Tú no Marc- Corazón de hielo

TÚ NO MARC

El día era caluroso como para pasar el fin de semana acostada en casa, mi madre había insistido en que saliera a comprar con mis amigas o que fuera a practicar a la pista para las estatales. Pero eran vacaciones, y vacaciones es sinónimo de descanso, y descanso es sinónimo de aburrimiento total.
Cogí mi móvil que estaba debajo de mi cómoda almohada y marqué el número de Shannon, probablemente ella estaba dispuesta a salir conmigo en un día tan soleado, ella era capaz de levantarle el ánimo a cualquiera y yo era ese “cualquiera” que necesitaba divertirse en estos momentos, así que haciéndole caso a mi mamá presioné la tecla verde para dar inicio a mi llamada.
—Hola Vero, ¿qué quieres? —rezongó mi amiga un poco molesta.
—Si llamo en un momento inoportuno marco más tarde…
—No, lo siento es que estaba durmiendo y me has tomado de malas, pero de verdad ¿qué quieres? —valla, mi amiga sí que sabía cómo tratar a las personas.
—Quería salir un rato al centro comercial, quiero distraerme un poco, las vacaciones me están agobiando y mi mente me vuela a otros lados, por favor, vamos.
—Está bien, pero si va tu amiguito Marc con todo el gusto del mundo te acompaño ¿sí? —hice un mohín y ella sólo gruñó, ya llevaba más de medio año flirteando con mi amigo, pero Marc era demasiado tonto como para darse cuenta de que ella quería llamar su atención, pero en fin, quizá esta vez se le haría a mi amiga.
—Lo llamaré a ver si tiene tiempo, pero supongo que sí, nos vemos allá en dos horas ¿te parece?
—Mejor en una, no creo que aguante dos horas sin hacer nada.
—Muy bien, cuídate te veo en un momento—colgué y comencé a abrir todo mi guardarropa para encontrar algo adecuado. Pero lo único que había ahí eran jeans y blusas para el colegio, eso y mis vestidos del patinaje, pero no podía ir con medio trasero de fuera por la calle. Tal vez en el centro comercial coja algo lindo que comprar y así poder cambiar mi atuendo ¿desde cuándo tenía más ropa para el patinaje que para andar por la calle?, supuse que era porque no le daba mucha importancia al resto de mi vida, todo estaba centrado en que pudiese presentarme lo mejor posible y entre ese “mejor” estaba el vestuario.
Bajé corriendo hacia la cocina para beberme un yogurt antes de salir, cogí una de esas notitas post-it para ponerle un recado a mi mamá:
“Estoy en el centro comercial con Shannon, cualquier cosa márcame, regreso a las cuatro”
La adherí a la puerta del refrigerador, cogí mi bolso color chocolate y salí a la calle para tomar el transporte que llegaba hasta el centro comercial. De camino llamé a Marc, el vivía a casi dos calles del centro comercial así que él podría caminar a gusto y estar ahí en sólo diez minutos.
—Marc, necesito verte en el centro comercial en media hora, irá mi amiga Shannon y obviamente también yo te estaremos esperando—colgué para dejarlo con las palabras a medio salir, de verdad debía estar ahí o lo mataría.
Llegué y descendí del transporte público para ir caminando hacia el interior del centro comercial, y ahí estaba ella, mi amiga tan arreglada como siempre, mientras que yo parecía una rana a su lado.
—Llegaste antes—fue lo único que dije.
—Te recuerdo que mencionaste que debíamos de hablar así que dímelo antes de que llegue Marc y ya no tengamos más momentos entre chicas.
—Muy bien…—me puse a contarle todo mi incidente con Matthew, debía decírselo a alguien que no lo conociera, pues en cualquier momento me hubiera dicho que lo aprovechara y en esta situación Shannon era mi juez imparcial.
—Ya veo, la tienes difícil, yo opino que no le des la oportunidad de que ocupe un espacio, por más pequeño que sea, en tu mente, te mereces algo más que un idiota atacándote cada que tiene oportunidad. Debes alejarte de él—y sí, justo lo que esperaba escuchar de ella un sincero “estoy contigo”, me dio un cálido abrazo y enseguida se separo para ir tras de Marc.
