Capítulo 5 "El examen de psicología"- Amor por accidente

EL EXAMEN DE PSICOLOGÍA

No sé por qué debo de encontrarlo en todas partes, pero si lo hace a propósito yo también puedo llevarle el ritmo.
—Joven Cordier, seleccione un lugar vacío y después se le asignará un casillero—musitó la directora.
—Si—contestó y fue en busca de un asiento vacío que afortunadamente no estaba cerca de mí.
—No puede ser, ese tonto no nos va a dejar en paz—masculló Pauline a mi costado y me hizo reír.
—Pero tú lo pediste ¿no?, deberías estar feliz de poder compartir ocho horas al día con el—bromeé.
—No después de lo que me hizo, pero tal vez tú podrías averiguar el por qué de su huida.
—No, no creo que quiera hablar al respecto Pau, será mejor que dejes de pensar en él—sacudí la cabeza para sacar las palabras de Ferdinand de mi mente <<tú eres ese asunto tan importante>>—y además, sea cual sea la respuesta no debes darle importancia.
—Tienes toda la razón Ser, ahora él es todo tuyo.
—Ya te dije que no—repliqué molesta porque ella piense que siento algo por él.
—Como quieras, los dos hacen una linda pareja—continuó con su sonrisa.
— ¡Que no! —espeté interrumpiéndola clase.
— ¡Señorita Boucher, salga de mi clase ahora! —ordenó furiosa la profesora de matemáticas.
—Pero yo solo…estaba hablando un poco y perdí los estribos—dije fulminando a Pauline con una mirada asesina.
—No me interesa, desde hace un momento estuve viéndote charlar con tu compañera…la de al lado—señaló a Pauline—y te sales de mi clase o te daré de baja por una semana.
—Me largo—cogí mi mochila y salí del salón hacia la cafetería.
Al llegar ahí estaba completamente vacía, solo estábamos la cocinera y yo, pero no estaba tan deprimida para ponerme a platicar con ella como si fuese un bar tender.
La clase continuó, ya que mis horas con ella eran tres seguidas y decidí caminar un rato por el campus, con la esperanza de encontrar a alguien familiar.
— ¿Ya viste al nuevo chico de la facultad de administración? Es tan encantador—susurró un grupo de chicas que estaban sentadas cerca de las bancas para comer.
— Dicen que es millonario—respondió otra.
—Por favor Corin, todos aquí somos millonarios, no por nada es la escuela más cara y prestigiosa de París—y todas rieron ante el tonto comentario.
—Pero volviendo al tema, es maravilloso ese chico, ya quiero saber cómo besa—murmuró la que hace un momento llamaron Corin.
—Sí, es tan sexy—y todas volvieron a reír.
Molesta por sus comentarios decidí ir a poner un hasta aquí a toda su conversación.
—Ustedes ni siquiera lo conocen y apuesto que si lo hicieran, él no estaría besando a cualquier zorra que se le cruce enfrente—alcé las manos y las dejé caer a los costados llena de ira, salí de ahí tomando camino hacia mi edificio de la facultad para dirigirme a la siguiente clase, pero las chicas a las que hace un momento interrumpí iban pisándome los talones— ¿Cuál es su problema? —giré sobre mis talones para enfrentarlas.
—No, cual es TÚ problema—respondió la rubia del grupo apuntándome acusatoriamente.
—Ustedes, ustedes son un problema—respondí agarrando cada vez más duro las asas de mi mochila.
—Que linda, al menos eres honesta—y me abofeteó.
—No me importa, de todas formas eso no te quita lo zorra—di un paso hacia atrás para alejarme de ellas antes de que empeorara la situación.
—Pues a mí sí, no soy una zorra, no más de lo que eres tú y no te permitiré que hables de mí así—y volvió a abofetearme. Esta vez ya estaba llena de ira y llevé mi mano al aire para asentarle un golpe para que dejara de molestarme, pero una mano tomó mi muñeca impidiendo el golpe.
—Suéltame—tiré de regreso mi mano.
