Capítulo 5- Crimen a la moda

CAPÍTULO 5

Ya había pasado mi segunda semana en casa de mi jefe y por fin me había hecho a la idea de que él jamás me volvería a dejar asesorarlo después de haberle dicho esas cosas en aquella tienda departamental. Después de haber leído muchas cosas sobre moda me di cuenta del grave error que mi presencia ahí había representado.
En primer plano estaba el hecho de que al parecer él ya era una especie de “cliente distinguido” en esos lugares y el haberlo visto con alguien como yo posiblemente fue incómodo y algo irritante para él, pues estaba acostumbrado a andar sin compañía.
En segundo lugar estaban mis fuertes y malas críticas hacia sus gustos en cuanto a moda se refieren, además de que como él es importante en esa esfera social pues yo era una simple mortal tratando de imitar a los dioses de la moda. Eso sí que fue incómodo para ambos.
Terminé de llenar mi registro en línea para la suscripción a la revista de moda de Curtney y así poder seguir leyendo más acerca de este espacio maravilloso lleno de lujos y cosas inútiles que tal vez usarías una vez en toda tu vida pero valía el esfuerzo de gastar todos esos billetes para usarlo una única vez de manera deslumbrante.
Me levanté de la cama decidida a enfrentar al mundo exterior y para poder ver la cara de Nathan una vez más.
Él no me había vuelto a dirigir la palabra desde nuestra última discusión durante su sesión de fotos. Yo tenía un alto nivel de orgullo como para hablarle o pedir disculpas después de casi desnudarme frente a él y después llorar y supongo que él estaba en la misma situación como para pedir perdón por herirme de esa forma.
Me metí a la ducha y cuando salí fui a abrir el armario para estrenar mí vestido estilo bailarina y lo iba a usar con todas las cosas que compré a juego, hoy era mi último día de descanso después de que el jefe maduramente me enviara un correo electrónico advirtiéndome que no estaba poniendo atención en los cursos y que era un desperdicio de dinero el estar invirtiendo en mi curso tan caro. Así que en pocas palabras mañana regresaría a trabajar a la revista. ¡Al fin!
Terminé de arreglarme y salí directo a la cocina para ver qué sería lo que desayunaría hoy. Estaba harta de prepararme el cereal con leche, azúcar y trozos de fruta que hallé en el refrigerador. Tal vez correría con suerte y encontraría una de esas cajas con una hamburguesa congelada y papas fritas.
Cuando abrí la puerta para entrar a la cocina me encontré a Nathan cocinando algo en la estufa bailando algo que estaba escuchando ahora en sus auriculares. No quería interrumpir la bella e inspiradora escena de él danzando al ritmo de una licuadora con tomates rojos dentro. Saqué mi móvil y comencé a grabarlo, debía tener un arma para usarla en un futuro en caso de que volviera a suscitarse otra cosa como mi llanto en ropa interior, lo bueno fue que sólo se trató de una fotografía y no un video de larga duración.
Cuando terminó de licuar el tomate se dio una vuelta con un salto y cuando aterrizó sobre sus dos pies comenzó a contonear las caderas como si hiciera una de esas danzas árabes. Solté una carcajada tan fuerte que él pudo escucharme aún con los audífonos puestos, entonces lanzó todo hasta la mesa donde tenía los ingredientes y se abalanzó sobre mí.
Oh maldito, se aprovechaba de que yo tenía tacones y el iba con zapatos, pero aún así le di batalla con mis tacones y mi vestido incómodo, cuando por fin me di por vencida terminé recostada sobre m cama con él tirándome del cabello y tratando de arrebatarme el celular de las manos. Tenía la cara llena de salsa de tomate y la boca rellena de algunas tortillas fritas que habían dejado migajas en la comisura de sus labios.
—Ya basta Daphne, borra ese video por favor—imploró mientras yo alejaba cada vez más el brazo para evitar que él tomara ventaja de la situación.
—Nathan sabes que eso no va a suceder, así que por qué no te vas mejor a seguir haciendo esa salsa y hablaremos después sobre el video—musité lentamente y él sólo me soltó, agachó la cabeza y salió de mi habitación.