Con demasiado ánimo fue a saludarlo mientras yo me quedaba embobada viendo la escenita protagonizada por mis amigos—despierta—me dije y me dirigí hacia ellos.
—Hola Verónica, hace un momento me dijiste que era urgente…
—Asunto solucionado Marc, ahora disfrutemos un momento,
Nos dirigimos los tres hacia las tiendas que estaban abarrotadas de personas y otras cuantas donde hasta los empleados debían formar una barrera humana para impedir que las personas acabasen con el establecimiento. Me introduje por una rendija para pasear por las ofertas en Zara. Las blusas estaban botadas por todas partes y los tacones estaban sin sus pares, me agaché debajo de una mesa y cogí el extremo de una blusa mientras otra chica tiraba del otro lado y así comenzamos con un “estira y afloja” que terminó en una mesa volcada patas arriba y una señora con el ojo morado, sin dudarlo corrí a ocultarme en los vestidores, por mi culpa la otra chica había golpeado a puño cerrado a la señora que paseaba tan campante en medio de nuestro duelo.
Me puse rápidamente la prenda y salí a los espejos a modelar un momento para mí. Definitivamente esta blusa color menta debía ser mía. Me la quité de nuevo en los vestidores y me puse la playera con la que entré. Tomé la blusa en un abrazo como si fueran a robármela y corrí hacia las cajas para pagar. Me acerqué con la tarjeta de crédito y pagué la prenda; cuando salí del establecimiento mis amigos ya no se encontraban ahí.
Corrí por los pasillos en busca de mis amigos pero no estaban, marqué al móvil de ambos y no contestaron. Ojalá y mis pensamientos positivos de ellos dos juntos sanos y salvos fueran reales, por Dios que daría todo porque fueran reales. Caminé más a prisa y choqué con una pared de músculos frente a mí.
—Fíjate dónde caminas—le espeté al Sr. Musculoso que estaba frente a mí cubierto por unos lentes de sol y una fedora que le cubría la cabeza y parte de la frente.
—Deja de caerte conmigo ¿quieres?, desearía que dejaras de toparme con esa cabeza dura, créeme que de verdad duele—se sobó el estómago y se agachó un poco para estar a mi altura—casi no te reconozco sin el vestido—soltó una carcajada y me arrebató mi bolsa de Zara—veamos que traes aquí—sacó la blusa y la extendió frente a él mientras yo trataba de arrebatársela. —Verónica, no me digas que ahora aparentaras ser una joven de veinticinco años—masculló un poco enfadado—si no mal recuerdo, dijiste que apenas entrabas como disponible y ahora vienes con algo que te hará ver de mayor edad.
—Mira, no sé quién seas pero es obvio que tú si me conoces y bueno, me gusta patinar y ya tengo dieciocho y eso me da derecho a escoger lo que me pongo, y así tuviera doce años podría ponerme lo que a mí se me venga en gana ¿Quién te crees, mi padre?, así que dame mi blusa y déjame de una vez.
—Yo preferiría quitártela—sonrió lascivamente el maldito acosador—pero ya que insistes, tómala y de verdad no la uses te verás vieja—estuvo a punto de retirarse pero se dio la vuelta y se quitó los lentes mostrándome sus ojos y todas sus facciones que de inmediato reconocí.
—Matthew—susurré su nombre, ¿acaso me estaba siguiendo a todas partes? — ¿qué…qué haces aquí?
—Vine de compras, mi intención no era encontrarme a una mocosa malcriada y sexy, pero en fin, veo que ando de suerte ¿qué opinas de ir a tomar un helado?
— ¿Un helado?, ¡¿me besaste sin pedirme permiso y tienes el valor de invitarme un helado?! —Espeté con furia mientras todos me observaban gritándole a nuestro patinador olímpico—creo que es más que obvia mi respuesta—musité esta vez moderando mi voz.
—Muy bien, entonces lo tomaré como un sí—me asió a su brazo y me rodeó por la cintura pegándome a su costado, me llevó casi a rastras hacia donde estaba un pequeño establecimiento de Yoguen Früz, cogió unos vasos con una mano mientras con la otra me sujetaba para que no me fuera— ¿de qué sabor te gusta? —preguntó con cierto aire de felicidad.
—De ninguno, sólo déjame—traté de escabullirme pero era inútil, me tenía completamente pegada a él y por más que aguantara la respiración para escurrirme por debajo no podía. Me era imposible separarme de él.