—Preciosa, déjalas, no te rebajes a ese nivel—comentó Ferdinand tomándome de la mano para alejarme de aquel sitio y yo esta vez no hice el esfuerzo de liberarme de su agarre, al contrario, lo abracé por la cintura para cerrarles la boca a las descaradas que nos observaban.
—Gracias—susurré.
—No es nada, no me gustó la forma en que te estaban observando, daban miedo, parecían gatos cazando a su presa—rió y yo lo imité— ¿por qué te golpeó una de ellas?
—Yo…yo…no tiene importancia ya—enrojecí al recordar lo que me había enfadado de su conversación.
—Parece que estoy en boca de todos el día de hoy, unas chicas hace un rato hablaban de mí.
— ¿De verdad? —el no respondió—pues es que eres “la sensación del momento—jugué.
—Gracias, por que supongo que eso es ¿un halago?
—No te emociones.
Nos dirigimos al salón de clases y me dejó en mi asiento, me soltó de la mano, un momento ¿no lo había soltado ya en el camino?, demonios, todos debieron habernos visto así. Agaché la cabeza dejando caer mi naranja cabellera sobre mi rostro.
—Me voy a mi asiento—susurró antes de irse.
—Adiós—sacudí mi mano de un lado a otro en señal de despedida. Patéticamente dio cerca de cinco pasos y llegó a su asiento y yo me dejé caer de lleno en mi mesa, ¿en qué estaba pensando al actuar así?, esto solo me traerá problemas.
Tocaron el timbre para la siguiente clase, mi némesis, “psicología empresarial” es una materia muy sencilla pero demasiado complicada para mí.
—Les recuerdo que el día de mañana se llevará a cabo mi examen de regularización, los siguientes alumnos serán los que deben asistir:
·         Boucher Serene.
·         Cordier Ferdinand.
·         Dassé Grant.
·         Simons Bernard.
—Los veo mañana a las siete en punto, ni un minuto después o se les quitará el derecho a examen—advirtió el profesor—ahora, saquen el libro en la página ciento veinticinco y hagan las actividades indicadas por equipos de tres y al terminar me dan una hoja con las aportaciones que les dio el ejercicio y de tarea quiero que lleven a cabo esta actividad en la empresa asignada a sus prácticas y que su jefe selle un formato que mandaremos.
—Serene—me llamó Pau—hagamos equipo.
—Uhm…si—dije distraída—nos falta uno.
—Completos—dijo Ferdinand uniéndosenos.
—Prefiero hacer equipo con Eve y Chris antes de estar contigo en uno—repeló Pauline.
—Pues a ellas les falta una, aún puedes unírteles—contestó Ferdinand con ese deje de descaro y Pauline solo gruñó en su defensa.
—Ahora si los dos se comportan y dejan de pelearse—musité.
—Está bien—dijeron los dos al mismo tiempo, lo que enfureció aun más a Pauline y yo solo rodé los ojos en señal de agobio.
 —Dice aquí—señalé un párrafo del libro—que hagamos una ¿representación de contrato?, ¿cómo se hace eso? —pregunté.
—A mi no me mires, también la reprobé en mi anterior universidad—respondió Ferdinand.
—Es una de esas sesiones de entrevista para trabajo—respondió Pauline.
—Ya entiendo, yo entrevisto—dije inmediatamente.
—Yo… ¿respondo? —ofreció Ferdinand.
—Yo superviso—murmuró Pauline suspirando.
—Muy bien señor Cordier, ¿tiene alguna experiencia en el rubro?
—Si…uhm… ¿de qué rubro hablamos? —los tres reímos.
—Cierto…uhm… de moda supongo—me encogí de hombros—Muy bien señor Cordier, tiene alguna experiencia en el rubro…de ¿la moda? —re formulé mi pregunta.
—Sí.
— ¿En qué ha trabajado?
—Fui modelo de Oscar de la Renta y Miu Miu; y solía trabajar para revistas después de eso, estuve en tres portadas de revistas de moda en el dos mil cinco y dos mil siete, he invertido mucho dinero en diferentes casas diseñadoras y actualmente soy inversionista de la empresa Meilleur Mode—terminó de explicar y me quedé atónita.
— ¿Eso es cierto? —cuestioné.
