Capítulo III- Rosa

Capítulo III

Por fin de día. La luz se filtró por la ventana de la habitación principal del segundo piso dándole directo en el rostro a Reyna, quien se vio obligada a levantarse y preparar su desayuno.
Pasó por la cocina tarareando, cogió un lapicero que estaba sobre el refrigerador y lo colocó en su oreja para no perderlo, luego se posó frente al porta papeles que estaba sobre la alacena recién reparada por Ainara y cogió su pequeña libreta para depositarla en la bolsa trasera de su pantalón.
Por su cabeza  pasaban cientos de ideas sobre versos que podría plasmar con sólo preparar su desayuno, algo simple, cotidiano y sencillo como unos huevos con bacón y un saludable jugo de zanahoria del pequeño huerto que había traído desde Nueva York hasta Capri. Sus propias zanahorias que había tardado años en aprender a cuidarlas, se dijo y se sintió orgullosa por poder hacer algo con ellas y no sólo rallarlas como acostumbraba. Terminó de cocinar y se dispuso a servir el almuerzo en unos platos para que cuando sus hermanas bajaran encontraran algo preparado y no se molestaran en gastar más tiempo en cosas que probablemente ninguna de ellas sabrían hacer.
—Uhm hermanita, que delicioso huele—masculló entre bostezos Tess mientras descendía de su habitación—. Espérame un segundo y ya te acompaño yo a desayunar.
Con gracia y agilidad se movió por la cocina para tomar un vaso y después la jarra con el jugo de zanahoria, lo sirvió en el vaso y se sentó en la silla que estaba frente a Reyna para poder hacerle compañía.
—Ainara llegó muy tarde anoche y estaba furiosa, Kimberly me dijo que ambas se habían pasado a verificar el negocio de la abuela y que estaba hecho un asco, probablemente hoy tendremos que ir a echarle una manita de pintura y a restaurar todo lo que esté mal ahí…que por lo que me dijo Kim es todo—suspiró exhausta y estiró los brazos.
—Bueno, supongo que con esa actitud Ainara ya se ha de haber ganado uno que otro problemilla…además de los que ya trae con los vecinos…—arqueó una ceja y sonrió levemente—… El jugo está delicioso Tess, debes probarlo.
—Un momento, no me desvíes el tema. Estabas diciendo que ya tenía problemas con los vecinos.
—Bueno, no vecinos vecinos, sino con los hermanos Cadzow, ya sabes, los hermanos dueños de los hoteles y todo el drama que se armó con Roger. Pobre Nara.
—Oh, eso ya lo había escuchado de Kim, pero dejemos que arregle sus problemas, ya tendrá tiempo de decirnos qué sucede si es que quiere hablarlo.
El comedor se quedó en silencio mientras desayunaban, ya no había nada que decir y las palabras que bastaban no serían suficientes para decir lo que estaban pensando.
—Muy bien Tess, me adelanto a la tienda, tal vez coja inspiración para poder escribir algo—dijo mientras pasaba a la sala por un abrigo y un bolso—. Por cierto, dile a las otras dos que arreglen la casa, la tía llamó anoche para avisar que ya estaba en camino porque su vuelo se retrasó así que por favor compórtense y cuando llegue avísenle que nos veremos en el negocio—culminó y salió de prisa hacia el local.
Caminó con sus tacones mientras el frío la hacía tiritar y la obligaba a apretar el abrigo contra su cuerpo para poder calentarse, hacía tanto tiempo que ya no regresaba a Capri que había olvidado lo fría que podía llegar a ser cuando comenzaba la navidad y, así mismo, la temporada de huracanes «menos mal que ya no estamos cerca de la costa» pensaba mientras daba pasos más firmes para no desestabilizarse por los bruscos impactos que el viento le propinaba.
En un momento, justo al descender de la acera, el viento arreció logrando que el pie se le balanceara un poco y que se le doblara el tacón y casi cayera al suelo, cayera porque unos fuertes brazos se aferraron a su diminuta cintura evitando que su cuerpo impactara con el asfalto.
—Oh por dios—fue lo único que pudo decir mientras se estabilizaba de pie.
—No te preocupes, creo que estaremos destinados a salvarlas de cualquier desventura, soy Brandon Cadzow, mucho gusto en conocerla señorita Bloom—se llevó la mano de Reyna hacia los labios y le dio un cálido beso de bienvenida.
—Para mí es todo un gusto y un acierto el haberlo conocido así, perdone si le provoqué algún inconveniente pero con este viento me fue imposible no resbalar— comentó Reyna mientras seguía caminando con rumbo al negocio de su familia sin apartar la vista de la carretera para evitar resbalar nuevamente.