Que hombre tan bipolar, de la nada juega conmigo como si fuese un infante y después se molesta y huye, que bueno que a ellos no les viene la regla, porque si así son en su estado más normal no me puedo imaginar cómo se comportaría él cuando sus hormonas se alborotasen como a mí me suele suceder.
Volví a subir con la esperanza de que él hubiera preparado el desayuno para los dos y para la muy grata sorpresa de mi estómago él lo había hecho. Había preparado la mesa con una copa de vino rosado y otra con un poco de agua, un plato extendido lleno de una especie de nachos aguados en salsa—obviamente esta no era comida de por la zona—y un pan estilo baguete a un lado.
—Toma asiento, el menú consta de un poco de vino rosado, unos chilaquiles en salsa roja…platillo mexicano—agregó al ver mi rostro de no-comprendí-nada— y bolillos, otro pan de México.
— ¿Cómo sabes tanto de México?—indagué y él sólo se encogió de hombros mientras picaba con el tenedor los susodichos “chilaquiles”.
—Una vez me tocó hacer una sesión fotográfica para la revista sobre la moda inspirada en Frida Kahlo y tuvimos que viajar con todo el equipo a México, no recuerdo a dónde fue exactamente, pero era maravilloso estar ahí—sonrió y bebió de la copa con agua.
 Me quedé en silencio y piqué el platillo mexicano, cuando éste logró ser identificado por mis papilas gustativas comencé a llorar y a ponerme roja. ¡Picaba!, esta comida estaba llena de picante y fue tan fuerte que me hizo llorar a mares, no podía abrir bien los ojos e incluso sacaba y sacaba flemas de lo irritante que era esa comida para mí, ¿por qué la comí?
Fui al sanitario de los invitados para escupir la comida y poder enjuagarme la boca para hacer de un lado el sabor tan picante de lo que acababa de comer y darle paso al sabor de la fresca menta del enjuague bucal. En mi vida volvería a comer algo mexicano a menos que alguien me asegurara que no contenía nada, absolutamente nada de picante.
Cuando por fin salí del cuarto de baño vi a Nathan esperando afuera con un vaso de jugo de naranja y un par de pastillas en su mano.
—Tómatelas, así evitarás que te cause daño el picante y perdona, no sabía que no tolerabas esos sabores.
— ¿Esos sabores?, jamás había probado algo así y tú me lo ofreces en bandeja de plata y con una hermosa decoración hecha con crema, yo que iba a adivinar que sabía horrible—musité indignada mientras limpiaba mi lengua con el antebrazo.
—No vuelvas a decir eso, agradece que te serví un plato—golpeó el vaso contra la mesa y bajó las escaleras.
Por amor de Dios, no creo que haya hombre más confuso en la faz de la tierra que mi jefe. Solo él podría hacer pedazos la escena más romántica del mundo o aniquilar tu autoestima con tres simples palabras ¿acaso eso era humanamente posible? No, yo dudo que haya alguien más sí torturando a más personas en este planeta.
Salí de casa con la intención de vagar por ahí todo el día hasta que mi jefe me llamara para que retomara mi trabajo en la revista, estaba esperando ese momento desde que desperté esta mañana porque eso significaría que había derrotado a Nathan en cuanto al curso y que o se había desesperado de mi presencia ahí o que tal vez se había dado cuenta de que yo era buena en mi redacción con o sin curso.
Estuve rondando el parque con mis apuntes a la mano mientras trataba de adivinar qué marca poseía aquella mujer en su bolso o tal vez la tela o piel de la que estaban hechos aquellos botines de la chica con el poodle café. Quería evaluar mi conocimiento para exigirle al jefe que me dejara asesorarlo una vez y así él viera mi conocimiento en el rubro y me dejara hacer eso todos los días. Necesitaba serle útil de alguna forma para pagar el cuarto que técnicamente me alquilaría, pero que ahora parecía que me tenía ahí dentro por mera caridad.