—Claro, no puedo mentir en una entrevista de trabajo—me guiñó un ojo nuevamente y desplegó una media sonrisa perfectamente estudiada, lo que comprobaba eso de que posó para tres revistas.
— ¡Contratado! —grité entusiasmada. Todas las miradas se volvieron hacia nosotros.
—Era sólo una simulación señorita Boucher—advirtió el profesor.
—Lo siento—tomé mi lugar.
Pauline y Ferdinand estaban anonadados ante mi reacción y no dejaban de observarme.
—Sólo me sorprendí ¿sí?, no es para tanto—excusé mi conducta en ese argumento que a mi parecer era el mejor.
—Muy bien, te entiendo, muchas suelen sorprenderse sobre mi pasado—admitió Ferdinand alzando las manos en señal de inocencia.
—Ya deja de presumir Ferdinand Cordier—estalló Pauline—no nos interesa en lo más mínimo quién eres ni de dónde vengas así que mejor mantén esa boca cerrada.
—Pauline cálmate, no lo vale—alejé a mi amiga fuera del salón.
Caminamos por el campus mientras ella se desahogaba llorando sobre mí, estábamos escondidas detrás del edificio entre los arbustos sentadas.
— ¿Por qué hiciste eso?
—Lo lamento Ser, me ganó la ira esta vez y eso fue todo, no volverá a suceder.
—Ya déjalo, fue un idiota contigo, pero no por eso le des más importancia de la que merece.
—Ser, hace unos días lo odiabas y ahora lo defiendes, ¿sabes cuán patético es eso?
—Lo sé—me llevé las manos a la cabeza sin saber qué más hacer—no sé qué sucede.
—Cuéntamelo todo, es lo único que puedes hacer—sonrió animándome a hablar.
—No puedo—dije tomando mi rostro entre mis manos—simplemente ni yo sé qué debo contarte.
—Te comprendo y si no quieres hablar está bien, no forzaré las cosas, pero hay algo que si debes contarme ¿quién te golpeó?
—Ah, eso, fue un grupo de chicas no fue nada grave.
—Y por qué—entrecerró los ojos mirándome.
—Porque estaban hablando de alguien y me irritó su forma de expresarse—confesé restándole importancia.
—Deja de decir las cosas a medias Ser, esto es serio—farfulló.
—Estaban hablando de Ferdinand ¿sí? Y lo defendí, no es nada del otro mundo—la empujé molesta y me levanté para salir de nuestro escondite exasperada.
—Basta Serene, detente—ordenó Pauline mientras tiraba de mi brazo.
— No, detente tú, defendí a un chico ¿y qué? Eso no es algo del otro mundo, así que deja de actuar como si hubieses visto un extraterrestre frente a ti—estallé, estaba molesta porque mi propia amiga pensaba que había sido torpe mi decisión.
Me retiré de aquel lugar y evité hablar con Pauline en todo el trayecto al edificio de la siguiente clase. La profesora no llegó por lo que me dio tiempo de bajar a la biblioteca para estudiar un rato para el examen de mañana, hasta ahora mi padre no sabe que lo reprobé, por lo que si no me recupero en esta regularización lo pagaré y muy caro.
—Pase señorita—me habló la bibliotecaria.
Hurgué en mi bolso en busca de mi credencial y no la encontraba, comencé a sacar todas mis cosas frente al escritorio; mi maquillaje, libros, lapicera, cartas, hojas, mi cartera y basurita, todos los objetos estaban tendidos sobre el escritorio y no aparecía la credencial.
—Señorita, no puede ingresar sin la credencial—reclamó la bibliotecaria.
—Lo sé, espere se que la traje—metí nuevamente la mano en la bolsa—se que la dejé por aquí—busqué entre cada libro y libreta y no la hallé, en mi cartera y la lapicera tampoco estaba y ya había gastado quince minutos buscando todo.
—Se puede retirar si no trae nada.
—Se que la traje, espere unos minutos y…
—Venimos juntos—un brazo tendió una credencial, giré sobre mis talones para ver a la persona responsable de esto.
—Ferdinand—suspiré—gracias.
—No es nada, ahora solo tenemos media hora para estudiar, ¿no vienes? —me tendió su mano y yo la tomé.