— ¿No tienes frío con ese vestido? —interrogó Brandon mientras le tendía la mano a Reyna para ayudarla a subir a la acera.
—Un poco, pero ya casi llego a mi destino y bueno, creo que se me quitará este espantoso frío en cuanto llegue al negocio.
—Te creeré, pero mientras llegas toma—se quitó el abrigo y lo puso sobre los delicados hombros de Reyna para poder abrigarle y que no se enfermara—. Listo, ahora ve a tu negocio y cuando puedas pásate por el hotel y devuélveme el abrigo—con un guiño hacia Reyna se fue con rumbo al hotel en donde estaban sus habitaciones y donde estaban el resto de lugares que debía decorar.
Reyna llegó caminando tranquilamente y envuelta en el abrigo que le había dado Brandon Cadzow de forma amable, sin duda se pasaría por el hotel para verlo y poder devolverle su abrigo. En ese momento, aquel cuadro que ambos conformaron cuando él puso el pesado abrigo sobre sus hombros, se estaba transformando en poesía «cálido invierno» sí, justo así lo llamaría. Rebuscó en su bolso el juego de llaves que les habían mandado por correo para abrir el local, sin embargo fue cuestión de segundos para que ella se diera cuenta del enorme hoyo que tenía la ventana, por su mente pasaron cientos de imágenes de robos a bancos o museos de arte, incluso aquella vez que ella misma había sido víctima de un robo a mano armada. Con todo el valor del mundo metió la mano por el hueco para abrir la puerta e introducirse de inmediato.
Lo primero de lo que se percató fue el espantoso y hediondo aroma a humedad, polvo y moho que invadía el negocio, las tablas mullidas y los muebles carcomidos por los insectos que comenzaron a habitarlo desde hace tantos años atrás. Lo único que seguía manteniendo su forma original era el estante donde su abuela solía acomodar las semillas y algunas flores y las añejas masetas que estaban sobre éste.
Reyna caminó por el cuarto donde se suponía que debía estar un escritorio con algunos papeles de colores para hacer adornos florales, los recordaba tan vívidamente que incluso podía escuchar aquel crujido de las hojas al doblarse para envolver las flores. Salió hacia lo que debía ser el invernadero y se dio cuenta de que a pesar del tiempo el pasto no estaba del todo seco, un gramo de esperanza se incubó en su ser mientras observaba anonadada la poca naturaleza que estaba en ese lugar tan siniestro.
Regresó por un par de trapos que había guardado en el bolso para iniciar la limpieza del lugar, no quería llevarse más tiempo del deseado, puesto que el hacer un poema sin que vinieran más palabras con éste y a la vez más estrofas le era casi imposible y debía tomar nota antes de que eso sucediera.
Salió a revisar los grifos para saber si aun podían reconectarse al sistema de agua y de paso ver si podían volver a poner drenaje. Revisó lo que antes era la cisterna y se encontraba completamente vacía y llena de musgo. Ni una buena fregada con cloro lograría quitar esas gruesas capas de dos centímetros de espesura. Suspiró, y eso que no quería llevarse todo el día n la limpieza, pero conociendo a sus hermanas ninguna sería lo suficientemente valiente como para levantar sus enormes traseros de sus cómodos sillones para ir a barrer aunque sea medio cuarto del recibidor y eso la ponía aun más furiosa.
Regresó a donde estaba su bolso para hablar por teléfono a casa para saber si su tía ya había llegado o por lo menos había salido del aeropuerto y poder ir a saludar para después volver al trabajo, no le gustaba dejar las cosas a medias y mucho menos una obligación que le correspondía a ella y a todas sus hermanas.
— ¿Bueno? —contestó la voz pasiva de Tess.
—Hola Tess, hablo para saber si ya llegó la Tía Yaya y por favor dile a Nara que venga a reparar algunas cosas del negocio, necesito ayuda urgente con todo esto, si puedes sería bueno que todas vinieran a limpiar porque yo sola terminaré hasta dentro de un mes. Por favor Tess—imploró utilizando aquel tono que hacía que Tess dejara esa actitud tan fría y calculadora y cediera ante los encantos de su hermana.
—Tú ganas Reyna, ya iremos para allá, pero más te vale que no hayan insectos ni ratas porque te juro que salgo corriendo de ahí y a ver cómo te las arreglas sin mí para poner a trabajar a este par de holgazanas—detrás se escucharon las voces fatídicas de sus hermanas, quienes no tardaron en quejarse ante la reciente orden que habían escuchado—. Y en cuanto a Yaya…no ha llegado, creo que ya ha de venir en camino, pues minutos antes habló para que le diéramos la dirección exacta de la casa.