—Muy bien, entonces yo elegiré—se acercó al despachador de helado y lo puso debajo de éste, bajó la palanca que indicaba el helado de fresa y otro de blueberrys y los combinó. Después siguió por donde estaban los recipientes de frutas y gominolas para poner sobre el helado unos panditas de goma y unas cerezas.
Pasamos con el cajero y lo pagó, nos dirigimos hacia las mesas para poder comer. Mi oportunidad de escaparme de él. Se sentó y estuvo a punto de soltarme, pero el maldito lo recordó y me sentó sobre sus piernas. Hizo como si yo fuese un bebé y metió la cuchara en el vaso con helado mientras hacía soniditos de helicóptero.
—Abre la boca y come—ordenó y yo cerré en automático la boca, ya era demasiado humillante el estar sentada en sus piernas, ¿ahora que me alimente?, no estoy loca.
—Por favor déjame—espeté con voz regia, en verdad necesitaba acabar con esta humillación. De hoy en adelante vacaciones será sinónimo de “ponte a patinar y no salgas”.
—La chica dijo que la dejes—intervino una voz masculina logrando que Matt me soltara y que yo pudiera alejarme de él. Corrí hacia mi amiga que estaba parada con los brazos en jarras observando a Matthew muy molesta, por alguna razón sentí lástima por él.
Mi amiga se acercó decidida y le plantó una bofetada que le dejó una marca roja de la mano de mi amiga justo en la mejilla. Me vi tentada a acercarme a ayudarlo, pero al recordar el motivo me detuve y Marc me ayudó a salir de ahí. Caminamos un buen rato mientras me hacía la fuerte tratando de no llorar, no le daría el gusto de dedicarle mis lágrimas y menos frente a mis amigos.
—Oigan, no me siento nada bien, los dejo y espero que se diviertan.
—No, te llevaré a casa, traje la bicicleta—musitó de inmediato Marc, a lo que Shannon respondió con un mohín, le chocaba el no tener nunca un momento a solas con él.
—Bueno, hoy sí que te encuentras mal, yo también me voy a casa y Marc, más te vale que la cuides o tendrás el mismo destino que aquel patán—amenazó valientemente mi amiga. Se dio la vuelta y la vimos marcharse.
Estaba sola con Marc, mientras me cogía de la mano para llevarme a la salida, pero tenía antojo de un helado desde que me invitó Matt, pero no estaba de humor como para aceptárselo en ese momento y con Marc, probablemente me serviría de consuelo.
—Marc ¿quieres un helado? —pregunté sintiéndome de la nada algo avergonzada.
—No, pero si tu quieres vamos, yo invito—pasó su mano por mis hombros y nos fuimos con rumbo a los helados. Pero mi sonrisa se desarmó cuando lo vi sentado ahí, tomé de la mano a Marc y lo obligué a salir corriendo del establecimiento.
—Hey espera un momento no soy tan rápido—murmuró Marc mientras era arrastrado por mí fuera de la tienda de helados. No quería enfrentarme a Matthew o por lo menos no quería que me viera en este estado tan alterado, tanto que sentía que las piernas me fallarían en algún momento.
Corrí hasta que logramos salir o más bien, logré salir, giré y Marc se había quedado atrás mientras yo huía del centro comercial. Lo esperé unos minutos más justo en la entrada del centro comercial. Llegó y me tomó de la mano para llevarme a rodear el establecimiento hasta donde estaba la parada del transporte que me llevaría a casa. De inmediato me monté en el autobús que me transportaba a una calle de mi casa, necesitaba desahogarme en el calor de mi habitación.
Llegué hasta mi casa y vi todas las luces del fraccionamiento encendidas, no dudé en alarmarme y correr hacia donde se encontraba mi madre sentada en el patio de la casa. Me observó y se llevó las manos a la cabeza, sonrió con satisfacción y corrió hacia mí para abrazarme. Me besó tantas veces como pude soportar y me tomó para la mejilla para escudriñar en mi rostro lo que delataba mi estado de shock. No tenía ni idea a qué venía toda esta demostración de amor y preocupación, pero también yo estaba preocupada, sabía que algo estaba pasando como para que todas las luces estuvieran encendidas.
—Estás bien mi niña—musitó abrazándome fuertemente.