—De verdad gracias, no sé cuánto tiempo habría tardado en encontrar mi credencial.
—No importa, ahora estudiemos que hay un examen que pasar.
Nos sentamos en unos sillones uno frente al otro, tomamos nuestros libros y comenzamos con nuestra ronda de estudio. De vez en cuando nos preguntábamos conceptos y cosas que no entendíamos, pero tratamos de conversar lo mínimo posible.
Cansada de tanto leer levanté la vista del libro para observar a mi acompañante. Ferdinand estaba sumergido en su lectura y no me prestó atención, sus ojos miraban fijamente siguiendo la dirección de su lectura y a veces fruncía el ceño para concentrarse, pero seguía sin percatarse de mi presencia.
Por fin levantó la vista del libro debido a un bostezo y me miró observándolo
— ¿Por qué sonríes? —preguntó.
—Yo no estaba sonriendo.
—Si lo hacías.
—Claro que no, me conozco lo suficiente como para saber que no estaba sonriendo—mis mejillas ardían y bajé la cabeza para que no lo notara.
—Entonces por qué me observabas.
—Simple curiosidad.
— ¿Con que sí me estabas observando? —rió sorprendido por mi confesión.
—Bueno, eso me pareció más interesante que ver los estantes de los libros.
— ¿Así que soy más interesante que un estante? —alzó una ceja pícaramente.
—Algo así, pero si no te callas me iré con los estantes—me crucé de brazos y puse mala cara.
—Bueno, al menos he pasado de “idiota” a interesante—me miró para registrar alguna reacción y yo sólo le sonreí.
—Así parece, pero no cantes victoria porque si vuelves a cometer un error conmigo…
—No sucederá—interrumpió—pero por el momento se nos hace tarde así que vámonos.
—Como ordenes—rodé los ojos.
—No hagas eso.
— ¿Hacer qué?
—Eso—rodó sus ojos y yo reí.
—Una mala costumbre.
Salimos de la biblioteca y corrimos hacia el salón pues en seis minutos empezaría la clase y nosotros no habíamos tomado en cuenta qué tan lejos nos encontrábamos del edificio de la siguiente materia “mercadotecnia” la única clase que se me da bien aparte de las matemáticas.
—Apresúrate que se nos hará tarde y no quiero reprobar otra materia—tiró de mí muy fuerte para hacerme apresurar el paso lo cual funcionó muy bien.
En el camino al aula, nos encontramos con las chicas que antes me habían golpeado, bueno aunque solo fue una de ellas, y cogí de la mano a Ferdinand, estaba decidida a cerrarles la boca de cualquier modo y por lo visto de paso impresioné a Ferdinand, quien solo me apretó la mano con más fuerza mientras subíamos corriendo las escaleras.
—Puedes soltarme—jadeé una vez fuera del salón.
—Pero no quiero—e hizo un puchero.
—De verdad, suéltame—tiré de mi mano y logré zafarme.
—Te recuerdo que tenemos un trato.
—Lo sé, pero solo dijimos que serían “salidas”.
—Bien, paso a tu casa a las seis.
—Pero estoy castigada—me excusé, por primera vez comienzo a amar mis castigos.
—Bien, entonces será otra cita de negocios—ofreció media sonrisa y entró a clases seguido por mí.
El timbre sonó y todos salimos en busca de nuestros vehículos. Pauline no se despidió de mí y sólo la vi alejarse en su motocicleta; por el contrario de Ferdinand, quien esperó a que me subiera a mi auto y me retirara.
Manejaba por segunda vez en mi vida, siempre mis padres insistían que manejara a la universidad pero prefería la limusina, después del accidente de mis padres en el auto no pensé en manejar de nuevo. Mi teléfono volvió a sonar y decidí contestar esta vez.
—Hola, ¿qué quieres? Dijiste que pasarías a las seis.
—No podré, mi llanta se ponchó y no he salido de la facultad.
— ¿Y qué quieres que haga al respecto? —bufé.
—Podrías, no sé, ¿llevarme a casa?
—Acabo de llegar a la mía.
—Si no mal recuerdo te llevé a donde querías en dos ocasiones diferentes— ¿me estaba chantajeando?