—Muy bien Tess, las veré allá en unos minutos para que después ustedes vengan conmigo en lo que la Tía se instala en uno de los cuartos—terminó la llamada e introdujo el móvil de regreso al bolso para poder continuar con la exhaustiva limpieza.
Comenzó barriendo todo el polvo que yacía en el suelo y sacudiendo las telarañas del techo con la escoba, quería terminar de limpiar aunque sea una habitación y que sus hermanas se encargaran del almacén y de poner el abono a las flores. Aunque pensándolo bien, quizá ella misma se debería hacer cargo de la parte del abono, pues no confiaba en que sus hermanas hicieran bien eso de cuidar un simple jardín.
Continuó aseando hasta que el móvil emitió un sonido de alarma para que ella fuera a ver la hora y a meditar si debía regresar a ver a su tía o simplemente decirles que la llevaran hasta el negocio. Decidió coger el móvil y llamar de regreso a casa y avisar que no podría ir, si perdía más tiempo con su tía probablemente no terminaría de limpiar nunca y eso debía estar listo para realizar el pedido de semillas con unos amigos de Nara.
— ¿Bueno? —esta vez no contestó Tess, sino que fue Ainara.
—Ainara hola, me temo que no podré ir a ver a la Tía, por favor dile que le mando saludos y en cuanto a ti espero que puedas coger las tablas que traje de mi casa para poder hacer los muebles, eres la única que tomó el taller de carpintería y por lo tanto la única que puede hacer los nuevos estantes para la tienda—Ainara no pudo evitar hacer un mohín y una mueca de reproche frente al teléfono.
—Como digas hermanita, pero tardaré un poco porque debo ver si Frank podrá mandarme las semillas de los tulipanes y las orquídeas dentro de una semana, porque no tiene la maldita hielera para poder transportarlos hasta acá , así que te llamo más tarde para ver eso—y colgó dejando a Reyna con las palabras en la boca.
Ainara continuó sacando los viejos papeles que habían encontrado en la casa en cuanto llegaron para ver si tenían alguna deuda pendiente o si había un documento importante que se hubiera traspapelado; pues no encontraba el último comprobante de que ya había pagado en la cuenta establecida para la materia prima de los restaurantes de Texas y si no comprobaba el dichoso pago vendría una demanda por parte de la empresa que probablemente no libraría.
Siguió con su ardua búsqueda mientras separaba montones y montones de hojas guardadas en cajas de zapatos que se prometió archivar y guardarlas dentro del enorme mueble metálico asignado para ese tipo de asuntos importantes. Pero no hallaba tiempo para esas cuestiones y justo ahora debía recoger el reguero de papeles que estaba botado en toda la habitación.
El timbre sonó y Ainara se levanto como un resorte para ir disparada a abrir la puerta y ser la primera en saludar a la Tía Yaya. Bajó por las escaleras y observó como Tess, con un paso lento abría la puerta y la silueta de Roger aparecía detrás de ésta. A la última persona que quería ver en el resto de la mañana era a Roger y se aparecía justo frente a ella enfundado en unos vaqueros desgastados y con una camiseta que hacía que se le marcaran los pectorales tan estéticos y trabajados que poseía.
—Ainara, a ti te estaba buscando, necesito darte algo y hablar un momento, no te quito más de cinco minutos por favor—comenzó a hablar Roger mientras entraba a la casa aún sin pedirle permiso a Tess, quien ya le había abierto totalmente la puerta.
—Un momento Roger, ¿cómo rayos pudiste pasar la reja?, pareces un ladrón y créeme que no dudaré en denunciarte por…allanamiento de morada—giró su rostro para ver el asentimiento con la cabeza de Tess, lo que indicaba que había dado con el clavo a la acusación. Ya le daría tiempo de tomarse un curso de derecho.
—Oye, la reja está abierta así que sólo pasé y de todas formas la hubiera saltado…pero ese no es el punto, vengo a mostrarte algo de tu familia que estaba entre mis papeles—con un movimiento sacó la tableta electrónica y buscó entre sus imágenes aquella fotografía de la carta que alguien de su familia había mandado a la de las Bloom.
—Un momento—intervino Tess con la misma voz pasiva que acostumbraba—. Si vienes por algo de las Bloom lo debes tratar con todas las Bloom, no sólo con Nara y si me permites un minuto enseguida nos reuniremos todas en la cocina sólo tengo que hacer un par de llamadas. Por favor Nara baja las sillas y acomódalas en la mesa para que les de de merendar en lo que nos habla de lo tan importante que tiene que ver con la familia—Tess pasó junto a Ainara y salió disparada a la habitación de Kimberly para interrumpir su lectura y decirle que bajara a preparar algo en lo que ella llamaba a Reyna para que regresara.
