EPÍLOGO

AIVAN

Pasaron meses para que la ciudad se reconstruyera después de esa leve invasión. Huge tuvo que pagar por los daños y ahora cumple su condena.
Jinohra y yo decidimos modernizar Newry brindando la tecnología de Lisburn, lo más complicado fue el uso de los automóviles, nadie sabía conducir y nuestro personal no era suficiente.
Y pues por el momento me faltan unos días para el día de la boda, mientras Jinohra elige el pastel, el lugar y todo el resto de cosas yo, me encargo del papeleo y de vigilar nuestros reinos.

Cassidy está con ella para “asesorarla”, aunque conociéndola diría que le está metiendo ideas en la cabeza para según ella, mejorar la recepción de la boda.
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Ya habían pasado los días y era justo el día de mi boda, de mi boda con Jinohra.
No sabía si esto era normal, pero tenía ganas de salir huyendo, de abandonar el recinto donde íbamos a casarnos, todo esto me tenía con los nervios de punta.
—Aivan, más te vale que salgas—advirtió Cassidy esperando fuera del cuarto donde me estaba arreglando—llegarás más tarde que la novia—advirtió y me puse de pié de un brinco, sí, quería escapar pero también quería estar con ella, quería escuchar que le dijera a todos que aceptaba ser mi esposa.
—Enseguida salgo—grité para que me escuchara y ella abrió la puerta—puedes peinarte en el auto, pero lleva tu maldito trasera allá abajo o Jiny se pondrá peor que yo—amenazó y corrí escaleras abajo.
— ¿Y Jinohra?
—Es de mala suerte ver a la novia antes de la boda—ahora ponte el saco y vámonos.
—Espera, debo ver a Emily y a mi madre…
—No hay tiempo—masculló entre dientes—ellas están con Jin y llegarán a tiempo, ahora si su alteza real nos honrara con su presencia—hizo una reverencia forzada y se introdujo en la limusina que nos transportaría.
—No era necesario tanto lujo.
—Pero se verán lindos—chilló y me tomó del brazo.
—Hey—espeté—ese brazo es para Jin—bromeé.
—Cállate—me golpeó ligeramente en el hombro y continuamos en silencio.
Bajé de inmediato cuando llegamos al recinto, quería ver a Jinohra enfundada en un enorme y esponjado vestido blanco, tal y como ella lo había descrito tiempo atrás, pero aún no llegaba y ya habíamos hecho esperar a los invitados. Pasé sobre la alfombra rosada que marcaba el camino directo al altar, ésta se sentía tan suave bajo mis pies que desee que el camino alfombrado jamás acabara, pero llegué hasta el altar y pude admirar por completo el recinto.
Globos de diferentes tamaños caían como racimos de las orillas, los destellos de la luz contra las cintas platinadas llegaban a cegar cuando os observabas por demasiado tiempo. Los pilares con topiarios de rosas y tulipanes adornaban cada inicio y fin de las hileras de asientos. En el recinto, las familias se dividieron, del lado izquierdo estaba la familia de Jinohra, junto con sus amigos y demás personas de Newry; del lado derecho estaba mi familia. Mi madre y mi hermana no estaban sentadas, pues la pequeña sería la que entregaría los anillos y mi madre sería la dama de honor de Jiny.
Las puertas se abrieron de par en par y la cabeza del rey con su corona se hizo presente, ya sabía perfectamente quien estaba con él, era Jinohra con un vestido en un blanco perlado que le daba un encantador color de su piel y hacía resaltar sus profundos ojos azules.
Sonreí al verla, había valido la espera.
Ambos se acercaron mientras las leves notas de la música flotaban en el aire, no era una marcha nupcial, pero tenía el mismo efecto.
Cada paso que daba me tensaba, estaba en la espera de que ella se arrepintiera, pero no lo hizo, sus pasos eran firmes y seguros, por alguna razón quería ser tan firme como ella. Ella debería ser quien estuviera nerviosa, no yo.
Llegó por fin hasta mí y su padre la dejó justo enfrente girándome a verla me quedé embelesado admirándola. No tenía ni una pizca de maquillaje en su rostro, era hermosa así, tan pura como ahora.
—Hermanos y hermanas—inició el padre que estaba justo detrás de nosotros—estamos aquí para unir en sagrado matrimonio a estos dos príncipes—hizo una pausa para tomar aire y yo hice lo mismo—Jinohra, la princesa de Newry y Aivan, el príncipe de Lisburn.
Todos se quedaron en silencio observándonos, giré en un movimiento para ver a mi madre con los ojos llenos de lágrimas y a los padres de Jiny en la misma situación.
—Buena suerte—gesticuló Cassy para que no la escucharan y yo sonreí hacia ella.
Devolví mi atención a Jinohra y ella ya estaba nerviosa, no se a que grado, pero estaba pálida.
—Ahora, por favor sus votos—musitó el padre.
—Jinohra—me arrodillé dramáticamente recordando aquella vez que lo hice frente a las cámaras—prometo cuidarte amarte y protegerte en la salud y la enfermedad—repetí tal y como lo había memorizado—jamás creí que el amor de mi vida sería una mujer testaruda y caprichosa—se escucharon risitas y ella también rió nerviosamente—pero por algo tuvo que ser así y bueno creo que lo más importante es que nosotros lo hayamos elegido así—dije susurrando para que solo ella pudiera escuchar esa última parte—me harías el hombre más dichoso si aceptas el día de hoy mi más sincera petición—callé y ella sólo asentía a cada palabra que decía.
—Aivan—continuó ella—también te prometo lo mismo—sonreí—perdona pero no recuerdo el resto de promesas—limpió sus lágrimas con el dorso de su mano—tampoco creí que fueras el indicado, pero agradezco el día en que te caíste de la escalera—solté una carcajada y todos rieron—bueno, eso no sonó muy bien—se lamentó—pero honestamente no creí que llegaría hasta aquí contigo pero lo agradezco, no quisiera estar con otra persona que no fueras tu—y su voz se partió, enviando así un picor detrás de mis ojos, no podía quebrarme con ella, debía ser su soporte.
—Príncipe Aivan, ¿acepta a la princesa Jinohra como su legítima esposa?—musitó el padre.
—Acepto
—Princesa Jinohra, ¿acepta al príncipe Aivan como su futuro y legítimo esposo?
—Acepto.
Emily se acercó con el cojincito color crema que contenía las sortijas y todos se quedaron observándola. Ella había elegido un vestido rosa pastel y le habían hecho unos chinitos en toda su cabellera, lucía tan hermosa como Jin.
—Por el poder que me concede Dios, los nombro, marido y mujer—dijo mientras yo introducía mi dedo en la sortija y ella hacía lo mismo con la suya—puede besar a la novia.
El beso fue corto frente a todos, pero en cuanto nos introdujimos a la limusina ambos entregamos nuestro amor en un nuevo y apasionado beso que incomodó a nuestro conductor.
—Te amo Aivan.
Fue lo primero y último que dijo en todo el recorrido de regreso al castillo.
—Yo te amo más—me limité a contestar.

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