—Está bien, voy para allá—colgué y giré en dirección a la escuela.
Al llegar Ferdinand estaba en la banqueta sentado y mojado por la ligera brisa que se soltó después de la escuela.
— ¿Quieres  que te lleve? —bajé mi ventana para observarlo.
—No es gracioso—masculló irritado.
—Ahora sabes cómo me sentí aquel día.
— ¿Me vas a dejar subir o no? —gritó.
—Sube—abrí la puerta de atrás pero él abrió la de junto.
—Hazte a un lado, yo conduzco.
—Mi auto, creo que puedo con él.
—Por favor, odio que manejen para mí—juntó sus manos en forma de súplica pero no cedí.
—Lo siento pero no, debo manejar.
Manejé de camino a casa para poder protegernos de la lluvia y mi incómodo pasajero no dejaba de quejarse de mi forma tan prudente de conducir, entre “acelera”, “no frenes”, “no pares cuando esté el amarillo” mi ira iba aumentando.
—Cierra la boca por un momento Ferdinand, ya casi llegamos—giré a verlo porque no respondía, y estaba dormido recargado totalmente en el asiento—ahora no por favor, no me hagas esto—lo moví para despertarlo pero no reaccionaba—Ferdinand—aún sin respuesta— ¡Ferdinand! —soltó un suspiro pero no despertó—ahora no Dios ¿por qué a mí?
Descendí del auto y me metí a mi casa para refugiarme de la lluvia, miré hacia el garage y el auto estaba ahí con Ferdinand dentro, lo que me hizo sentir culpable.
Resignada salí y abrí la puerta de mi acompañante para sacarlo y llevarlo dentro.
— ¿Cómo te saco? —Le pregunté a Ferdinand que aún reposaba en el asiento—te tendré que cargar.
Y así lo hice, lo tomé en mis brazos y lo llevé dentro de mi casa, subí las escaleras y lo dejé caer en mi cama.
—Normalmente es el chico quien carga a la chica, no al revés—le dije a sabiendas de que estaba profundamente dormido—que bueno que voy al gym o te hubieras quedado dentro—seguí hablándole—me debes una y grande.
—Está bien—respondió adormecido Ferdinand.
Me quedé congelada delante de él sin poder girar a verlo, mi cara ardía de vergüenza.
—Descansa—susurré.
—No preciosa…
—Serene.
—Como sea, me voy a mi casa.
— ¿Ya viste la hora?, son las tres de la mañana no puedes irte a sí a esta hora.
—No quiero estar aquí además esta es tu cama.
—Puedo dormir en el sillón.
—Duerme en tu cama, yo voy al sillón—se puso de pié y avanzó hacia mí, tropezando y derribándome con él sobre el sillón. Nuestra respiración era cada vez más difícil después de la caída.
El yacía sobre mí a escasos centímetros de mi rostro, se inclinó y me besó; pude haberme apartado pero no quise, lo prefería así, juntos después de tantas peleas.
—Yo…lo siento no debí…
—Descuida, no…no ha pasado nada—tartamudeé confundida por nuestra reacción y me metí a dormir a mi cama.
Pasó muy poco tiempo y sonó mi despertador, me levanté como si nada, cogí mi ropa y salí a tomar una ducha, abrí la puerta del baño y…
— ¡Para eso existen las puertas! —gritó Ferdinand.
—Perdona…no recordaba…uh…lo siento—corrí fuera del baño asustada por todo e inmediatamente el recuerdo de su beso se coló en mi mente.
—Listo, el baño es todo tuyo.
—Sal antes de que mis padres te vean y piensen que nosotros…ya sabes…
—Te entiendo, cojo mi ropa y voy a mi apartamento.
—Hoy es el examen de psicología, no te dará tiempo de cambiarte.
—No puedo ir con la misma ropa ser, ni tú has hecho eso—musitó contrariado por mi propuesta.
—Déjame ver que tengo—busqué en mi armario algo para él—tengo esta camisa—la sostuve frente a él—y éste pantalón.
—La camisa es rosa, me sienta horrible— y solté una sonora carcajada— ¿qué es tan gracioso?