El timbre sonó mientras ella seguía arriba, por lo que tuvo que volver a correr hacia abajo para abrir la puerta, pues sabía que Ainara no haría el mínimo esfuerzo por levantarse del comedor y salir a ver quién tocaba la puerta.
Tomó el pomo de la puerta y lo giró para abrirla. El viento arrojó unos largos cabellos dorados y ondulados al interior de la casa y entonces Tess supo quién había llegado.
— ¡Yaya! —gritó al tiempo que se lanzaba a los brazos de su tía, quien ya tan pronto había teñido su cabello de otro tono y eso que hace un mes era pelirroja. Ambas entraron asidas del brazo mientras Reyna llegaba con las maletas de su tía en las manos, cómo odiaba que a ella la trataran como de la servidumbre por el hecho de que hace unos años ella tomó ese puesto porque su siguiente libro de poemas trataría sobre lo que deben hacer las sirvientas. Pero sus hermanas habían llevado su papel hacia otro extremo.
Subió con las maletas y, mientras pasaba por la cocina, le hizo un guiño de simple coquetería a Roger, quien ya se encontraba enfrascado en una nueva discusión con Ainara sobre sus estrategias de ventas.
—Hey Roger échame una mano— sugirió Reyna al tiempo que le extendía una maleta a aquel hombre.
—Uhm sí, de todas formas esta batalla ya la he ganado—empujó levemente la silla para poder levantarse y entonces la vio, vio a la tía que tanto había escuchado hablar a sus hermanos y a Kimberly mientras estaban en el hotel aquel día que Ainara tomó la decisión de ignorarlo por todo un día—. Usted debe ser la famosa tía de las Bloom, es todo un gusto conocer a una mujer tan bella—tomó la suave mano de Yaya y se la llevó a los labios con gesto de cortesía.
—Que joven tan encantador—murmuró llevándose la palma de la mano hacia la mejilla—. Ustedes niñas no se queden ahí paradas y sírvanle algo, debe estar hambriento— musitó mientras daba de vueltas en la cocina para comenzar a preparar su almuerzo y claro, para preparar algo casero para sus sobrinas.
Ainara se dispuso a ayudar en la cocina para poder soportar la espera a lo que fuese que iba a decirles Roger, no confiaba en absoluto en él, no después de lo que había pasado en el hotel pero…si eso tenía que ver con las Bloom, todas debían tomar cartas en el asunto y ella debería dejar de lado su odio profundo hacia Roger.
Cogió los vasos y comenzó a acomodar la mesa, ya estaba acostumbrada a eso después de que pasó casi dos años de su vida atendiendo su pequeño negocio que después rindió frutos— más de los que ella misma esperaba—siguió con los platos, las servilletas de papel…
—Alto—exclamó martirizada la Tía Yaya mientras le daba un manotazo a Nara—. ¿Qué clase de modales son esos? Hay invitados así que pondremos las de tela—fue a revisar unos cajones para sacar las servilletas color blanco marfil con una rosa bordada que ocupaban en los eventos especiales, sobre todo las bodas.
Resignada, Ainara tuvo que obedecer a su tía y comenzó a reordenar la mesa con la vajilla de cristal de una sola pieza, con la cubertería de plata y con las servilletas de tela que tanto insistió en quitar.
Roger estaba descendiendo de las escaleras mientras charlaba anímicamente con Reyna sobre el afluente de clientes en la Isla Capri, sobre todo de las jugosas divisas que el verano y el invierno traían consigo y así se daría una idea sobre la cantidad de semillas que deberían pedir para cada temporada, aunque después de todo, serían las otra tres las que se harían cargo de esa parte del negocio.
—Reyna, hija, por favor has esa salsa de mango que el año pasado hiciste en navidad, la necesito para aderezar estos medallones—canturreó la tía mientras se meneaba rítmicamente con el canto de las aves que estaban en el patio.
—Enseguida, pero debo ir por algunos mangos porque los de la nevera están algo verdes, vamos Tess, vamos Kim, ustedes me ayudarán a cargar con las bolsas—y se retiraron las tres dejando solos a Nara, a Roger y a la tía Yaya.
La cocina se quedó en silencio mientras sólo se escuchaba el canto de las aves, nadie dijo nada mientras se ocupaban de lavar trastes o simplemente pasearse de un lado a otro, tal y como lo estaban haciendo Roger y Nara.
Ella no se había dado cuenta de lo bien que le sentaba ese aspecto relajado y despreocupado a Roger, con los pulgares ajustados en las trabillas del pantalón, el rostro con una media sonrisa y los ojos con ese brillo que le había notado el día que tuvieron que bailar en el restaurant del hotel. Sus pasos lentos que iban y venían y que resonaban dentro de la cocina que recién había sido amueblada.