Muchas personas que pasaban cerca de donde yo estaba se quedaban observando mi atuendo, pues no era tan común ver a alguien vestida así a plena luz del día, pero me hacía sentir bien el hecho de que mi ropa fuera linda, femenina y acorde a lo que sentía el día de hoy aunque no tenía maquillaje puesto que era lo único que me faltaba perfeccionar y me negaba a pedirle asesorías a Nathan y más con la actitud tan mediocre que había demostrado conmigo en el comedor.
Me quité los tacones por un momento y dejé que mis pies sintieran el fresco césped con el rocío de la mañana, cambiaría miles de cosas por poder sentir el cosquilleo del pasto entre mis dedos o la fina y húmeda tierra cubriendo las plantas de mis pies. Desperté de mi ensoñación cuando mi celular comenzó a chillar y me calcé los tacones. Adiós naturaleza.
—Abogada Miller, buenos días ¿puedo servirle en algo? —contesto como si fuera una cinta grabada con antelación.
—Necesito que traigas tu flácido trasero a tu oficina—reclama mi jefe y cuelga de inmediato como si estuviera desesperado.
En ese momento recuerdo que Nathan es mi jefe y entonces huyo del parque corriendo porque si llego tarde le daré más motivos para despedirme. Tomo el primer transporte que me lleva directo a las oficinas y cuando subo parece que fuese la única atracción ahí dentro, pues hasta el conductor se queda observándome. Ok, tal vez fue mala idea vestirme así tan temprano.
Llego y bajo con mi bolso y todas mis cosas en la mano, por suerte sólo he tardado cinco minutos, pero ya me lo puedo imaginar con la mano en la cintura diciéndome lo cuán incompetente soy y lo probable que es que a mí me lance en ese recorte de personal por las reparaciones para el edificio después del pequeño temblor que vivimos.
Cuando llego y abro las puertas corro a las cajoneras para abrir mi espacio con la llave y colocarme el gafete para poder pasar al área de redacción. Cuando subo al ascensor todos me siguen observando.
—Daphne—dice una chica de la recepción que subió conmigo—. Hoy estás irreconocible, te queda el cambio—me sonríe y se baja en el segundo piso mientras que yo sigo en mi ascenso hacia la cuarta planta.
¿Qué será aquello que lo tiene tan irritado?, yo no he hecho ningún artículo para este mes porque él me lo ha ordenado y según lo que yo tenía entendido debía hacerle caso omiso a mi directora del departamento de redacción porque él era mi jefe inmediato y entonces sólo debería hacerle caso a él, aunque me dijera que me lanzara desde un acantilado lo debería hacer. El elevador se detiene y bajo, mis tacones van marcando el compás de mis pasos mientras algunas cabezas se giran para observarme.
—Daph, Daph, date prisa y métete a la sala de juntas, ellos siguen esperando—murmura nerviosa mi asistente mientras me empuja escaleras arriba para ir a la sala de juntas.
— ¿Quiénes esperan?
—No hay tiempo, tú ve y habla con ellos—me abre la puerta y me lanza al interior de la habitación, tropiezo algunas veces hasta que logro equilibrarme y levanto la cabeza para observar a las dichosas personas que me esperaban.
Cuando por fin pude ver directamente a cada uno vi a Nathan, Frank y Curtney esperando dentro de la sala ¿acaso podría ir peor la situación?, todos me miraron con el seño fruncido mientras yo soltaba una risita nerviosa. Bien, si creía que mis problemas personales no podían empeorar estaba equivocada, ahora todos estaban molestos conmigo y ni siquiera sabía el por qué.
—Buenos días, ¿para qué me ha solicitado? —pregunto lo más seria y calmada posible.
—Abogada Miller, esta señorita ha venido aquí a hacer un chantaje porque según ella yo vivo con usted, ¿es eso cierto? —pregunta mientras trata de poner un semblante serio, si no lo conociera tan bien le hubiera creído la actuación, pero el vivir con él por fin comenzaba a rendir frutos.
—Creí que me hablaba para discutir lo del aumento de sueldo, ya sabe, lo que comentamos la última vez en la reunión—murmuro mientras me paseo de un lado a otro de la sala.
