Capítulo 3 "En mi casa no"- Amor por accidente

EN MI CASA NO


Esta vez se presentó en mi casa, ¿en qué estaba pensando al presentarse de esa manera aquí?, ni siquiera mis padres sabían que yo ya lo conocía y no estaba esperando que se enteraran de esta manera.
Giré sobre mis talones para permitirle la entrada a mi casa, pero al observar a todos mirándome no pude evitar poner mala cara y hacer un mohín.
—Buenas tardes señor y señora Boucher—saludó respetuosamente a mis padres dejándome boquiabierta.
—Joven Cordier, gracias por aceptar la invitación de venir a hablar de negocios—correspondió el saludo mi padre.
Ahora sí no sabía a qué venía todo este drama, ¿ahora ya se había metido en la bolsa a mi padre?, qué sigue ¿Qué se gane la confianza hasta del perro?
— ¿El…se queda? —tartamudeé torpemente.
— ¿Qué te sorprende? —preguntó evasiva mi madre.
—No, no es nada, es solo que papá nunca…
—Debemos habar—interrumpió mi madre mientras me llevaba escaleras arriba hacia la terraza.
Una vez arriba, se limitó a posarse cerca del barandal admirando la vista. Desde este sitio se podía ver la mitad de la ciudad completamente iluminada por los faroles de las calles y de los coches que transitaban de un lado a otro.
—Ehm…ehm—me aclaré la garganta.
—Hija, no hagas eso de nuevo delante de tu padre—ordenó mi madre clavándome una mirada asesina—te estás comportando extraña, ¿sucede algo?
Dudé en decirle la verdad a mi madre y dejarme llevar por mis emociones, pero preferí aguantar y no hacer sufrir con mis problemas a mis padres.
—No pasa nada ma—dije con una sonrisa fingida.
—Te creeré, pero ahora que tengo tu atención, me vas a decir por qué estabas así el otro día—y emití un enorme suspiro.
—Me olvidé de una excursión a la empresa de papá, comenzó a llover y una motocicleta me empapó de pies a cabeza, en cuanto a las hojas no puedo darte una explicación por que ni yo tengo idea de cómo me hice de ellas—me sentí aliviada al decirle todo…o bueno, la mayor parte de la historia.
—Bueno, me has dejado sin palabras Serene, no sé qué decirte.
—Un “no te castigaremos” sería suficiente—dije con una risa de amargura.
—No te preocupes hija, tu padre no se enterará, se lo importante que es para ti salir de compras—no agregó nada más y se retiró de la terraza.
La imité unos minutos más tarde con la esperanza de que aquel chico se hubiera marchado.
Traté de pasar directamente a mi habitación sin hacer ningún ruido que me delatara en las escaleras, giré para ir al pasillo de mi cuarto y la puerta del baño del frente comenzó a crujir por el movimiento del picaporte.
Tratando de no perder la calma me introduje rápidamente a mi habitación mientras espiaba por una rendija.
Ferdinand salió del baño con la cara empapada y recién lavada <<al menos tiene educación>> pensé, cuando torpemente me recargué en la puerta para ver más de cerca y ésta se abrió por completo dejándome caer de boca frente a él.
— ¡Pero qué demonios! —Gritó alarmado por mi caída— ¿Qué estabas haciendo? — preguntó confundido sin ayudarme a levantar.
— ¿Me ayudas a ponerme de pie? —reproché con mala cara.
Me tendió una mano y la tomé mientras me ponía de pie, levanté la vista y lo encontré observándome con algo de preocupación.
—Bien, mañana hablaremos al respecto—dijo confundido mientras se pasaba una mano por el cabello.
—Ni lo recuerdes—espeté.
— ¿Tan malo es?
—Más de lo que te imaginas.
— ¿Más que tu caída? — “arrogancia detectada”
— Largo de mi casa—susurré señalando hacia la salida.
—Esto depende de tu padre, no de ti—culminó dirigiéndose escaleras abajo.
Me fui directo a mi dormitorio esta vez sin repararme a darme un baño antes de dormir.