—Tía me voy un rato, Reyna me ha dicho que debo reparar unas cosas en el negocio para que comience a funcionar lo más pronto posible así que te dejo con Roger—pasó por la estufa y le dio un beso en la mejilla.
—Ainara, hija, espera. Si tienes que reparar algo creo que las manos de un hombre fuerte y apuesto como Roger te vendrán bien ¿por qué no lo llevas contigo? Sirve que alguien te hace compañía en lo que tengas que hacer—murmuró la tía Clara con supuesta inocencia.
—Tía, esto es cosa de las Bloom ¿sí?, así que creo que somos nosotras las que debemos arreglar lo referente al local y eso significa que yo sola lo haré—cogió un bolso y un suéter y salió molesta por la puerta.
—Hijo—murmuró la tía mientras se acercaba al joven—. Ve con ella, siempre termina necesitando ayuda pero le cuesta admitirlo—le tendió el abrigo con el que había entrado y prácticamente lo sacó de la casa.
Roger enfrentó con el rostro al frío, las ráfagas de viento gélido provenían de todos lados como disparos hechos al azar que le podían atinar a cualquier persona. Salió con paso rápido y constante para buscar a Ainara y entregarle el abrigo para que no cogiera una neumonía. Ni siquiera sabía por qué cojones le preocupaba tanto lo que a ella le pudiera pasar, pero la tía lo mandó a darle el abrigo y lo haría. Listo, ese era todo el plan. Llegar y saludar, darle el abrigo y después irse. No tenía nada por qué quedarse ahí o mucho menos, era ella la que se había alejado después de todo y eso lo aliviaba de cierta forma, probablemente así podría volver a coquetear con la guapísima encargada del tercer piso del hotel de la costa. La mujer británica de cabellera tan obscura como la noche y tan suave como la gamuza de los zapatos de Brandon, sacudió la cabeza, ¿cómo rayos podría estar ahora pensando en los zapatos de su hermano? Siguió caminando hasta dar con el negocio que ya se encontraba abierto y con los lamentos y maldiciones de Ainara como música de ambientación.
—Joder, estúpida madera de mierda, debes cooperar—gimoteó Ainara mientras trataba de redondearle las puntas a la tabla que estaba en el suelo.
Roger se quedó mudo mientras contemplaba la escena. Ainara estaba sentada sobre la madera mientras la tallaba hasta darle la forma, pero no lo había conseguido y se había llevado una buena tallada en el brazo. Tenía ganas de quitarla de ahí y hacer él el maldito trabajo para que no se siguiera lastimando.
—Hey Bloom—dijo Roger—. Tu tía me mandó a darte esto—arrojó a la cara de Ainara el vaporoso abrigo blanco que le había sido entregado y ella sólo pudo emitir un gruñido—. ¿Qué haces?
—Bailo en un concurso de chachachá—murmuró con ironía, logrando que Roger lanzara una tremenda carcajada que inundó todo el silencio que se hallaba en la tienda.
—Ya veo, ya veo. Bueno…creo que necesitas un poco de ayuda por aquí—qué tonto era, sólo debía de darle el abrigo, se había dicho que sólo iría a eso sin entretenerse, se dijo mientras daba la vuelta para evitar seguir insistiendo.
—Muchas gracias Roger pero de verdad no necesito ayuda de nadie, me las he arreglado para resolver mis problemas yo sola y sin la ayuda de nadie y mucho menos de un hombre, quizá parezca delicada y débil pero no lo soy—dijo casi gritando.
—Y una mierda, dame las malditas herramientas y quítate de aquí—ordenó Roger mientras trataba de arrebatarle el cepillo para madera y el cinturón de herramientas que estaba en su diminuta cintura.
Comenzaron a forcejear. Ainara para evitar que le quitara las cosas y Roger para arrebatárselas, comenzaron un juego infantil de estira y afloja con el cinturón de las herramientas y cuando éste se rompió por la mitad las herramientas botaron y lo único que se le ocurrió a Roger fue lanzarse sobre Ainara para impedir que las herramientas pesadas le causaran algún daño.
El martillo aterrizó cerca de donde ambos se encontraban abrazados, mientras que la segueta y un par de desarmadores cayeron un poco más lejos. Una vez que la lluvia de artefactos de carpintería cesó Roger comenzó a separar su cuerpo del fino cuerpecillo que tenía ante él. Roger bajó la vista hacia la mujer que estaba en su regazo con los ojos aún cerrados.