—No, eso no es…ok, ok, después hablaremos del tema ahora lo importante es esta situación tan comprometedora, por favor explíqueselo.
—Ok, señorita Curtney yo no estoy viviendo con el señor Nathan Fara, él sólo es mi jefe y si sólo está insinuando que tenemos algo que ver dígamelo de frente, porque tengo las suficientes influencias como para hacer que usted y su jefa pierdan su trabajo, después de todo en este negocio quienes ganan son los socios ¿no lo creé?, por cierto, tiene una mancha de café en la blusa— me giro hacia donde está Nathan y sonrío con suficiencia, ella estaba alborotada y seguramente ahora estaría buscado algo qué decir.
—Daphne, ¿es cierto eso? —pregunta Frank metiendo la pata.
—Frank, si no tienes algún comentario inteligente qué hacer puedes retirarte—ordeno y entonces Nathan levanta la voz.
—Un momento abogada Miller, quien tiene aquí autoridad soy yo, no usted—me detiene y asiente con tal calidez que sé que eso significa que ya no hay que preocuparse por lo que suceda—. En cuanto a usted fotógrafo Nadege queda formalmente despedido por incumplimiento de contrato.
No puede ser, ¿incumplimiento de contrato? ¡y él esperaba que con eso me sintiera tranquila! No estaba pasando, simplemente era imposible esta situación. ¡Estaban corriendo al amor de mi vida!
Sí, él había sido un idiota por meteré con Curtney y yo soy una idiota de mayor magnitud por defenderlo, pero metería las manos al fuego por él porque sé que si él estuviera en esta situación haría lo mismo por él. Confiaba en Frank.
—Disculpe jefe, pero él no ha incumplido su contrato, él trabaja para The way y sólo para esta revista—declaro y entonces él me voltea a ver con los ojos bien abiertos.
—Eso que usted está diciendo es algo muy grave abogada, puesto que entonces está aseverando que estoy levantando falsos. Usted tomará su lugar siendo despedida si yo puedo demostrarle lo que estoy diciendo—me señala y niega con la cabeza como si esperara a que yo me retractara. Pero ya era demasiado tarde, me había comprometido y tenía plena confianza en mi juicio certero y en la lealtad de Frank.
Entonces Nathan agachó la mirada y fue directo a su oficina dejándonos a los tres en un silencio incómodo. Yo estaba en espera a que Frank me dijera que no me preocupara, que él asumiría su responsabilidad en caso de que realmente el hubiera traicionado a la revista.
Pero en ese instante recordé mi pequeña charla con Curtney y el hecho de que ella me dijera que había conocido a Frank en su trabajo pues él la había ayudado con las fotografías de alguna pasarela a la que asistió o algo así me cayó como balde de agua fría y comencé a soltar algunas lágrimas. El trabajo por el que tanto había luchado se venía abajo. Esta vez sí tendría que regresar con mis padres a Illinois para volver al negocio familiar resolviendo pequeños casos de personas no tan importantes como las que habitaban en Nueva York. Gracias Frank.
Nathan regresa con una revista e las manos y entonces la tira sobre la mesa cuando me ve ahí sentada en un pequeño sillón demostrando el inicio de lo que sería una próxima y profunda depresión amorosa, laboral, sentimental…en demasiados aspectos.
—Mire este artículo sobre esta modelo rusa, si leemos el pié de la fotografía nos dice que fue tomada en Connecticut por Nadege Frank. Abogada Daphne Miller, puede pasar a su oficina a recoger todas sus cosas o si lo prefiere uno de nuestros repartidores de correspondencia podrá entregarlas en su casa. Por favor pase a devolver las cosas que le brindamos directo a recepción.
—Si señor Fara, enseguida lo haré—salí corriendo con la cabeza gacha hacia mi cubículo, tenía que recoger las cosas enfrente de todos y además pasar a despedirme a la recepción para entregar mis códigos de acceso y el cupón que me dieron cuando recogí la computadora.