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Por fin sábado libre de la universidad y de trabajos escolares << ¡Ring!>> suena mi celular desde el otro extremo de mi cama.
— ¿Hola? — contesté.
—Hola Ser, perdón que te despierte tan temprano, pero me ha hablado aquel chico del centro comercial... —dejó de hablar por unos segundos— ¿cómo se llama?
—Ferdinand—musité mientras rodaba los ojos.
—Ah cierto, Ferdinand, llamó  para invitarme a salir hoy—chilló de emoción, tal era el furor que dejó caer el celular al suelo—perdona por eso Ser, estoy tan emocionada.
—Pues felicidades.
—No te escuchas muy feliz que digamos.
—No, no, de verdad que estoy contenta por ti—fingí una risita para corroborar mi felicidad “juro desde este momento que no dejaré que ese cretino se aproveche de mi mejor amiga” me repetí.
—Te creeré, pero no tengo que ponerme así que qué dices si salimos de compras…—dudó por unos instantes— ¿o estás castigada?
—Aún no, pero aprovecharé al máximo ¿paso por ti?
—No, es mi turno de llevarte, espero estés lista a las 4—y colgó sin despedirse
— ¿Bueno? —dije mirando perpleja a mi celular.
Bajé de inmediato a desayunar con mis padres, pero a juzgar por la expresión de mi padre esta no sería para nada una mañana tranquila.
—Buenos días—saludé en general a todos en la mesa.
—Si piensas que son buenos…—masculló mi padre.
Con un inmenso miedo apoderándose de mí decidí posarme en mi habitual asiento a desayunar con ellos.
—Si crees que dejaré que las cosas se queden así está muy equivocada señorita—inició mi padre. Miré a mi mamá en busca de apoyo pero ella hizo como si no existiese ahí.
— ¿A qué te refieres?
—Ni creas que lo he olvidado Serene—soltó al fin mi padre.
—No sé de qué estás hablando—mentí.
—Una cosa es que sea paciente y tolerante y otra que me tomes como estúpido—estalló en ira mientras mi mamá se retiraba del comedor dejándonos a solas.
Y yo necesitaba testigos para el homicidio que me iba a preceder.
— ¿Quieres la historia larga o el resumen? —contesté cruelmente.
—Solo quiero saber la verdad—tomó por fin asiento.
—Olvidé la excursión a la empresa pa y luego un chico en motocicleta me salpicó un charco encima y las hojas en mi cabello son lo único que no puedo explicar, ¡pero eso no es un maldito crimen! —por fin estallé harta de responderle la misma pregunta a todas las personas que me vieron así.
—Perdona hija, sé que he sido muy duro, pero esto se merece un castigo, no por lo que te haya pasado, si no porque no lo dijiste antes—esta vez no podía salvarme, él tenía la razón.
— ¿Cuántos días?
—Una semana será suficiente—concluyó y se levantó de la mesa—y no quiero discutir nuevamente sobre esto.
—Ni yo.
Me levanté de mi asiento y fui directo a mi habitación sin la intención de cruzar palabra con nadie, pero mi celular volvió a sonar.
—Bueno, no estoy de ánimo para hablar Pau, márcame en otro momento—dije y colgué, pero el teléfono volvió a sonar.
— ¡No me vuelvas a colgar!, estoy preparándome para ir de compras y quería saber qué color de zapatos llevar…
—Ahora no Pau, no ando de humor—interrumpí.
— ¿No irás cierto? —resopló, solamente ella podía adivinar lo que me pasaba con sólo hablar por teléfono.
—No, no lo tengo permitido, pero espero y te la pases increíble con tu cita.
—Gracias, eres una amiga fenomenal Ser, por eso te amo—dijo chillando de emoción.
—Cuidado con lo que dices o tu cita me golpearía por recibir de tu amor—y ambas soltamos una carcajada.
—De verdad gracias, y lo siento mucho—dijo antes de colgar. Nuevamente no se despidió de mí.
La comida pasó muy rápido y demasiado silenciosa, se reprimió a la típica charla de “¿Qué tal tu día?” “¿Me pasas la sal?” y ese tipo de cosas.
Subí de nuevo a mi habitación y puse una película para distraerme un rato, estaba tan entretenida que cuando sonó mi celular y lo cogí vi cinco llamadas perdidas de un solo número.
— ¿Bueno?
— ¡Te he estado marcando y no contestabas!
—Perdón por no estar a tu disposición las 24 horas del día—mascullé irritada.
—Solo te llamo para recordarte que paso por ti a las seis en punto—dijo del otro lado, me lo imaginé riendo ante su dejo de confianza.
—No me permitirán salir—dije por primera vez aliviada de que mi padre me haya castigado.
—Veré como lo arreglarlo, te veo a las seis
—Quisiera que no—murmuré molesta.
—Cuídate, bye—y colgó.
Me tumbé en mi cama hecha un nudo de confusión ¿Y cómo exactamente piensa sacarme de mi casa?, no importa, que haga lo que quiera, estoy segura de que no me dejará salir.
Al terminar la película bajé con el cabello alborotado y me lo cepillé, vi mi reloj y ya eran 5:45am y comencé a arreglarme para salir, sé que no debería importarme ir con Ferdinand, pero mis padres me habían acostumbrado a ser educada.
