Capítulo 7 Jinohra- Sangre Real

JINOHRA

Una vez en el auto nos mirábamos de vez en cuando, pues no sabía cómo actuar frente a mi futuro ¿esposo?, ni siquiera me hago idea a la palabra.
— ¿Qué sucede? —rompió el incómodo silencio entre nosotros.
—Nada—sonreí gentilmente— ¿cuándo será la boda?
— ¿Boda? —se detuvo de golpe y cabeceamos varias veces.
—Sí, normalmente después de la propuesta viene la boda—respondí con sarcasmo.
—Muy bien—dudó—entonces mañana comenzaremos a ver las cosas ¿te parece?
— ¡Sí! —chillé con entusiasmo.
Mi boda ideal sería en un campo, una playa, un bosque; algo muy natural. Con un pastel grande para los invitados, con un vestido grande y esponjado. Él luciendo un traje impresionante y mi padre entregándome en el altar, todo en mi mente estaba perfecto y arreglado cuidadosamente para que nada faltara.
Fuimos directo a una heladería que estaba en Lisburn y nos introdujimos para disfrutar del acogedor establecimiento.
— ¿De qué quieren sus helados? —preguntó una chica que estaba montada en unos patines y de vez en cuando enviaba furtivas miradas a mi prometido.
— Uno de pistache estará bien para mí—ordenó Aivan mientras me observaba pendiente de lo que pedía y aproveché la ocasión para darle un beso fugaz enfrente de aquella chica.
—Uno de piñón por favor—ordené amablemente mientras mi rostro se marcaba con una enorme sonrisa.
— ¿Qué sucede?
—Nada—sonreí gentilmente y comenzamos a charlar sobre diversos temas.
Esperamos hasta que por fin la muchacha nos llevó nuestro pedido, eran dos simples helados y se había tardado casi quince minutos, pero supuse que era por tantos clientes que entraron en cuanto nos vieron dentro.
—Es incómodo que nos vean comiendo, no me gusta que hagan eso—comenté mientras comenzaba a reírme torpemente.
— ¿De qué te ríes?
—De nervios, tengo una maldita risa cuando estoy nerviosa—admití poniéndome más roja de lo que ya estaba.
—Tranquilízate, dentro de poco podremos estar más tranquilos.
Disfrutamos lentamente el helado mientras trataba de ignorar a las personas que se mantenían expectantes a nuestro alrededor.
Terminamos después de tanto suplicio para salir sin que las personas me jalaran el cabello ni que trataran de soltar a Aivan de mi fuerte agarre. Pobre, creo que le dejé la muñeca marcada con mis dedos.
Nos montamos en el auto y Aivan arrancó a toda velocidad hasta perder de vista a los reporteros y personas que corrían detrás de nosotros. En Lisburn parece que las personas no se rinden fácilmente.
Nos detuvimos frente a un terreno en un campo, en los límites de nuestros reinos, justo al inicio del bosque en el que nos perdimos, pero del lado de Lisburn.
— ¿Qué hacemos aquí? —interrogué sorprendida.
—Te mostraré algo  nuevo—me tendió su mano y la tomé para caminar a su lado.
Avanzamos muy poco para llegar a una casona que estaba medio en ruinas, pero permanecía erguida ahí, sola y alejada, por lo menos por poco espacio de ambos reinos.
— ¿Qué es esto? —señalé la casona.
—Es nuestra.
— ¿Compraste una casa destruida?, hay personas que les regalan viajes a sus prometidas— dije en tono de burla.
—Está destruida, pero dentro de poco la cambiará mi madre para que ésta sea nuestra casa, tú dijiste que querías libertad ¿no?, así que no creo que haya más libertad que estar lejos de nuestros reinos y con un bosque como patio trasero.
— ¡Aivan! —Chillé— ¿Esto es tuyo?
—No, es nuestro—musitó posando sus labios contra los míos dándome un tierno beso.
Nuestra respiración se unió en una sinfonía eterna, nuestros corazones acelerados y nuestras manos aferradas al otro, sus manos recorrieron mi cintura, subieron un poco mi blusa y sentí el suave y cálido toque de sus dedos sobre la piel desnuda de mi espalda, solté un suspiro mientras me acercaba más y más a él, como si el estar unidos fuese nuestro objetivo.
Nos separamos jadeantes y me acomodé un poco la blusa, era la primera vez que alguien me hacía sentir así.
—Te amo—susurró Aivan mientras apoyaba su frente contra la mía.
Salimos de ahí y escuchamos algunos gritos, personas corrían para internarse en el bosque y sin pensarlo Aivan tiró de mí para que reaccionara y corriera con la multitud. Dentro de nuestra carrera se escuchaban cerca disparos.