Ainara abrió lentamente ambos ojos y alzó la mirada para observar el perfecto rostro esculpido de Roger. Nuevamente no pudo reprimir esas ganas de tocar sus marcados pectorales que se notaban aun debajo de ese enorme abrigo de piel. Una especie de sonido gutural escapó de su garganta haciendo que Roger se levantara de golpe y que Ainara sólo sostuviera su cabeza entre las manos en señal de dolor. Dolor por el hecho de que el verlo tan de cerca le provocara esa extraña sensación de las típicas mariposas en el estómago que hacía años no experimentaba, ni siquiera con su antiguo marido, Demian Crawford.
Nara comenzó a levantarse sin la ayuda de Roger, una parte de ella quería que Roger se comportara como todo un caballero y que le ayudara a incorporarse del suelo. Pero no sucedió. Roger no quería involucrarse más con Ainara Bloom, se lo había prometido ya desde el primer día que la tuvo tan cerca que pudo probar ese sabor tan dulce de sus labios.
Él no sabía qué hacer, el suave y tierno toque de las manos de Ainara lo había logrado descolocar, estuvo a punto de dejarse llevar por ese breve instante tan íntimo que ambos habían compartido, pero decidió ponerle fin a ese momento antes de que se arrepintiera de hacer algo que probablemente haría que se arrepintiera.
— ¿Te encuentras bien? —Preguntó Roger al tiempo que recogía las herramientas y las colocaba junto a la tabla de roble que estaba en el suelo—. Te dije que te ayudaba y mira, por tu tozudez hemos hecho un desastre, coge la escoba y limpia, yo me encargo de esto—se estiró por el martillo y de un empujón hizo a un lado a Ainara sin dejarla protestar—. ¿Qué quieres hacer con esto?
—Dejar lista cada madera para ensamblar una especie de librero, lo necesitamos para ordenar ahí las semillas y algunas flores… no lo sé, Reyna me ha pedido que lo hiciera y ya sabrá ella para qué lo quiere—protestó haciendo un puchero mientras se inclinaba para posar el recogedor justo frente a la basura del suelo.
— ¿Tú no piensas trabajar aquí? —interrogó sorprendido Roger mientras detenía el tallado de las orillas de otro tablón.
—No, yo ya tengo suficiente con administrar los restaurantes, no puedo darme el lujo de cargar con más trabajo y supongo que lo máximo que puedo hacer por aquí es la publicidad o algún arreglo con los estantes—se encogió de hombros para fingir que no le importaba, pero sabía bien que debía ayudar más. Se lo había prometido a su madre aquella vez que fueron a verla al hospital días antes de que su vida se terminara.
—Ya veo, ¿entonces diriges un restaurante—Ainara extendió una sonrisa sancarrona al tiempo que se llenaba de orgullo.
—No, dirijo toda una cadena restaurantera de los Estados Unidos y pienso llegar al mercado Asiático dentro de pronto.
—Supongo que podríamos hacer negocios algún día, quizá tus restaurantes quedarían bien con los hoteles—se dijo Roger en voz alta y la idea no sonaba nada mal, quizá si antes de que las hermanas se fueran lograran tener un contrato preparado podría asegurar una jugosa ganancia más para todos los hermanos.
Ainara no comentó algo al respecto, de igual forma si él quería hacer algo ya se lo comunicaría, de todas formas no era ella quien necesitaba la alianza así que se daría el gusto de rechazar la propuesta un par de veces, las suficientes para que comenzara a pedir por las buenas las cosas. Terminó de barrer el suelo y abrió los cuartos cerrados para que el aire circulara por el negocio y sacara el polvo de cada rincón. Cuando abrió la puerta de la bodega una sombra pasó de un lado a otro corriendo y logró que Ainara gritara y cerrara la habitación de golpe.
— ¡Roger! —Gritó en busca de ayuda— ¡Roger! —volvió a gritar.
Él se encontraba martillando un par de tablas para enderezarlas cuando escuchó el grito desesperado de Ainara, se levantó del suelo y el grito se volvió a escuchar; sin pensarlo salió corriendo hasta llegar a donde ella se encontraba recargada en la puerta y con las rodillas un poco flexionadas mientras se cubría el rostro con las manos. Roger no sabía si acercarse y consolarla o darle su espacio a solas para que se desahogara, pero no fue necesario tanto tiempo, pues fue ella quien se acerco a él para poder recargarse y no caer al suelo.
— ¿Qué ha pasado? —interrogó Roger con la voz tranquila para que Ainara no se exaltara más de lo que ya estaba.
—Alguien está ahí—señaló la puerta del cuarto y Roger se aproximó al pomo de esta—. Vi a alguien moverse rápidamente dentro del cuarto otra vez.
— ¿Otra vez?