Me puse un vestido y un abrigo, unos tacones de cinco centímetros y bajé cuando escuché que tocaban el timbre.
Ante mí estaba un chico alto, muy guapo vestido de traje, al parecer de Oscar de la Renta, los zapatos perfectamente limpios y qué decir de su cuerpo, tenía todo en su lugar, era delgado pero sin llegar a ser flaco y tenía los músculos marcados pero no como los hombres que se ven en la TV, si no como un modelo de revistas de moda, tal y como los de las revistas de mi madre
— ¿Me vas a dejar pasar? —dijo el chico frente a mí. Me sonrojé por mi propia expresión de admiración ante él.
—Cla…claro, adelante—abrí la puerta para que pasara.
Mis padres aparecieron y se quedaron impresionados al verlo ahí.
—Buenas tardes señor y señora Boucher—saludó amablemente.
—Buenas tardes joven Cordier—musitó mi padre— ¿a qué se debe su visita tan formal? —cuestionó.
—Vengo a ver a la joven Serene, no terminamos de firmar todos los documentos, así que solo vengo por trabajo—mintió, se le daba tan bien eso de las mentiras, era de admirar para un hombre que finge ser totalmente honesto.
—Entonces no los entretengo más, vaya a terminar y espero acepte dejar su dinero con nosotros—mi padre nos abrió la puerta mientras salíamos.
Una vez fuera me abrió la puerta de su auto y se introdujo detrás conmigo, pensé que el conduciría, pero traía un chofer, ¡maldición!, debí traer un vestido más largo y elegante.
— ¿A dónde vamos? —preguntó interrumpiendo mis pensamientos.
—No lo sé, creí que tu decidirías el lugar—respondí tajante sin voltear a verlo, pues estoy consciente de que luce fantástico de traje y que no podría dejar de admirarlo.
—Es tu salida, así que escoge el lugar.
—No, yo no quería salir y además hicimos un trato, así que no me importa el lugar, solo llévame y listo—dije mientras fruncía el ceño.
—Muy bien, entonces vallamos a comer a mi casa—se burló.
—Como quieras—reté encogiéndome de hombros.
Dirigió el rumbo del automóvil hacia otra dirección contraria a la que íbamos, pero no me asusté, pues sabía que no sería tan cretino como para llevarme a su casa realmente.
— ¿A dónde nos dirigimos? —pregunté.
—A mi casa—sonrió y yo no pude evitar una risita.
—Hablo enserio Ferdinand.
—Yo también—esta vez su semblante era más serio.
—No pensé que…
—Me diste la opción de elegir, así que es lo que hago—interrumpió dejándome sin habla.
Pasamos unas cuantas calles y nos detuvimos en una casa de dos pisos pequeña pero la fachada era lujosa.
—Bienvenida a mi departamento—abrió mi puerta y me tomó de la mano para ayudarme a salir.
Caminamos por todo el patio hasta llegar a su puerta, pero sorpresivamente aun no me soltaba la mano y tuve que tirar de ella para soltarme de su agarre. Ferdinand se sonrojó al darse cuenta de la tontería que había cometido.
Abrió de par en par las puertas del departamento y me sorprendió lo limpio y ordenado que estaba y lo adornado y lujoso que lo mantenía.
— ¿Sorprendida? —había leído mis pensamientos nuevamente.
—Un poco—admití esta vez, toda la arrogancia había desaparecido de mí.
—Vaya, veo que comienzas a ser honesta.
—Si sigues con esto vas a morir en tu propio departamento.
—Entendido.
Se apresuró a colgar mi abrigo en un closet cercano a las escaleras y me invitó al comedor.
—Pasa preciosa—de nuevo ese mote, ya me estaba cansando.
Hice lo que me dijo, y al asomar la cabeza en el comedor la sorpresa de nuevo se marcó en mi rostro, ¡había arreglado todo para la comida!
—No debiste…
—Ya está hecho, solo disfruta—interrumpió.
Pero no todo podía ser tan perfecto como lo esperaba, mi teléfono volvió a sonar con Pauline del otro lado.
—Bueno, Pauline no es un buen momento—susurré.
—Ser, Ferdinand no ha llegado.
—Maldición—solté y colgué
— ¿A qué se debe esa expresión?
—Vete con Pauline—respondí con ira hacia Ferdinand.
—Maldición—musitó—lo olvidé por completo—sacó su celular y marcó un número.
Observé cómo caminaba de un lado a otro pasando su mano por el cabello en repetidas ocasiones.
—Te lo compensaré preciosa—me jaló del brazo y me sacó de su departamento.
— ¿Qué sucede? —pregunté contrariada.
—Voy con Pau—respondió mientras tiraba de mí hacia fuera.
—Puedo largarme sola Ferdinand Cordier—giré y me fui rápidamente.
— ¡Perdóname, te lo compensaré! —Gritaba detrás de mí, lo ignoré y paré un taxi para subirme a él—No es necesario, puedo llevarte.
—Se te hará tarde—respondí y cerré de un portazo el taxi—Al Boulevard Haussmann—le ordené al taxista.
—Enseguida—respondió.

Comencé a llorar en cuanto arrancó el taxi. Es estúpido, <<no siento nada por él, no siento nada por él>> me repetía incesablemente, pero mi mente me evocaba a Ferdinand vestido con aquel traje y no podía evitar el llanto. Lo peor de todo es la explicación que les daré a mis padres al llegar así.

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