irritado y me tumbé en la cama.
Las personas iban y venían, pero ninguna de ellas se detenía a verme. Hacía ya dos días desde mi última revisión y aún no sabía nada de Jinohra. Pero la preocupación no podía hacerse esperar cuando escuché gritos provenientes de afuera de mi habitación.
—Por favor, déjenme verlo—gritaba la extraña voz.
—Lo siento pero esta semana no hay visitas.
—Me importan muy poco sus visitas, necesito verlo.
La puerta se abrió de golpe y una furiosa y preocupada Jinohra se hizo presente en mi habitación.
—Aivan—chilló mientras se le partía la voz—estás bien, perdona por todo—comenzó a disculparse y yo puse mala cara.
—Jinohra, no es tu culpa, es de Huge—solté sin recordar lo que me había dicho mi madre, esta vez había metido la pata.
—Ese maldito…
—Ya relájate, estoy bien ¿no? No hay porqué estar tensos—besó tiernamente mis labios mientras el sabor salado de sus lágrimas se quedaba gravado en mis boca, no podía llorar por algo que ella no había causado, nada de esto era su culpa.
Se retiró cabizbaja tras una tortuosa despedida, no podía soportar todo esto.
Pasó la semana completa y por fin pude ponerme de pie, claro que con la ayuda de las enfermeras para que no tuviera que ejercer fuerza sobre mi hombro. Con incomodidad me dirigí hacia la limusina que la familia real de Newry había mandado a recogerme para llevarme a su palacio.
En cuanto entré mi hermana y mi madre corrieron a recibirme, mientras esta última no paraba de llorar haciendo que me sintiera incómodo al verla así.
—Jinohra—musité al verla descender las escaleras con unos jeans y una playera entallada, tal y como la había visto la primera vez que estuve aquí—te extrañé.
Ella corrió a mi encuentro y nos fundimos en un glorioso beso que activó cada una de mis terminaciones nerviosas haciendo que comprendiera aquel sentimiento que las chicas describen como mariposas en el estómago.
—Te…extrañé—repitió entre cada beso—en verdad me hiciste falta todo este tiempo—susurró para que nadie pudiera escuchar nuestra breve bienvenida privada.
—Yo también, extrañé demasiado esto—volví a besarla con pasión, sin reservas de cada uno de mis sentimientos, la amaba y quería que ella y todos los que nos observaban lo supieran.
Nos separamos jadeando y sonrojados por todo este momento y por la incomodidad que se cimbró en cuanto vimos a todos los que nos acompañaban en este exquisito momento.
—Te amo—murmuré contra los labios de mi prometida—te amo con toda esta locura.

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