—Jamás pensé en discutir sobre ropa con un hombre—y volví a reír.
—Dame eso y me largo—se giró para cambiarse y me quedé observándolo—si sigues viendo no podré cambiarme.
—Uh…cierto, yo…debo ducharme—salí de mi habitación hacia el baño y me di una ducha rápida, me cambié dentro del cuarto de baño y salí hacia el garage por mi auto.
—Vámonos—dijo Ferdinand cerrando la puerta tras de él.
Aceleré el auto y conduje hasta la facultad. Una vez dentro corrimos hacia el edificio 132-B a hacer el examen de regularización.
— ¿Nerviosa? —preguntó Ferdinand.
—Algo, ¿y tú?
—No, estoy seguro de aprobar ¿quieres relajarte?
—Sí, supongo—se acercó más a mí y yo di un paso atrás, acercó su rostro al mío y volví a sentir sus labios sobre los míos en un casto beso.
—Espero que eso sirva—entró en el aula listo para hacer el examen.
 Estaba muy inquieta en mi asiento, no podía concentrarme, al distraerme un poco del examen recordaba el beso de Ferdinand y me ponía a fantasear como una boba y por cómo me miraba un chico frente a mí supuse que tenía una tonta sonrisa en la cara. Me detesto por eso.
El timbre sonó y entregamos el examen todos juntos esperando en la fila.
—Fue sencillo—dijo uno de los chicos del frente.
—Sí, muy simple—contestó el otro.
Nerviosa avancé y entregué el examen aún dudando que mis respuestas fueran acertadas.
—Espero y pueda aprobarlo señorita Boucher—musitó el profesor cuando me tuvo de frente.
—Yo también—mascullé por lo bajo.
Caminé hacia la salida del salón y me apresuré a bajar las escaleras, no estaba segura de querer hablar con alguien en este momento y menos con Ferdinand. Debo sopesar todo lo que me ha pasado con él y repensar las cosas.
“No debo mezclar la escuela con el trabajo” me repetí las palabras de mi padre, “no debo mezclar la escuela con el trabajo” me decía con cada escalón que descendía para jamás olvidar mi error cometido, se suponía que Ferdinand no me agradaba y estúpidamente lo defendí, se supone que no debía convivir con él y lo llevé a mi casa y se supone que no debí sentir algo por él y me besó. Mi vida se está saliendo de control.
Pasé mi mano por mi cabello para tranquilizarme al pisar el último escalón, me senté ahí para relajarme. Esperé a que tocaran el timbre para levantarme, pero Chris y Eve venían de frente hacia el edificio
—Oí que alguien ya está pretendiendo a Ferdinand—cuchicheó Eve.
—Lo sé, pero no le hará caso, ayer estuvo conmigo—mintió Chris.
—Eso es mentira—espeté—él ayer estuvo…—me detuve antes de cometer un terrible error.
—Estuvo conmigo toda la tarde y…uf, qué decir de la noche—comentó con una sonrisita la tonta de Chris.
—No, él no estuvo contigo en ningún momento—mis manos estaban apretadas en puños detrás de mí y no podía contener más mis palabras a tal grado de estar completamente roja de ira—él no pudo estar contigo porque pasó toda la noche en mi casa—las palabras salieron por sí solas sin poder detenerme.
—Exacto, me la pasé con ella ¿sí?, así que de una vez por todas dejen de decir tantas incoherencias y déjenla en paz, ella está conmigo—dijo Ferdinand detrás de mí.
— ¿Con que están juntos?
—Juntos juntos ehm…—dudé mi respuesta.
—Sí, juntos en cualquier sentido que puedan pensar—posó una de sus manos en mi cintura y yo imité su movimiento.
Nos alejamos de aquel lugar y me separé de Ferdinand.
—No debiste hacerlo—reproché.
—Ya está hecho Serene.
—Pero ahora todos pensarán…—cubrí mi rostro con mis manos.
—Es solo una mentira…y tu eres la mejor parte de ella—tomó mi mano y nos dirigimos hacia el aula de clases.
¿Qué me está pasando?, espero que esto no sea tan malo como parece y peor aún que me traiga problemas ¿hasta qué punto podré fingir?

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