— ¡Suban a ese árbol, vendré por ustedes! —gritó una señora frente a nosotros mientras ayudaba a sus hijos a esconderse en el follaje de la copa del árbol al que hacía referencia.
— ¿Qué sucede? —pregunté alarmada y con la esperanza de que Aivan o alguien que me escuchara respondiera.
—Parece que es un tiroteo Jinohra, no me sueltes, saldremos de esto—gritó para que su voz se distinguiera de el resto de los ruidos de nuestro entorno.
Corrí sin prestarle atención a mi pobre condición física y sin repararme a descansar por el cansancio que aquejaba a mis piernas, jamás había hecho tanto ejercicio en toda mi vida.
Seguimos corriendo y pasamos junto a la cueva en la que habíamos estado, traté de jalar a Aivan para refugiarnos ahí, pero me solté de él y continuó con la multitud sin percatarse de que ya no estaba sosteniendo su mano.
Sin dudarlo ni un segundo corrí a través de la multitud regresando hacia la cueva, era el escondite más seguro que había encontrado, pues el trepar a un árbol, en tacones me parecía un completo suicidio, dado que no podía caminar más después de mi carrera en tacones.
Me agaché y pasé hacia el interior, ahí aún estaban las cenizas que dejó nuestra fogata improvisada. Comencé a tirar de la ropa de los niños que pasaban frente a mí para introducirlos ahí.
— ¡Ahí viene, corre! —gritó un hombre, se escuchó un disparo y éste calló sin vida unos pasos adelante del refugio. Los niños que estaban conmigo se pusieron a llorar asustados, y, con toda la valentía posible los traté de consolar, pronto podríamos ver a sus familias, yo daría mi vida con tal de que ellos estuvieran sanos.
Unas personas vestidas de negro y con capuchas pasaron corriendo derecho a la multitud y los niños se quedaron pasmados del miedo, uno de los hombres sostenía un arma frente a él y se detuvo cerca de la cueva, traté de aguantar la respiración y calmarme para que no nos delatara mi reacción de asombro y me puse lo más rígida posible.
El hombre dio unos pasos hacia la cueva y se asomó, sus ojos encontraron los míos y esbozó una aterradora sonrisa.
— ¡Déjalos! —espeté al ver a los niños llorar en silencio.
—Salga de ahí princesa—musitó aquel hombre con una voz grave y áspera.
Obedecí sus órdenes y dejé a los niños dentro de nuestro refugio. El hombre se acercó unos pasos y colocó el cañón del arma en mi sien. Temblando traté de reprimir mis lágrimas, no dejaría que esos desgraciados me vieran vulnerable.
Permanecí parada mientras aquel hombre llamaba a algunas personas indicando que yo estaba con él. En ese momento no me importaba lo que me pasara, lo único en lo que podía pensar era en que Aivan estuviera bien, que él haya podido salir de aquí.
— ¿Qué quieres? —interrogué.
—Yo nada, no sé que desee su majestad—hizo una reverencia.
— ¿Quién te mandó?
—No te lo diré, de todas formas vendrás con nosotros y podrás conocerlo.
—No iré ningún lugar con ustedes, si lo que quieren es dinero pueden tomarlo todo.
—No somos nosotros los que buscamos algo, ya le dije majestad que nos han mandado para que la llevemos ante él.
— ¿Y quién es él?
Trataba de distraerlo, de mantenerlo ocupado mientras yo revisaba a mi alrededor con la esperanza de encontrar algo que me sirviera para defenderme.
—No se lo puedo decir, no me pagan por charlar con niñas estúpidas—se sentó en la hierba mientras me mantenía de pie apuntando a mi pierna con el arma.
Maldición, a este paso jamás podría huir ahora que sólo es uno, no podría cuando fueran más y en definitiva no podría en cuanto me llevaran frente a quien sea que los haya llamado.
Visualicé un árbol con varias protuberancias, podría escalarlo eso era seguro, pero el tipo subiría y no dudaría en dispararme con aquella arma tan peligrosa e intimidante.
Sin pensarlo enterré mi tacón en su rostro y corrí, corrí con él pisándomelos talones. Me introduje hacia varios lugares desconocidos en el bosque, rasgando mi vestido entre los árboles y ganándome diferentes rasguños y marcas de los mismos.
Escuché varios tiros a mis espaldas, el sonido de los casquillos rebotando en la tierra y las pisadas rítmicas de mi persecutor. En un momento de desesperación trepé un árbol lo más alto que pude, pero no fue suficiente, más hombres llegaron a bajarme de ahí. Uno de ellos me golpeó con el puño en mis costillas, haciendo que me tambaleara y callera sin aire ante ellos.
No sé qué sucedió, cuando por fin pude abrir los ojos estaba en un cuarto como el de mi palacio, con detalles labrados a mano y con un armario repleto de vestidos, ¿qué estaba sucediendo?