Frank jamás se acercó a mí para ofrecerme disculpas o tan siquiera para implorar perdón. Había sido por su culpa que había perdido mi empleo…pero no, él no tenía la culpa de nada, fue mi estupidez y mi ingenuidad la que me hicieron perderlo todo pero ya pasaría, tendría tiempo para poder definir bien mi trabajo una vez en casa con mis padres.
Bajé a la recepción y las chicas que se encontraban ahí se despidieron de mí, con ella había convivido mucho como para abandonarlas e irme sin decir “adiós”. Les debía favores inmensos por cada cosa que me perdonaron, como sellarme la hora de entrada aunque había llegado tarde e incluso Tiffany me había ayudado a corregir un artículo que entregué de un día para otro y por esa y más cosas les debía mi vida dentro de “The way”.
Salí del edificio con mi caja en ambas manos y me dirigí a la casa de Nathan, debía sacar rápidamente todas mis pertenencias y ya de paso compraría un periódico para ver dónde necesitaban a algún abogado con experiencia en asesoría legal y con una gran trayectoria en una revista reconocida. Al menos ya tenía algo con lo que rellenar el currículum.
Detuve un taxi que transitaba desocupado y de inmediato me metí con todo y caja. SI iba a comenzar una nueva vida en un nuevo estado necesitaría hacer acopio de todas ms fuerzas para lograr un cambio trascendental aunque no fuera en un lugar tan grande y famoso como Manhattan, pero ya me las apañaría para mejorar un poco en Illinois y entonces ahora sí “Daphne Miller” sería un nombre reconocido en todos los Estados Unidos y entonces regresaría a ver a Nathan para que se diera cuenta del grave error que había cometido al despedirme.
Llegué a casa y descendí del vehículo mientras le pagaba al conductor. Ya acomodaría todo lo que acababa de comprar hace un día y entonces me mudaría de regreso a casa…pero antes tenía que hablar por teléfono y escuchar el “te lo dije” de mamá.
Abrí la puerta con muchas dificultades, pues la caja pesaba demasiado como para hacer una sentadilla parea dejarla en el suelo, pero cuando la puerta se abrió lo primero que vi fue a mi jefe dando vueltas de un lado a otro con el cabello un poco despeinado.
—Daphne, estás en casa—murmuró y entonces me abrazó—. Creí que ya habías regresado a Illinois con tus padres.
—No soy Flash para ir y venir a la velocidad de la luz señor Fara y le informo que es más que evidente que regresaré con mi familia—respondí tratando de zafarme de su abrazo.
—Pues no habrá necesidad de regresar porque serás mi asesora de imagen personal.
—No, un momento, dije que iría con mi familia, no me puedes retener en tu casa a la fuerza, además—complementé—, yo te cubrí con Curtney.
—Lo sé y por eso ahora trato de ayudar—sí, sus intenciones esta vez eran buenas, pero si el vivir con él ya me traía problemas no me podía imaginar cómo sería mi vida trabajando para él en su casa— ¿Qué dices?
—Sí, acepto el trabajo— murmuré. Después de todo cualquier cosa era mejor que regresar a casa con mis padres.
Dejé mi caja en la habitación mientras recibía toda la atención y los cuidados de mi jefe. No era para tanto el haber aceptado su propuesta y era demasiado incómodo tenerlo vigilándome mientras yo acomodaba las pocas cosas que saqué de la oficina y él debía estar en las oficinas de la revista arreglando reuniones, papeles o haciendo cosas de jefes.
Terminé de acomodar mis pocas pertenencias sobre mi escritorio y entonces él se aproximó para tomar mi pequeño periquito de cerámica que en su pico sostenía de esos papelitos post-it que ocupaba frecuentemente para apuntar recados y que no se me olvidaran al siguiente día.
Comenzó a jugar con el periquito mientras yo intentaba reacomodar mi armario y poner los trajes hasta el fondo ya que jamás volvería a ocuparlos. Hacía demasiado ruido como para poder concentrarme y acomodar mi nueva ropa por temporadas o por colores. Debía callarlo ya sin que se molestara por ello.