—Sí, ¿por qué no debería de estarlo?
—Alguien se introdujo a robar a la casa de los Gregor y no saben quién fue, les han dejado una nota de advertencia para que no se metan en los asuntos de quien fuera quien les robó, fue una especie de lección por algo que hicieron.
—Ya veo, pero no, no me ha pasado nada, trataré de no salir mucho mamá, si así estarás tranquila te prometo que sólo iré de la escuela a la pista y de la pista a la escuela, no te preocupes—dije a modo de consuelo. Mi mamá estaba temblando tanto que tuve que meterla a casa para envolverla en una manta, probablemente mañana no debería ir a la escuela, debo cuidar de ella…pero tengo un examen, espero pueda comprenderme.
—Ya quita esa cara de angustia Verónica, se que mañana tienes una evaluación y no te voy a permitir que faltes, así que corre a estudiar, yo te aviso cuando la cena esté lista.
Y siguiendo sus órdenes subí a mi habitación a estudiar, pero por más que intentaba concentrarme en el libro de francés me era imposible, no podía lograr memorizar ni comprender nada, en mi mente sólo estaba Matthew. El engreído, arrogante y acosador de menores Matthew Conors. Suspiré. No pude rendir más en el estudio y me quedé dormida sobre el escritorio en el rincón de mi recámara.

***

El despertador sonó y me levanté como resorte de la cama. Busqué mis calcetas dentro de los cajones del buró y vi lo que se suponía fue mi cena en el escritorio. No pude evitar esbozar una sonrisa de satisfacción.
Bajé corriendo con la charola en mano y me calenté en el microondas toda la cena para tomarla como desayuno, pues estaba corta de tiempo si quería presentar bien el examen.
Estaba disfrutando de una mantecada cuando alguien llamó en el timbre, corrí a la puerta y observé por un orificio que estaba taladrado justo a mi altura. Era Marc quien estaba del otro lado, me puse detrás de la puerta y la jalé para poder dejar pasar a Marc.
—Buenos días Verónica, vengo a ver cómo van las cosas por aquí, nos enteramos en casa sobre lo que pasó con tus vecinos y, bueno…tu mamá me pidió que te pasara a recoger a esta hora para que no te fueras sola—sonreí abiertamente y lo abracé. Después recapacité y probablemente Shannon me arrancaría la cabeza por llegar a la escuela con él—. He traído la bicicleta para llevarte, no es necesario que tomes el transporte.
—Muy bien, espera un momento para que termine de arreglarme y ya vuelvo—me introduje al baño para lavarme los dientes y ponerme un poquito de maquillaje y así no avergonzar a Marc—.Listo—dije medio cantando para alegrarlo y no dejar que se preocupara tanto por mí ¿porqué la mayoría de las personas me ve como a una niña que hay que proteger?
Nos salimos al patio y levantó su bici de mi césped, me subí al par de barrotillos que estaban en los laterales de la llanta trasera, me colgué la mochila al hombro y con gran esfuerzo, Marc comenzó a pedalear. Anduve tomándolo de los hombros para no caer por cerca de quince minutos y, en efecto, llegamos antes que el transporte escolar. Baje de un salto y tomé camino sin despedirme hacia mi clase. Llegué segundos antes que la profesora.
Sacó unas hojas (cerca de seis) para que las contestáramos todas, esa era mi dichosa evaluación. Fui la primera del grupo en concluir el examen y en salir del aula, no soportaba más tiempo ahí dentro, así que me vi obligada a entregarlo y a prohibirle a Shannon que viera las últimas tres respuestas, mínimo un ocho ya había asegurado. La esperé sentada hasta que logró salir después de otros tres de mis compañeros quienes se nos unieron para charlar sobre lo “complicado” que había sido el examen, pero obviamente no para mí, debía sacar notas excelentes si quería patinar y claro que quería. Mi vida era el patinaje.
Tras un par de clases aburridas por fin sonó la chicharra para salir y me acerqué al portón, donde mi madre me esperaba para llevarme al centro de patinaje. Me subí al auto y mi madre condujo hasta que por fin llegamos. Se despidió de mí mientras yo descendía del vehículo y me introduje al complejo.