—Sí, la primera vez fue ayer, sonará estúpido pero vi la sombra de mi abuela frente a mí, pude distinguir sus facciones e incluso ese perfume que desprendía cada que alguien pasaba junto a ella y todo era real, juro que no estaba imaginando nada, se lo dije a Kimberly pero no me creyó…sé que no estoy loca y mucho menos que eso me lo haya imaginado se que fue real—Ainara comenzó a hablar cada vez más rápido, había pasado del miedo al pánico, no quería que Roger abriera la puerta de ese cuarto.
Él insistió en abrirla hasta que logró convencerla. Pasó uno de sus brazos por la cintura de ella hasta que la tuvo lo suficientemente cerca como para protegerla en caso de ser necesario. Cuando por fin se asomaron Roger fisgoneó cada rincón para verificar que no había alguien ahí dentro, pero tal y como él lo esperaba la habitación se encontraba totalmente vacía.
Algunas macetas estaban botadas en el suelo y la tierra que había en un costal estaba dispersa sobre los mosaicos, y qué decir de las paredes, todas descascaradas y pintadas de tres tonos diferentes que ya comenzaban a decolorarse por el sol que había impactado justo en esas zonas de la pared.
—Ainara, no hay nadie aquí dentro, puedes estar en paz—se separaron un poco para que ella pudiera asomar la cabeza y ver por ella misma que no había nada a que temerle.
—Perdona por comportarme tan infantil Roger, te lo compensaré, al igual que lo del mueble…vaya, hay muchas cosas que quizá deba recompensarte—hizo una mueca de disgusto al tiempo que pasaba una de sus manos por su larga cola de caballo—. Si quieres puedes irte, ya yo me encargo de levantar todo.
Roger quería irse y alejarse de ella para poder respirar con tranquilidad y regresar al mundo normal y abandonar el pequeño mundo de Amanda, donde todo era en un minuto color de rosa para después, en cuestión de segundos, teñirse obscuro y amargo.
Fue turno de él de pasarse la mano por el cabello y dar un largo suspiro para poder despejar su mente, aun tenía la sensación de la cintura en su brazo y del escalofrío que le había recorrido el cuerpo cuando escuchó los alaridos de Nara. En su vida se había preocupado por alguien que no fuera de su propia familia y eso es un decir, ni por sus hermanos se había preocupado tanto como lo había hecho con ella. En ese instante deseó no volver a tener esa sensación jamás, ya se las afanaría para evitarlo, pero mientras no se le ocurría un remedio debería soportar el hecho de que ella fuera tan asustadiza.
—Me quedaré aquí hasta que termines, no vaya a ser que tu fantasma se vuelva a aparecer por aquí—declaró Roger mientras introducía sus manos en los bolsos laterales de sus gastados vaqueros y salía del cuarto para darle un poco de privacidad a aquella mujer y para darse el tiempo de reflexionar sobre sus confusos sentimientos.
Ainara se quedó pasmada cuando escuchó la palabra “fantasma”, era demasiado grande para creer en esas cosas, pero estaba el hecho de que claramente vio a su abuela frente a ella el día en que estaba con Kim y ahora tenía esa misma sensación de cuando la vio. Suspiró, no tenía ganas de ponerse a limpiar, pero si solo así podría dejar de pensar en que un espíritu de su familia rondaba por el negocio, limpiaría hasta que se cansara de hacerlo. Lo cual no tardó mucho en suceder. Sentía las extremidades cansadas, si caminaba un metro más sobre esos tacones moriría y si le pidieran que cargara o recogiera una sola cosa más los brazos se desprenderían de su lugar.
Salió del cuarto y notó cómo el corto cabello de Roger Cadzow se alborotaba por el viento que hacía afuera. Él se encontraba con su camiseta recargado en el marco de la puerta observando los árboles que estaban en el camellón de la avenida. Su elegante perfil con la nariz recta y los labios lo suficientemente delgados para hacerlo lucir sensual y provocativo, las enormes pestañas de esos ojos azulados que se curvaban al final y la fina capa de bello que crecía en la zona de la barba. El cuerpo atlético que no era propio de un publicista, pensó, ya tendría la oportunidad para preguntarle eso, se dijo. Las manos ásperas de tanto trabajo realizado con ellas, la cintura angosta donde se marcaban esos increíbles cuadros propios de un fisicoculturista y qué decir de sus piernas, fornidas y con la cantidad suficiente de grasa para que pareciese corredor de maratones.