—No se ofenda jefe, pero por favor cállese, estoy tratando de organizar mi vida ahora mismo.
—Llámame Nathan por favor y tómese todo el tiempo que quiera para recuperarse de la pérdida.
— ¿Qué pérdida?
—La del amor de tu vida, he de suponer que no piensas perdonarlo…a menos que seas lo suficientemente terca como para seguir enamorada de él—murmuró y se encogió de hombros.
A veces puede llegar a ser la persona más detestable, pero justo en este momento se estaba convirtiendo en un pilar de apoyo monumental para que no me viniera abajo y sólo por eso debía guardar la compostura frente a él, ya me desquitaría más tarde contra los muebles de mi habitación y probablemente con el cuarto de baño también.
Pero pasara lo que pasara el no podría verme de nuevo llorando por ese tipo.
—Además te tengo una buena noticia, se han publicado los resultados del concurso de fotografía—me mostró la revista y entonces me llevó corriendo hacia la sala para ver los resultados juntos, después de todo yo había sido su modelo y era su obligación mantenerme al tanto del concurso.
Hojeamos la revista poco a poco y de vez en cuando yo lo detenía para leer sobre algún artículo que hablara de un país diferente o a veces sobre algún artículo de alguna pasarela…el caso era que yo quería alargar la espera porque no sabía a lo que me enfrentaría en caso de que la fotografía de Nathan fuera la ganadora, ni siquiera supe qué fotografía fue la que puso a concursar y eso era a lo que realmente le estaba temiendo.
Cuando llevábamos más de media revista él decidió arrebatármela y pasarle hasta la sección  que a él le interesaba.
—En esta edición se hará público el resultado del concurso “Feelphoto”, cuyo requisito único fue mandar la fotografía de una persona del sexo opuesto al autor—pasó la página y siguió leyendo los resultados—…el primer lugar será acreedor a un automóvil del año, el segundo puesto ganará una cámara profesional y el tercer lugar una cámara digital.
Jamás en mi vida creí que te dieran tantas cosas por tomar una mísera fotografía, de haberlo sabido ya me hubiera ganado muchas cosas.
— ¿Y quién te ha derrotado? —pregunté para interrumpir su trance.
—Nadie, sacamos el primer lugar—le arrebaté la revista en cuanto terminó la frase.
Me levanté del sofá para poder admirar mejor la imagen y a quien veía ahí se podría decir que era la mejor versión de Daphne Miller. Era la fotografía que me tomó cuando estaba llorando en ropa interior y si lo contabas como una anécdota algún día seguramente sonaría hasta cómica, pero la verdad era que en ese momento era la persona más deprimida del mundo y él lo pudo convertir en algo maravilloso.
Giré para felicitarlo y entonces él me tomó por la cintura para girar conmigo y después me llenó el rostro de besos como una madre que se despide de su hijo en su primer día de clases. Me tomó por sorpresa y no supe cómo reaccionar hasta que mis pies tocaron el suelo y entonces él también cayó en la cuenta de todo lo que había hecho tan solo unos segundos atrás.
—Lo siento mucho, no era mi intención propasarme contigo—se disculpó y yo seguía en shock—. Por favor di algo, no hagas esta situación más bochornosa.
—No te preocupes, ganaste un auto y no sabías cómo sacar tu euforia—sonreí y di un par de pasos hacia atrás.
— ¿Qué te parece si mando a enmarcar tu fotografía?, será un agradecimiento por haberme dejado tomarla en ese momento tan imprudente.
—No es necesario, no me gustaría tener recuerdos de aquel momento.
—Que torpe, debí imaginarlo. Entonces te invito a cenar para festejar—asentí  y salí rumbo a mi habitación para cambiarme, me sentía sucia con esta ropa después de todo mi incidente con Frank.
Me puse un vestido azul obscuro de satín con unas plataformas en color mezclilla con la plataforma translúcida. Quería lucir fascinante ya que sería la segunda oportunidad que tendría para actuar correctamente sin avergonzar a mi nuevo jefe y así poder ganar su confianza para las asesorías de todos los días.