Comencé mi rutinario camino hacia los vestidores cuando unas llantas rechinaron en el asfalto de fuera y salí corriendo a ayudar a quien fuera. Creí que mi madre había sido y no dude en llamarla, afortunadamente ella se encontraba bien, pero Marc no.
Corrí a levantarlo del suelo, tenía todo el brazo raspado y unas gotas de sangre escurrían de su hombro. Traté de ponerlo de pié, pero sus piernas estaban algo débiles y debía apoyarse en mí y en una de las otras chicas que ahí practicaban para poder mantenerse firme. Aun así mantenía una sonrisa, sin duda era un chico demasiado fuerte.
—Marc, ¿qué ha pasado? —escuché decir a la instructora mientras se aproximaba a paso veloz.
—Iba entrando y un auto quiso ganarme, no fue grave, sólo voy un rato a casa y listo, ya se encargarán de mi— concluyó con una mueca de dolor para después sonreír como si nada hubiese pasado.
La instructora se aproximó decidida para llevárselo a donde sea que fueren, pero la ayudamos a subirlo a su deportivo para que se fueran mientras nos indicaba que nos mantuviéramos dentro del recinto patinando…todos excepto Chelsea y yo, quienes teníamos que practicar nuestra rutina para las Estatales.
Entramos al complejo y el frío me impactó en el rostro, se sentía más frío que cuando entré antes del accidente—hasta el clima estaba de malas por Marc—pensaba mientras caminaba rumbo a los vestidores para calzarme los patines cuando una bolsa de regalo se atravesó en mi camino haciendo que tropezara. Abrí la bolsa y ahí dentro estaba un cuadrado con un envoltorio de copos de nieve que tenían impreso mi nombre, wow quien quiera que haya dejado el regalo debió ingeniárselas para que no lo viera y esforzarse más para conocer mi nombre. Revisé la tarjeta que pendía de un cordoncillo plateado y sólo tenía mis iniciales con un repujado lleno de garabatillos en forma de espirales.
Comencé a quitarle el lazo azul que estaba en una de las esquinas y después seguí con el papel que tuve que depositar en la basura antes de que se diera cuenta de mi desastre de papel la instructora y me obligara a limpiar los casilleros, nuevamente. Unas afiladas cuchillas brillaron bajo la luz del alumbrado y no dudé en abrir la caja. Unos maravillosos patines nuevos y rosados, con cuchillas rosadas. Moría por unos de estos que sólo consigues bajo pedido y justo hoy los tengo…tendré que aflojar las cuchillas para no lastimarme, pero eso no importa, valdrá la espera para estrenarlos en las Estatales.
Guardé todo en mi maleta y la metí en mi casillero—Shannon se lució con el regalo—murmuré cuando alguien cerró de un portazo mi casillero, giré y ahí estaba parada Chelsea con una sonrisa martilleada a la fuerza en su rostro.
—Wow, lindo obsequio es una lástima que no puedas estrenarlos, probablemente tu pareja no pueda ir, se ha fracturado y pues se recuperará en uno o dos meses, uno nunca sabe…en fin, deberás tener mucha suerte para la próxima Verónica—estuvo a punto de retirarse justo cuando la instructora irrumpió en el lugar y nos dirigió directo a su oficina.
Estaba preparada para recibir cualquier clase de regaño por parte de ella, podía jurar que desde el principio Chelsea fue su favorita mientras yo era una más que sobresalía de entre todos, pero nunca la “perfecta” Chelsea. Cerró la puerta detrás de nosotras y se sentó en la silla reclinable justo detrás del escritorio.
—Sólo para que sepa ella comenzó…—inició a alegar Chelsea y la maestra alzó la mano para callarla.
—No  me interesan sus pleitos de niñas, pero entérense las dos de que no podemos dejar pasar la oportunidad y si ninguna de ustedes pasa a la siguiente ronda de las Estatales quedarán fuera—advirtió con voz áspera—así que más vale que comiencen a llevarse bien—paró sin dejarnos salir de ahí—en cuanto a lo de Marc ya tenemos quien lo sustituya, será muy bueno esto chicas, de verdad fantástico. En un momento sabrán quién es—se levantó de la silla y salimos las tres juntas hacia la pista de patinaje para que me presentaran a mi nueva pareja. Estaba que me comían viva los nervios.
Esperaba con ansias a que esa portezuela se abriese de par en par para mostrarme a mi pareja.

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