— ¿Admirando la vista señorita Bloom? —preguntó Roger, quien ya la había notado de reojo desde que salió cansada del cuarto. ¿Cómo no notar a alguien como ella? De nariz fina y delicada, esos ojos almendrados y verde-azulados como las aguas de la isla en verano, la piel blanca mas no pálida, las manos de dedos alargados como las de un pianista y brazos delgados y fuertes, quizá ella se dedicaba en su tiempo libre a hacer levantamiento de pesas, las piernas largas que parecían interminables, esos labios carnosos y rosados que incitaban a verlos en cuanto ella movía la boca para decir cualquier cosa. Esa estrecha cintura de bailarina de ballet y mejor aun, se movía con la misma gracia de una de ellas; sus pechos firmes y del tamaño correcto para hacerla ver inocente, su trasero firme y voluminoso que se notaba aún debajo de ese abrigo.
—Yo no estaba viéndote—declaró indignada al tiempo en que sus mejillas se tornaban levemente rosadas. Gesto que no pasó desapercibido por Roger.
—Como digas—encogió los hombros y salió de la tienda para sentir el recio golpe de la nieve y el viento sobre su rostro, necesitaba sentirlo para dejar de pensar en ella, en el motivo de sus confusos e inestables sentimientos que despertaban cada vez que esa intensa mirada se posaba sobre él.
Sintió una mano en el hombro y estuvo a punto de soltar una maldición, pero ver el rostro sonriente de Ainara lo detuvo.
—Hace unas horas dijiste que querías hablar conmigo sobre algo importante pero mi familia se apuntó para la charla y ya no pudimos hablar, ¿quieres hacerlo ahora?
Ambos se introdujeron a la tienda para hablar del asunto tan importante que para ninguno de los dos podía esperar a ser resuelto. Roger sacó de su abrigo la tableta electrónica y volvió a buscar la fotografía que le había tomado a la carta para poder mostrársela, ni siquiera él la había leído.
San Francisco, California a 18 de Julio de 1920
Dear Bloom.
Hace tanto tiempo que ya no te veo amada mía, he dejado de mantener contacto con tus hermanas y sobre todo con Norma, no te lo merecías y espero que puedas perdonarme, mi intención nunca fue hacerte sentir inferior ni mucho menos. Pero el hecho de que Norma haya aparecido en nuestras vidas para arruinarnos me ha dejado consternado, no creí que desconfiaras tanto de mí o que me creyeras capaz de engañarte. No soy quien tu creías y ahora puedo ver que tú tampoco resultaste ser la mujer que yo creí que eras. Me decepcionas.
 Espero que leas esta carta las veces que sean suficiente para que entiendas que esto ha terminado, no creas que es por ti, por tus constantes celos o por tu inseguridad personal. Es por mí, por mi falta de comprensión que sé que te terminará dañando, por el poco tiempo que puedo estar a tu lado y por la escasa atención que puedo ponerte. Como sabrás una empresa no se levanta sola y mucho menos una relación.
Espero que algún día me comprendas.
Con amor Rich

Ainara dejó escapar algunas lágrimas justo cuando terminaba de leer aquella desgarradora carta. No se podía imaginar a una mujer tan sana y pulcra en su actuar como la abuela sola y con aquella carta entre las manos mientras le rompían el corazón con ese acto insensible de odio y desprecio.
Tuvo que alejar la mirada de la pantalla de la tableta para asimilar lo que acababa de leer. Todo indicaba a que hubo alguien antes en la vida de su abuela, alguien entes de que Nathaniel entrara en su vida. Antes hubo alguien a quien sí amo y al que se entregó a pesar de la gran distancia que supuso que los separaba.
Le era imposible volver a leerla y seguramente les pasaría lo mismo a sus hermanas en cuanto se enteraran de la existencia de esa carta.
— ¿De dónde has sacado esa carta?, se ve vieja y arrugada—sorbió la nariz mientras seguía secándose las lágrimas.
—Se traspapeló con algunas facturas y la he guardado ahí para que mis hermanos no la maltraten, no son cuidadosos con ese tipo de cosas y yo pensé que quizás esto te interesaría.
—Gracias Roger—lo abrazó mientras recargaba su mejilla humedecida por las lágrimas—. De verdad que debo compensarte todo lo que has hecho el día de hoy, cuando necesites algo no dudes en pedirlo—se separó del cuerpo de Roger y lo observó directo a sus hermosos y alucinantes ojos azules, rosó la zona de la barba con sus delicados y largos dedos y depositó un beso justo en la mejilla de Roger.
—No me debes nada Ainara, pero si insistes creo que podrás pagarme mañana con una comida en tu casa, quiero conocer mejor a tus hermanas y a tu dulce tía—sonrió y besó la coronilla de la cabeza de la menor de as Bloom—. Ahora creo que será mejor que regresemos para que vean esto tus hermanas—guardó la tableta en el abrigo y ambos salieron del negocio mientras ella se enganchaba al brazo de él.

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