Caminé aturdida y retorciéndome del dolor punzante en mis costillas para encontrarme con la reina de Lisburn y la pequeña Emily llorando en la sala junto con mis padres, ¿qué sucedió?
Descendí con pasos lentos y forzados ignorando los dolorosos choques que mi costado enviaba al resto de mi cuerpo.
— ¿Qué sucede? — murmuré mientras posaba una mano en mi costado adolorido.
—Jinohra—se abalanzó mi padre sin cuidado alguno—estás bien, estás viva.
— ¿Viva?, ¿debería estar muerta?
—No, no deberías, nadie debería morir—susurró entre sollozos la madre de Aivan.
— ¿Dónde está Aivan? —Interrogué y nadie respondió— ¡Maldición, soy su prometida! ¡¿Díganme dónde se encuentra él?!
—Él se encuentra bien—se escuchó una voz inaudible.
— ¡Si está tan bien ¿Por qué demonios no está aquí?!
—No te exasperes, él se encuentra estable, está en el hospital de la familia, Jinohra, él está en buenas manos.
— ¿Hospital? ¿Por qué?
—Él te trajo cargando hasta aquí después de que te trataran de disparar y él luchara contra esos mafiosos para que no te hicieran más daño, sin embargo uno de ellos le disparó en el hombro.
— ¿Y aún así me trajo?
—Sí, eso fue lo que lo dejó en un estado grave, sin embargo está bien.
— ¿Puedo ir a verlo?
—Me temo que no dejan pasar aún a otros que no sean sus familiares.
Subí corriendo a mi habitación y corrí por el pasillo para poder ir al muro que tenía un pequeño hueco escondido con ladrillos sobrepuestos, me deslicé por el hoyo y corrí hacia el hospital. Tenía que verlo. Tenía que saber que él estaba bien.
Llegué jadeando y con la ropa pegada a mi cuerpo por el sudor que había emitido en mi gran carrera.
—Vengo a ver al príncipe—jadeé entrando estrepitosamente al hospital.
—Él no puede ver a nadie aún, sólo tenemos permitido dejar pasar a su familia.
— ¿Ve esto? —Subí mi mano ignorando el dolor de mis costillas—es un anillo de compromiso, de mi compromiso con el príncipe que está ahí—señalé al pasillo que daba con las habitaciones—así que creo que este anillo me hace parte de su familia—sin esperar a que me indicaran si sí era correcto ir o no, salí disparada a la última habitación donde tenía colocado un letrerito con su nombre.
Me quité el calzado para no hacer ruido y me acerqué lentamente a él. Estaba en la cama recostado con los ojos cerrados, tenía varios cables alrededor y unas cosas en sus dedos, se veía más pálido que antes, se notaba débil y cansado. Pero aun así él era el hombre que me había salvado.
—Aivan, te amo—tomé su mano y la besé en la palma tratando de no despertarlo—siempre te amaré y sé que saldremos de esta, si pudiste contra Huge en un patio, estoy segura de que podrás con esto, esto no es nada comparado con todo lo que has pasado y esta vez no estás solo…me tienes… a mí—rompí en llanto, no podía verlo así. No después de saber que esto fue por mí culpa.
—Relájate Jin, sé que estaré bien—su voz resultó áspera y apenas audible—estaremos bien pase lo que pase—sonrió débilmente mientras con uno de sus delicados dedos limpiaba mis lágrimas—esto no es nada, Emily hace cosas peores—aún en ese estado era capaz de bromear, sin duda era alguien muy fuerte.
—Perdóname, no debí soltar tu mano.
—No fue tu culpa, entiende—gimió con dolor y no pude evitar estrujar su mano entre las mías—entiende que no fuiste tú fue el bastardo de Huge, dieron con él a tiempo para detener toda esta locura.
—Princesa Jinohra, la hora de visitas ha concluido, por favor retírese—ordenó una enfermera mientras entraban a cambiar cosas en la habitación y en los aparatos que estaban alrededor.
Caminé pausadamente hacia afuera de la habitación para ir a la recepción; justo donde se encontraba la médico encargada de Aivan.
— ¿Cuándo podrá regresar a casa? —pregunté sin rodeos, tenía poco tiempo entes de que se percataran de mi ausencia en el castillo.
—No lo sabemos, hasta ahora todo ha ido avanzando bien, él está en buenas condiciones…sin embargo…aún no está en un óptimo estado como para salir de aquí por cuenta propia—explicó mientras anotaba unas cosas en un papel—así que tendrás que venir dentro de dos días para ver cómo sigue, mañana debe estar relajado para poder sanar un poco más rápido de lo normal.
Sin despedirme salí del hospital para retomar mi carrera de regreso a casa. Mínimo ya había visto a Aivan, ahora sólo faltaba ver al imbécil de Huge, el maldito que causó todo esto.

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